sábado, 5 de septiembre de 2009

Plumas de fuego.- Capítulo 2.1

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Capítulo 2.- Difunde la palabra

-Mach tienes treinta minutos para ir a los baños, después se servirá el desayuno en el comedor grande- gritaba un guardia mientras golpeaba con una porra duramente los barrotes, y dejaba abierta la celda.
Levanté unos párpados que pesaban como losas, observé las humedades del techo, y pensé que cada día era la misma historia. Muchas veces me entraban unas tremendas ganas de gritarles a cada uno de los funcionarios que repetían el mismo mensaje, como una cinta grabada, y la misma escena, que me había enterado desde que habían comenzado a aporrear los barrotes de la primera celda del pasillo, la mía era la dieciocho, y desde luego lo hubiese hecho si no supiera que ello conllevaría consecuencias.
Tras tres meses, ya me había acostumbrado a la manera de vivir, y sobretodo a la de sobrevivir, en la cárcel, el único inconveniente era conciliar el sueño, ya por la incomodidad del colchón, por el estado de constante vigilia, o tal vez porque me autopresionara de una manera casi enfermiza con el tiempo, que aunque ahora parecía una extensión ilimitable, esa sensación se podía acortar de demasiado a nada, en el momento en el que alguien se interpusiese entre lo que permanecía oculto y yo, ya no solo sería un inminente peligro, sería definitivamente mi fin.

Mi historia es larga de contar, es la historia de una vida, son las vidas de muchas personas, una historia épica creada a partir de la manera que tiene esas personas de vivir esa historia en común, que aunque mi calidad literaria, mi vocabulario o la precisión en expresar con palabras un sentimiento con la misma inmensidad e intensidad con la que fue mostrada o percibida, tal vez no sea suficiente, pero sé que cada lector que se introduzca de lleno en ella, será capaz de, aún todas esas “complicaciones”, entender en cada momento al detalle cada situación vivida y sentida y sentirse identificado con alguno de los personajes en dichas situaciones. Como me gustaría estar dentro de diferentes cuerpos y descubrir como siente cada persona.
Realmente esta historia no está siendo escrita para un tipo de lector en particular, ni para vender un cierto número de libros, si no que está escrito para que unas personas en concreto al leerlo, conozcan la verdad. Ya sé que ahora todo resulta confuso, pero todo será mostrado en su momento, y con ello tú también conocerás esa verdad.

