martes, 29 de septiembre de 2009

Plumas de fuego 4.3

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Después estar todo el día, sumida en diversos pensamientos, tumbada sobre la arena de aquella playa, en el mismo sitio de lo ocurrido, volví al hospital a forcejear a base de miradas espeluznantes y silencios agresivos con Carmen, que finalmente acabó cediendo.
Me senté en una silla en el centro de la habitación. A un lado estaba la cama de aquel joven desconocido, al otro la de Iker, y yo justo allí en el medio de aquella burbuja de inconsciencia. Y aún así, sabía que podía traspasar esa burbuja con palabras. Comenzamos a mantener una conversación a tres bandas Iker, Daniel y yo. Le había otorgado ese nombre por llamarlo de alguna manera, tenía aspecto de tal. Era un juego, una manera de pasar el tiempo, pero a la vez una manera de intentar llegar a ellos. Los presenté, incluso los acerqué lo máximo que pude, vigilando no desconectar ninguno de los muchos cables que había por todos lados.
-Como te pillen las enfermeras, la que te va a caer va a ser buena. No me extrañaría nada que te echaran del hospital
Emití un chillido, el corazón me bombeaba rápidamente; cuando conseguí moderar el ritmo cardiaco después de aquel susto, ladeé la cabeza para descubrir quien era el poseedor de aquella voz que emitía tal grado de gravedad indicativa del paso de los años. Junto a ese sonido vivaz y ronco que erizó el vello de mis brazos le acompañaba un acento que demostraba que no era de ese lugar. Me sorprendí al descubrir que aquella poderosa voz procedía del chico con el que esa misma mañana me había cruzado cerca del ascensor. El de los ojos, aquellos ojos que te engullían hacía su interior, maniatada y te sacuden de un extremo al otro.
-Que se atrevan-respondí sarcásticamente- a lo mejor las que salen del hospital pero de una patada en el culo son ellas como intenten sacarme de esta habitación- el chico ni se inmutó, no pestañeó, no tragó saliva, ni siquiera se movió del lugar.
-¿De cual de los dos estas enamorada?-
-A ti que te importa-Comenzaba a tener la sensación que lo había sobrestimado, ahora lo que percibía de él era su grosería y su altanería. Se sintió ofendido por la respuesta y se marchó.
Después de algunas disputas con las enfermeras a causa por la incompetencia en su trabajo, o porque creía que Iker necesitaba más cuidados y que estuvieran más por el, bajé a la entrada a fumar. Instantes después apareció de nuevo aquel individuo que me miraba constantemente, pero que a su vez disimulaba cuando mi mirada se dirigía hacía el. Comenzó a acercarse pausadamente.
-Disculpa por lo de antes, no te conozco de nada y no me he comportado como debía
-Tranquilo- murmuré- yo estoy bastante tensa por todo lo que ha sucedido. Y bien- continué- ¿Porqué estás aquí?- pregunté con descaro
-Me han diagnosticado diabetes- comentó- y estoy aquí para que me enseñen a controlar el azúcar, administrarme la insulina, y todo lo que conlleva.
-Lo lamento- le dije apoyándole inconscientemente la mano en su hombro-ahora más que nunca tienes que cuidar tu salud- tiré el cigarrillo, y me giré para volver a la habitación
-¿Y tú?-
-¿Yo que?- mascullé extrañada
-¿Porqué estas aquí?- formuló la pregunta acercándose a mi- me he fijado que estas a todas horas en este maldito hospital, cuando es habitual que todo el mundo quiera irse de el.
-Ven conmigo-
Fuimos a la habitación, y le presenté a Iker como el gran amor de mi vida. Esté aún inconsciente y con su cuerpo inerte pronunció de sopetón “Te quiero”, palabras que me embelesaron, me hicieron sonreír, y provocaron chispas en mis ojos.
-¡Iker!- me abalancé sobre él- despierta- pero todo seguía con la tónica habitual
-Vaya- comentó emocionado- creo que el también te quiere a ti demasiado- dijo confirmando lo que mis oídos habían escuchado, pero aún así no me atrevía a reaccionar por si, como en otras ocasiones, hubiese sido alguna imaginación mía, algo que se aferraba con uñas y dientes a mi alma, una esperanza, que provocaba esos episodios de locura transitoria. Cogí ambas manos de Iker, me incliné y le besé suavemente en la frente- Despiértate pronto, Iker.
-¿Cuál es tu nombre?-murmuró
-¿Mi nombre? Esther- dije sin despegar la mirada del rostro de Iker
-Encantado de conocerte Esther, posiblemente el gran amor de Iker- me sorprendió- Yo soy Ewan
-Un placer Ewan-susurré- ¿de verdad crees lo que has dicho?
-Desde luego-sonrió-si no, so sabe lo que se pierde
Ewan volvió a su habitación, y yo esperé una vez más la caída de la noche, al cierre del horario de visitas, el ir y venir de las enfermeras… para abrazar nuevamente a Iker.
Todos lo días, a pesar de estar deambulando por la pura monotonía, me sentía casi feliz. Me encantaba estar a su lado, cuidado en cuerpo y alma de él, adentrarme en su cuerpo con la llegada de la noche, y lo único faltaba para que la felicidad fuera completa era que despertara y me dijera que sentía lo mismo que yo. No sé porque razón, pero cuanto más tiempo permanecía en ese estado de inconsciencia, como con la distancia, más dudas y miedos se creaban en mí
Poco a poco comencé a congeniar con Ewan, nuestra amistad iba en aumento, y cada vez nos conocíamos un poquito más. Hablábamos, reíamos, corríamos descalzos por los pasillos, me llevaba arrastras hacía lo que necesitaba… Así que cuando Carmen venía a ver a “sus hijos”, yo iba a visitar a Ewan, y cuando ella se marchaba, yo volvía a mi lugar.
Perdí la noción del tiempo allí dentro con esa nueva rutina, los días pasaban cada vez más rápidos, pero todo cambió a partir de la noche número veinte de la vida de Iker en la inconsciencia.
Me dormí una vez más entre su brazo izquierdo y su torso. Las pesadillas dejaron de amenazarme desde aquella vez, pero esa misma noche parecía que la habían tomado con Iker. Comenzó a chillar, encendí la luz. Levantaba los párpados y mostraba sus pupilas en blancos. Se movía sonámbulo de un lado al otro, o incluso, lo que era peor, poseído. Se levantó bruscamente en ese estado y comenzó a buscar desesperadamente algo por la habitación, mientras yo, asustada e hipocondríaca lo llamaba de mil maneras distintas, pero parecía no oírme. Instantes después empezó a escribir en un papel que encontró mientras canturreaba una extraña canción:



