martes, 22 de septiembre de 2009

Plumas de fuego 3.4

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-Hola Iker- mi mirada seguía milimétricamente encajada en la suya, esclavo de un hechizo o de una hipnosis, y todo comenzó a producirse a cámara lenta, hasta que el mundo se paró definitivamente, una vez más, sin poder ser alterado. Solamente teníamos derecho a movernos en ese parón temporal ella y yo, pero a ambos, la persona que teníamos enfrente nos paralizaba. A estas alturas ya era consciente de que cada vez que sentía esas percepciones era porque se avecinaba un punto clave en mi vida. ¿Qué dichosa relación tenía el tiempo conmigo que siempre actuaba, o más bien, dejaba de actuar, en estas ocasiones?
-Iker, Esther, ¿Os conocéis?- articuló, perplejo como pudo, Ewan con un español más que correcto cuando todo volvió a la normalidad.
Su cara desencajada poco a poco recobraba su frialdad habitual, y comenzaba a dirigir su mirada en ambas direcciones a la caza de una respuesta
-Si- dijimos al unísono, y ambos nos ruborizamos como colegiales- Es una persona muy importante en mi vida- prosiguió Esther
Predominaba en mí la confusión, por el simple hecho de que a estas alturas aún no comprendía cual fue el motivo por el que actúo alejándose de mí de la noche a la mañana, o tan solo durante el tiempo en el que vas a sacar un café de la máquina, y porque aparece de nuevo justo ahora para poner mi vida patas arriba. También tenía interrogantes del día de la playa, pero esos ahora mismo eran secundarios.
-Si, bueno, también ella lo es en la mía, pese a todo- contesté, aunque me quedé con algo que reconcomía las entrañas, un vomito, un grito sin voz, unas ganas inmensas de zarandearla de lado a lado hasta que me diera una explicación razonable, y lo que provocó fue una reacción en ella que ya me esperaba, y me sentí sucio, pernicioso, abominable… Pero aún sabiéndolo no detuve aquel ataque virulento lanzado por el orgullo pisoteado, y por lo que creí que eran tan solo migajas del dolor, insignificante porciones de basura, que sin embargo, al tenerla allí enfrente descubrí que seguía siendo un enorme vertedero; aún así conseguí debilitarlo. Sus ojos se inundaron de una ligera película de lágrimas que controló como pudo, aun así se podía ver una mirada perdida. Su cara se transformó en nostalgia, y sus manos temblorosas actuaban por su cuenta. Notaba como sus labios anhelaban el contacto mientras se los humedecía sutilmente con su lengua, y como su pecho se convulsionaba bruscamente a merced de los compases rítmicos que emitían su corazón acelerado. Deseé haber dado unos pasos hacía ella, abrazarla firmemente y presionar su cintura contra la mía y haberle dado un beso apasionado, pero por el hecho de que no hubiese sido lo correcto por respeto a su acompañante y a mi pareja, de que Sandra ya se había avispado indudablemente de nuestra conexión, de que estaba convencido de que sentía algo fuerte por Sandra, y de que me convencí de que eso que comencé a sentir nada más ver a Esther era solamente producto de la nostalgia y del cariño que procesaba por ella, ni siquiera pestañeé. Continué mi camino, saludé a Ewan con un fuerte apretón de manos, y me acerqué a Esther
-Esther- le susurraba al oído mientras le besaba en la mejilla- aunque durante todo este tiempo he deseado hablar contigo, este no es par nada el momento- asintió tenuemente.
Disfrutamos de una gran velada, aunque faltó una conversación más fluida entre Esther y yo, que no sobrepasó en ningún momento de monosílabos ni de miradas avergonzadas, inexplicablemente, después de tanto tiempo juntos, de miles de locuras, de secretos inconfesables, de bañarnos decenas de veces desnudos en la playa en las noches alunadas y frías de invierno, y pese a todo eso, nuestra simple presencia intimidaba al otro.
Salimos del restaurante de la calle Saberte, y nos despedimos, no sin antes abrazar a Esther y decirle que esperaba que nos viésemos pronto.
Cogí el coche, y aparqué frente a nuestro portal. Sandra había estado callada todo el camino. Subimos las escaleras hasta el rellano de su piso, la besé y me giré para descender las escaleras
-¿Qué sientes por ella?- preguntó con agresividad parándome en seco
-Pues…-me giré y la miré- sinceramente no te podría decir si siento algo por ella o no
-Pues yo creo que sí- cuestionó un poco enojada- se palpaba mucha conexión en el ambiente
-Claro-sonreí- es una muy buena amiga que hacía tiempo que no veía
-¿Hubo algo entre vosotros?
-Mas que lo que hubo, es lo que pudo haber pasado, es extraño
-¿Qué vas hacer?- algunas lágrimas comenzaron a emerger de sus inmensos ojos
-¿Cómo que qué voy a hacer?- me acerqué y las recogí en la yema de mi dedo pulgar
-¿Qué vas hacer con ella?
-¿Qué quieres que haga?- respondí rápidamente- pues nada, yo estoy contigo, y a la que quiero es a ti- pronuncié, cuando vi una cara sorprendida por unas palabras que aún no era consciente de que las había pronunciado
-¿Me has dicho que me quieres?- afirmó ilusionada más que preguntó
-No lo he hecho- respondí tajantemente
-Si lo has hecho- murmuró- no lo niegues
-¿Y que si lo hago?-sonreí y me incliné para besarla
-¿Quieres entrar en mi casa?- siseó sensualmente
-No, Sandra- contesté- estoy agotado, y necesito poner mi cabeza en orden