Dejé de escribir, salí de la celda, y comencé a caminar hacía los baños; mientras lo hacía, o cuando ya estaba en ellos, la gente se paraba, algunos me miraban de arriba abajo, otros inclusos susurraban algún insulto, se mofaban, o directamente me amenazaban, mientras otros asentían con la cabeza, a lo que yo educadamente le respondía con el mismo gesto, suponiendo que se trataba de un saludo. Supongo que en un lugar así, todos quieren conocer tu historia, quien eres o porqué estas ahí, pero yo no puedo permitirme ese lujo. A la hora del desayuno la tensión se notaba en el aire, tanto que se podía cortar con un cuchillo, que seguramente alguien guardaba para que en el momento adecuado sacarlo para saldar alguna rencilla, miradas furtivas, amenazantes y cargadas de odio, estómagos ayunados y coaccionados, silencios cortantes que a la vez decían todo. Normalmente acostumbro ha sentarme en alguna mesa que esté vacía y en el sitio más esquinado de está, en él no iba a tener a nadie presionándome con la mirada, la espalda la tenía vigilada por varios vigilantes, e intentaba pasar desapercibido y evitar las conversaciones. Yo no estaba allí para hacer amigos, ni siquiera creo que mereciera estar allí, aunque si estoy aquí por algo será, aún así estoy convencido que en este lugar, pese a que en sí es una concentración de asesinos, psicópatas, pervertidos, mangantes, etc… estoy mucho más seguro que en la calle.
Al volver a la celda todo estaba como el primer día que la vi, bastante más impoluta de lo que pensé de antemano cuando me trajeron con las esposas rodeándome y aprisionándome las muñecas. La celda era de unos diez metros cuadrados, con una litera de hierro oxidado, con dos camas medianas y una almohada pequeña amorfa y delgada, unas finas sábanas blancas y dos mantas, un retrete en el suelo con un rollo de papel, una lavabo con una toalla, una pequeña ventana enrejada por donde tímidamente entraba el sol, un silla y una mesa de escritorio con un bloc de notas, lápices del número dos, y una Olivetti antiquísima que seguía funcionando a la perfección; claro que todas las celdas, aunque inicialmente eran todas iguales, ahora cada una era una pieza única, con el toque personal y distintivo de cada uno de los que la habitaban libros, fotografías, dibujos, etc… En mi caso, la diferencia radica en la máquina de escribir, y el escritorio repleto de textos y de notas.
Hace ya dos meses que no tengo compañero de celda, al anterior lo cambiaron a una celda de aislamiento, no sé porqué ni que fue de el, supongo que si pregunto alguien me podrá contar algo, pero sinceramente no importa lo que le haya podido pasar, sobretodo porque desde entonces la posibilidad de escribir sin tener que estar controlando constantemente mi espalda aumentó considerablemente, pero sé que tarde o temprano alguien volverá a entrar cada día por la misma puerta de la celda por la que entro yo, y dormirá en la cama de debajo a la que lo hago yo, por eso voy lo más rápido que me es posible, para tener el máximo avanzado antes de que llegue el próximo inquilino que lo complique todo, y tengo el presentimiento que no tardará mucho en hacerlo.
Tal vez por la vida que he llevado, por los acontecimientos que salieron a mi paso, o por el sitio en el que estoy no me fío de nadie. Comprendí que un elevadísimo número de personas que no saben la verdad, pero también que hay algunas personas que si son conocedoras de ella, al igual que yo, por lo que seguramente andarán buscándome. Como ya he dicho estoy más seguro aquí en la cárcel, de momento, porque las inseguridades de la calle pueden venir cuando quieran, observarme, tantear el terreno, colocarse a mi lado, y es esa la psicosis que me ataca mostrándome peligros inminentes en lugares insólitos e incluso insospechados, y me hacen tomar todas las precauciones que están a mi alcance, y aún así cualquier precaución no es suficiente. Volteé el escritorio para que desde mi posición, sentado en la silla, pudiese ver si alguien me observaba, y pese a que todavía no había visto ningún indicio que hiciera saltar mi alarma, para asegurarme, comencé a escribir por duplicado cada hoja, ralentizándome el trabajo, por si alguien la sustraía me quedará la otra premeditadamente escondida en algún sitio que realmente fuera casi imposible que alguien encontrara
Me pasaba todo el tiempo que podía en la celda, golpeando las delicadas teclas de la polvorienta y vieja máquina de escribir, y cuando no se me era permitido permanecer en ella porque obligatoriamente tenía que trabajar, estar en alguno de los muchos talleres que había cada día, en el comedor, o en cualquier otro lugar, guardaba el relato que debajo del colchón; lo sé, es un escondite penoso, y si alguien se propusiese rebuscar en mi celda, seguramente lo primero que haría sería levantar el colchón, y “voilá” eso era justamente lo que quería que hiciese, que cayese en mi cebo. Todo el mundo sabe que cuanto más simple es el cebo más posibilidades hay de que se caiga en el, creyendo que ahora ven por delante de ti, cuando no se han dado cuenta de que tu lo habías planeado así y sigues yendo a la cabeza de la carrera. Evidentemente hay un margen de error, diminuto, pero es tan diminuto que es tremendamente poco probable que todos los factores se asocien y se efectúen para que la acción caiga justamente dentro de ese margen de error. Por supuesto que es probable que alguien ajeno a la verdad venga a mi celda, sustraiga el borrador, y lo esconda o lo queme sin tener motivos para ello, y sin que nadie se entere, a no ser que alguien lo esté coaccionando, entonces si irían muy delante de mi.
A las seis y media escuché los pasos de dos guardias que iban charlando por el pasillo, inmediatamente dejé de escribir y comencé a colocarlo todo en su sitio; ante su presencia, me giré y arqueé las cejas extrañándome de la inoportuna e inesperada presencia de los guardias:
-Mach- pronunció el guardia más rechoncho con un acento extranjero, posiblemente de algún país del este que me costo mucho entender- el alcaide nos ha informado que requiere de tu presencia en su despacho urgentemente.
Caminé por casi todo lo que abarcaba tanto horizontal como verticalmente el edificio, de un lado al otro, y por todas y cada una de las plantas con un guardia delante y el otro, que averigüe que era bielorruso, detrás, hasta que llegamos a la puerta. Al entrar se encontraba como preámbulo del enorme despacho del alcaide, un pequeño despacho, eso sí con todo lo necesario, para su secretaria. Toda esa zona ya la conocía, había ido ya muchas veces por allí. Sonreí a la secretaria, y esta me devolvió la sonrisa:
-Pase, pase- me comunicó- le está esperando- asentí y golpeé la puerta de roble.
CONTINUARÁ....

4 volátiles plumas:

Farfalla Dimora dijo...

Una persona a la que llaman una extraña organización.
Una pareja que se quedó en la arena de una playa.
Ahora un preso que escribe la verdad y al que llaman cada dos por tres al despacho del alcaide...
Mmmm....
¡¡QUIERO MÁAAAAAAAAAAAAAAAS!!

Tan brillante como siempre.

Besos

Pluma de fuego dijo...

Farfalla jajaja, tienes mas, que te he puesto otro, jajaja, eres muy rápida

Noelia dijo...

Muy bueno!! me gusta la historia de Mach esta llena de incógnitas igual que la de Kiar o Ike, hay suspenso, y por cierto no tengo la menor idea de cómo sigue jajaja
Me imagino que en algún momento se van a juntar.

Un beso Pluma !!

Noe

Pluma de fuego dijo...

jajaj, claro mujer, en algun momento se juntaran, digo yo vamos...