Un amor guardo dentro de mí ser,
Tan inmenso que sobresale de mi corazón
No puedo ocultarlo ni reprimirlo nunca más
Pues escrito a fuego lento en mi alma está
El destino ya anda escrito
Y nadie osará cambiar ni interrumpir
Tan majestuoso camino
Torturas y aberraciones, sangre y violencia
Llevará encadenadas a su alma y a su piel por siempre
La persona que desobedezca este escrito
Y maldigo a quién me tiente
Y maldigo al que lo intente
Provocará una ira descontrolada en mí
Y emanará la luz, y arderá el fuego…




Final Capítulo 4

domingo, 27 de septiembre de 2009

Plumas de fuego 4.2

Sobre una roca que sobresalía del agua plateada del mar estaba sentada una mujer joven. Tenía una media melena ondulada de un color dorado rojizo. La palidez invadía su rostro, donde resaltaban dos grandes e intensos ojos oscuros.
-Hola- pregunté sin obtener respuesta-¿Perdona, donde estoy?
-En tus sueños, Esther- contestó sin dirigirme la mirada
-¿Y porqué estoy aquí?- No creía estar soñando, todo y a pesar de ser paradójico, me parecía muy real
-Soy Sedara, y tu estás aquí porqué tengo que darte un mensaje- comenzó a elevar el tono de voz a medida que iba pronunciando cada sílaba, al tiempo en el que me enviaba una mirada ofensiva e hiriente cargada de odio
-¿Y bien?- pregunté devolviéndole el mismo misil lleno de vileza y degradación que al llegar a mí había rebotado en el escudo defensivo que protege mi orgullo de cualquier ataque externo.
-Aléjate de él- lanzó un chillido estridente- ya te has acercado otra vez, y cada vez que lo haces es él el que sale mal parado- se lanzó sobre mí, con una mano me agarró del cuello y me elevó varios centímetros del suelo, y de la otra, usó tres de sus largas y afiladas uñas para clavármelas en mi brazo, traspasando mi piel, dejando marcado con sangre su trayecto. Quise apartarme, pero no tenía fuerzas para ello- es mío, él y yo estamos predestinados a estar juntos, y si te entrometes, lo pagarás caro
Desperté al instante bañada en mi propio sudor, junto al cuerpo de Iker. Me costaba respirar, sentía una presión en el cuello. Todos mis sentidos sufrían la pesadilla de la que acaba de escapar, incluso el brazo sentía el escozor del arañazo y la sangre descender. Encendí la luz, y descubrí que lo sentido era real, que la sangre descendía, y que el arañazo iba desde el hombro hasta el codo. Fui al baño a lavármelo y cubrí la herida con gasas
Intenté volver a dormirme, pero tenía miedo de que al hacerlo viajara de nuevo a ese pesadilla que por más que intentara no sabía comprender, todo era realmente extraño.
-Iker despierta, todo está cambiando-le susurré
Me centré en las monótonas respiraciones de Iker para mandar al olvido lo sucedido en esa larga noche que aún se resistía a morir, y con ese sonido rítmico volví a pensar en el beso, y volví atrás en el tiempo y el espacio, y volví a verlo allí tumbado con los ojos puestos en el cielo, con sus manos temblorosas jugueteando con la arena, cuando todo comenzó a pasar a un ritmo tan vertiginoso que no era capaz de contemplar en esas imágenes, que se sucedían unas a otras, esos pequeños detalles que llenaron de magia el lugar. Y me planté en el momento que desencadenó aquel sinfín de hechos carentes de explicación, aunque lo que sí comprendí era que aquel beso permanecería en mí por siempre, siendo clave en el resto de mi existencia. “Cuando una persona hace que un sentimiento despierte y actúe en ti con tanta intensidad, el recuerdo de lo sentido y lo vivido se manifestará día a día el resto de tu vida”. Y todo frenó en seco y desapareció, dejándome amparada con las dudas que me asaltaban sin cesar