Me fui a casa, me duché y me tumbé en mi cama, pero no conseguía conciliar el sueño, así que me vestí y fui al único lugar donde hallaba la calma, la playa, la misma playa que parecía gritar que quería ser protagonista principal en los grandes acontecimientos de mi vida. Me despojé de la ropa, mostrándole a esa playa mi desnudez, y me introduje en la salada, fría y revoltosa mar, solo con ella, fusionados y hechos uno, una prolongación el uno del otro, como dos enamorados acompañados de la grandeza de la noche y su cielo estrellado. Salí del mar y me tumbé en la arena, rebozándome de ella, hasta que la noche murió lenta y agónicamente, y el nuevo nacimiento del sol comenzó a practicar el sortilegio del amanecer. Había estado toda la noche allí, y en el transcurso de ese tiempo no había conseguido pensar en absolutamente nada, como si mi mente hubiese desconectada y hubiese dejado a mi cuerpo inerme, totalmente a merced de cualquier peligro que me acechara. Me puse la ropa y me marché al recobrar la consciencia, y descubrí que se acercaban varios operarios que se dedicaban a la limpieza de esa playa. Caminé dirección a mi casa, pero mis pies llevaban un rumbo aparte, y recorrieron la cuidad de Gavá al completo un par de ocasiones, aprovechándose de ese estado de inconsciencia, con el consiguiente regreso a la playa con la llegada de la noche. Me volví a desnudar ante esa amante que me calmaba, y me entremezclé con ella, una vez más, me hacía sentir bien, vacío, con el alma blanca e impecable, y cuando la noche comenzó a deteriorarse, me volví a vestir y caminé un amanecer más dirección a mi hogar. Giré una de las esquinas que daban a mi calle, y allí sentada en un banco estaba ella, con aquel vestido años veinte que había llevado dos noches atrás, y con un rostro cadavérico que podía ser fácilmente comparado con el mío
Levantó la cabeza y con una mirada asustada se cercioró de que era yo, suspiró. Se levantó de un brinco del banco, y me abrazó
-Tenemos que hablar-susurró con una aureola preocupada en su rostro.
-Esther, ¿desde cuando estás aquí?- pregunté mientras me quitaba la sudadera y se la cedía a ella para que se abrigara
-Desde que nos despedimos del restaurante- dijo ella sin dirigirme la mirada, cabizbaja, y mientras le castañeaban tímidamente los dientes.
Me preguntaba si esa mujer estaba en sus cabales, era inimaginable que una persona cuerda estuviera esperando a otra dos días seguidos en la calle, y más después de estar evitándola casi tres meses.
-Pero ¡Estas loca!- exclamé alzando la voz. Comencé a recolocarle el cabello que tenía adherido a su cara, en su lugar original- ¿Por qué no me has llamado?
-No traje el móvil- respondió con una preocupante astenia, con un tono de voz casi inexistente, como si estuviera drogada, su voz era más ronca de lo habitual, seguramente había cogido frío en el cuerpo.
-¿Subimos a casa, te preparo algo caliente, y así podemos hablar mejor?- murmuré acariciándole dulcemente la cara, y pidiéndolo a gritos silenciosos que me mirara; asintió levantándose del banco y apoyándose en mi hombro
Aunque aún estábamos en verano, por la noche refrescaba como si estuviéramos en pleno otoño, hacía frío, y mucho más si solo llevas un vestido de noche veraniego, pero para ella eso no tenía importancia. Lo más espeluznante, era que hubiese estado allí en la oscuridad de la noche, cuando las sombras actúan, y el barrio se convierte en un peligro constante.
Abrí la puerta del piso y dejé las llaves sobre una mesilla del pasillo. Mi hermana Carlota continuaba estudiando en Inglaterra, y mi madre se había ido a Alemania con mi padre, así que no tenía que preocuparme de despertar a alguien. Fui a la cocina, y Esther se dirigió a mi habitación a coger una camiseta y unos pantalones míos para cambiarse. Cuando volvió tenía sobre la mesa un plato de macarrones con queso que había preparado hacía dos días. Tampoco podía prepararle nada mejor, porque la diversidad en las artes culinarias de un joven que vive en casa de sus padres es prácticamente nula. Se sentó decidida en la mesa. Sus cabellos lacios escondían un rostro apagado, nunca la había visto de aquella manera.
-¿Quieres algo de beber?- pregunté intentando romper aquella máscara que había interpuesto, y que en aquellos momentos ocultaba lo que siempre me había mostrado
-Si quier…-
-Pues te levantas y lo coges- la interrumpí con brusquedad, con la clara intención de que supiera que las cosas entre ella y yo no podían haber cambiado tanto las cosas, y aunque si fuese, quería que supiese que pese a todo lo ocurrido, aún seguía confiando en ella.
Se levantó con una ligera sonrisa congelada y forzada, expresándome que aunque quería no podía. Abrió la nevera y cogió un botellón de cerveza, se dirigió al tercer escalón situado bajo la encimera, levantó los paños de cocina y sacó el abridor, esto me reafirmó que era parte de la familia, conocía cada rincón de aquella casa al detalle, donde estaba cada cosa, cada secreto… Volvió a la mesa, y comenzó a comer saciando su voraz apetito. Me senté encima de la encimera con otro botellín de cerveza. Encendí un cigarro para calmar los ataques de sueño. Eché una bocanada de humo, sueño, dolor corporal, dudas, miedos, estrés y aire.
Al terminar de comer subimos las pequeñas escaleras que nos llevaron hasta mi habitación, nos sentamos en la cama, uno enfrente del otro, y nos miramos fijamente; el sueño me golpeaba con dureza, pero las ansias de conocer su explicación, de volatilizar las dudas, apaleaban salvaje y sangrientamente al sueño.
-¿Qué pasó?- pregunté decidido al ver que ella esperaba que comenzara mi interrogatorio. Se levantó de la cama, cogió su diminuto bolso, y lo vació volcando todo su contenido sobre la colcha de mi cama. Lo introdujo todo nuevamente en el bolso, dejando en el lecho un sobre blanco e indefenso ante mi curiosidad. Alcé la mirada repentinamente con una expresión dudosa.
-Ábrelo- susurró una Esther deshecha, que ya tenías ganas de acabar con todo esto. Estaba apunto de caer en los brazos de Morfeo, pero sabía que esa noche iba a ser muy larga e intensa, cargada de horas que ocuparíamos hablando. Cogí el sobre y lo abrí
-¿Qué es esto?- pregunté con el mismo tono de extrañeza que posiblemente se estaba reflejando en mi cara, no entendía que tenía que ver el contenido de ese sobre blanco con mis dudas


