miércoles, 15 de julio de 2009

Plumas de Fuego -Prólogo- (1ª parte)

-Prólogo-

Si tuviera que definir el sentimiento que ha predominado en mi vida, claramente sería parásito, un vil, solitario y cobarde bicho llamado soledad que actúa agarrándose a tu alma y allí, bien sujeto con uñas y dientes, escupe su veneno más nocivo, el que te hace cómplice de su ermitaña y mísera condena en las sombras, el que te arranca violentamente la vitalidad cuanto más débil estás y te postra aturdido en un abismo de dudas y temores donde el único modo de subsistencia, la única vía de escape para no ser tragado por su oscuridad, en el caso de que quieras abandonar ese estado, es tener la capacidad de soportar sin atormentarte el peso que encadena tu alma.
No tardo en conseguir levantar ligeramente unos párpados que pesan como losas justo hasta el momento en el que soy capaz de descubrir que yo también me encuentro inmerso en ese estado, vagabundeando en ese punto fatídico que determinara todo lo que soy y lo que he vivido, de si seré capaz de levantarme una vez más como tantas hice ya, o por el contrario dejaré de intentarlo y permaneceré a la espera de la hora en la que mis fuerzas flaqueen y mis piernas no puedan sostener el peso que va aumentando cada vez que respiro.
Creo que mi tiempo se está acabando, y el reloj que va moviendo sus agujas en busca de las horas está apunto de encontrar la mía.
De las profundidades del precipicio se desprenden ráfagas ardorosas de llamas vivas, y de una altitud considerable, que transportan hasta mí los gritos ahogados de las almas en pena que quieren escapar de allí, del infierno, sea como sea y donde a parte de oler a dolor, a pecado, a sangre o a carne quemada, también percibo, extrañamente, un intenso olor a salado.
Querría descender, purgar por mis pecados, por mi conformidad, y no intentar evadirme. Pensé que una vez allí abajo no intentaría retirarme del fuego, preferiría arder toda la eternidad que recordar todo lo que me invitaba a moverme, a luchar, a respirar…Deseaba que el fuego me adentrase en la locura, quería estar loco por encima de todo, olvidar todo el dolor que me causaron, y la única forma era viajando a un mundo diferente, pero a la vez mío, donde todo sería producto de mi propia enajenación mental.
Estaba dispuesto a todo, incluso a jugar con la muerte y no plantarle cara en esa partida de ajedrez vital, y contrariamente a lo habitual, facilitarle con cada movimiento la estocada final, la del jaque mate, abriéndole sin más preámbulos la barrera de los peones. Y todo ello siendo sabedor de que la muerte, siniestra, salvaje y oscura, seguirá jugando conmigo, disfrutando de mi lento sufrimiento, del acompasado deterioro y putrefacción de mi cuerpo, mientras mi alma, pendiente y deseosa, pedirá agónica el golpe mortal. Y aún así siendo consciente de todo ello no soy capaz de encontrar ese aliento de vida, esas ganas de vivir, ese fuerte impulso que me lleve a saltar, incluso a volar, y tocar con mis dedos el cielo.
No quiero ni intentarlo, no quiero darles opción a dañarme un vez más, ya no puedo soportarlo. Son esas personas, las que se ocultan en las sombras, las que convirtieron mi vida en pesadillas de las que no puedo despertar. Están ahí, las presiento, pero no consigo verlas, ¿Qué quieren de mí? ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué no me pueden dejar vivir tranquilo? Aunque tal vez, posiblemente lo que me pase es que ya esté comenzando a enloquecer, y vea sombras en mis propias tinieblas.


-Despierta…- Una voz cálida me susurraba al oído- solo es un instante imperceptible lo que te da el tiempo para decidir, un puto segundo, tal vez menos…
Si quieres vivir o morir… una decisión… Pelear o claudicar, ir al cielo o al infierno… Un pequeño intervalo para que todo sea profundamente oscuro o radiantemente luminoso…Pero sea cual sea la decisión que elijas, vayas donde vayas, será un lugar en el que no hay marcha atrás…. Tic, Tac, Tic, Tac… Tu todavía tienes ese instante. ¡Despierta!

-¡Dios!- grité mientras me golpeaba repetidamente la cabeza- ¿En que diablos estoy pensando?
Intenté dejar de lado todo aquel pensamiento, cierto que costó, pero terminó ocurriendo.

Un sol sofocante caía de lleno sobre la calle por la que subía, una pequeña callejuela estrella y empedrada llamada De Poniente. Una fina pantalla de sudor poblaba mi frente. Alcé una mirada agotada hacía el final de la calle desierta que desprendía un intenso olor a orín, y ante su proximidad sonreí al pensar que al doblar la esquina me encontraría por fin en mi casa. Tenía ganas de llegar, el cansancio me golpeaba en todas direcciones dentro de mi cuerpo, y en lo único que pensaba era en ducharme y en irme a dormir. Finalmente giré la esquina, y como era habitual, la señora Clink se encontraba en la puerta de su casa. Sentada en una destartalada silla de mimbre y madera, como cada mañana, la señora Clink se entretenía cosiendo y arreglando los descosidos de un viejo jersey de lana morado. Se detuvo al percatarse de mi presencia, su mirada fija me escaneaba de arriba abajo, y entonces comprendí cual era el verdadero motivo por el que ella permanecía tantas horas sentada en un incomodísimo asiento; no era para arreglar ropa, ¡ni que tuviera familias clandestinas en su casa! Ni para apaciguar el calor con la ligera brisa que refrescaba buena parte de la mañana. Lo hacía para observar y enterarse desde esa estratégica posición de todo lo que ocurría por la zona ¡Con el calor que hace!-susurré sin querer
-¿Ha dicho algo señorito Kiar?-me quedé perplejo de su capacidad auditiva, ni casi yo mismo había escuchado mis palabras y ese fue el factor determinante de mi conclusión. La vecina aparentaba ser muy mayor, mucho más que la edad que tenía, alrededor de los 65 años, nunca lo sabía a ciencia cierta, porque según me sermoneó un día “preguntarle a una mujer su edad directamente era poco cortés”. Poco a poco iba acercándome indirectamente.
El paso del tiempo no había tenido ninguna consideración con ella, y la había convertido en una anciana desdentada y repleta de arrugas. Su pelo era lacio de un color plateado, y era poseedora de unos intensísimos ojos grises cargados de todo el dolor y las penurias por las que pasó. Es de una altura bastante baja, y regordeta, lo que le provocaba bastantes problemas de salud, sobretodo en las piernas. Pero al parecer, el oído lo tenía en perfectas condiciones.-Aquí se está muy bien-continuó- de vez en cuando pasa un soplo de brisa fresca que apacigua el calor y reconforta.
-Buenos días señora Clink- le saludé amablemente- vigile que no se deshidrate, beba mucho agua, claro si puede, porque a lo mejor de tanto vigilar lo que hace o deshace la gente no le da tiempo a todo- me lanzó una mirada terrorífica cargada de frialdad y dolor, y al instante de que me pareciera que indicaba que me perdonaba la vida, devolvió su mirada a su estado natural, y la dirigió a sus labores; al instante sentí una punzada de arrepentimiento, no había podido controlar que el odio propio y mi lengua viperina lanzarán su imprevisto ataque. Cierto era que en el pasado tuve algunos rifirrafes con ella, trastadas de un niño travieso, o un adolescente con demasiados pájaros en la cabeza, pero no había ningún motivo para juzgar a una persona que lo único que quiere es vivir tranquila.- Perdóneme señora Clink
-No se preocupe joven- dijo disparando el dedo índice al cielo- estoy acostumbrada a que la gente lancé sus desaires, pero yo voy haciendo…-y se sumergió de nuevo en el mundo de las hilachas de lana y grandes agujas.
-Diga usted que si-sonreí- y de lo que digan de usted ni caso- bostecé, me acerqué a su lado y le puse la mano en su hombro como punto final a la disculpa; estaba a punto de desmayarme de sueño, aún no me había acostumbrado al turno nocturno de la panadería, me iba a volver cuando dio un respingo y se levantó de la silla.
-¡Ay perdone a esta anciana desmemoriada!- exclamó cambiando la expresión de su rostro que ahora expresaba preocupación. Depositó el jersey con las agujas sobre la silla y se adentró con la mayor velocidad que pudo en su casa, efectuando pasos cortos pero muy rápidos, ante mi perplejidad.- Han venido cuatro guardias del CSA a su casa- voceaba desde alguna habitación alejada


-¿Dice que han venido a mi casa?- pregunté incrédulo- ¿Y se puede saber a qué?- empecé a acongojarme, la visita de aquella gente no deparaba nada bueno.

CONTINUARÁ....

5 volátiles plumas:

Zuresh dijo...

por fin llegó el 15..
esta bueno el incio, pero todavia me deja con ganas de más..vamos a ir viendo que pasará en el futuro..
felicidades por este inicio
y nos seguidos leyendo
gracias por pasar a mi blog...
y quedó todo claro, no te preocupes..
sigue adelanre!

Raúl dijo...

Gracias por tu visita y tus palabras.
Un saludo.

maria varu dijo...

Me quedé con las ganas de seguir... menos mal que es una relato, ya creí que era algo real... seguiremos, pues...

Gracias por tus palabras

Pluma de fuego dijo...

Zuresh sí al fin llegó, y nada al leer tu comentario pensé que lo habías entendido mal

Raúl gracias por pasarte por mi blog

Maria Varú bueno todo lo escrito tiene algo de real en alguna medida, aunque tambien es bueno meterse en otros personajes diferentes a uno mismo

Alguien Cualquiera/Eternnal KIng dijo...

Apostas y mucho!!!
yo compro!!!
espero adentrarme mas en la historia para despues darte una opinion que valga la pena...

un saludo!!!!

Au Revoir...