Final capítulo 3

8 volátiles plumas:

Farfalla Dimora dijo...

¿Pero cómo te atreves a dejarnos así?
Y encima pretenderás que nos imaginemos qué es ese sobre...
Pues ya me puedes ir dando una explicación, ala, que yo no tengo ni idea y quiero saber, necesito saber, necesito seguir con eso...
¿Te has planteado publicar dos capítulos cada día?
Ains... ¡Qué ganas de seguir leyendo!
En fin, aguantaré la intriga como pueda.
El texto tan brillante a como me tienes acostumbrada.
Un besazo enorme

Silencios dijo...

UUUUFFFFFFFFFFFF

Nos dejas en lo más interesante, pá darte una colleja!!!
jajajajajajaj

Magnifico, sigue por favor, ¿si?

Anónimo dijo...

Farfalla estas loca, ¿dos al día? madre mía, jaja, me váis a exclavizar

Pluma de fuego dijo...

Me voy a cabrear muchoooooooo, no puedo contestar en mi blog
Plumas de fuego

Pluma de fuego dijo...

Ufff, finalmente sí, coño que me había asustado

Pluma de fuego dijo...

Silencios gracias por seguirme, jeje, hoy publico para quitaros la intriga, o para daros más

Noelia dijo...

Nooo pero qué hay en el sobre??


Ahora tengo que esperar? No hay derecho he!!

Más

Noe

Pluma de fuego dijo...

Sinceramente, jaja, hay que haceros un monumento