Poco a poco los minutos pasaban, había escuchado pasear a las enfermeras de guardia por el pasillo, también el molestoso sonido de las aguja del reloj en su visita con las horas, incluso las gotas de una llovizna de verano colisionar contra el suelo y expandirse. Me estaba comenzando a desesperar por no poder conciliar el sueño cuando una enfermera entró a la habitación. Debían ser ya la seis de la mañana, pensé.
Aproveché la visita de la enfermera para salir a la calle y cargar mis pulmones de aire.
La madrugada desprendía leves gotas de rocío sobre el pavimento. Sentía la humedad calarse sobre mis huesos.
Volví a entrar al edificio y me dirigí a una de las máquinas por un café, o más bien debería decir por un sucedáneo del producto. Sabía que por el precio no iba a ser café de Colombia, pero tampoco creía que iba a ser un café de sabor repulsivo y de color un tanto sospechoso. Después de darle un pequeño sorbo y que una arcada me invadiera con la velocidad de un espasmo, lo tiré indignada en una papelera.
Subí al ascensor y me dispuse a caminar hacia la habitación, cuando me crucé con un chico muy atractivo. Era de una estatura media y bastante corpulento, su pelo era largo, y con una barba de varios días reforzaba ese estilo desairado. Sus ojos azules eran un tanto raros, exóticos, místicos e intrigantes, ya que por instantes daba la sensación de que mudaban en un color grisáceo o plateado. En seguida sus ojos se cruzaron con los míos, y descubrió que yo estaba observándole fijamente, y me premió con una sonrisa cómplice y payasa que provocó en mí una ligera y ruborizada réplica. Se fue canturreando y marcándose un baile por el pasillo.
Al llegar a la habitación me encontré con Carmen, estaba arreglando la habitación, como si no hubiese quien se encargara de ello. Abrió las ventanas de par en par y corrió las cortinas para que entrara el aire, sin importarle el otro paciente de la habitación 226, que casualmente tampoco tenía consciencia. Carmen era así, cuando ella creía que tenía que hacer algo lo hacía, aunque no se esperase de ella que lo hiciera, o aunque sentara mal. Trajo flores, eran unos preciosos lirios blancos que colocó en un jarrón negro con motivos florales que situó en la mesita que se encontraba al lado de la cama de Iker. Colocó bien esa cama, tiró lo desechable a la basura, y lo demás lo colocó perfectamente en su sitio, todo ante mi perpleja mirada y una sonrisa de satisfacción y admiración hacía esa mujer valiente y autosuficiente que tenía ante mí, que siempre iba con paso firme por la vida, ofreciendo todo lo que poseía a cualquier persona que veía o creía que era poseedor de buena fe, y eso, en la parte que me tocaba, me honraba y me presionaba a la vez, ya que tenía que vigilar todos mis pasos para no defraudar a una mujer con ese corazón de tales dimensiones.
-¿Vas a estar mucho rato en la puerta?- me espetó mirándome de reojo. Estaba todo impecable, impoluto, rozando la perfección, y lo más curioso es que había dejado del mismo modo la zona del compañero, de aquel chico joven que había llegado apenas una hora antes de que nosotros lo hiciéramos, y que en todo ese tiempo no había recibido la visita de nadie que se preocupara por su estado. Carmen murmuraba que aquello era penoso, que nadie se preocupara por el, por lo que era ella la que lo hacía como si de un hijo se tratara; miraba que estuviera cómodo, que no tuviera frío o que el sol no le molestara, preguntaba constantemente a los médicos por ambos, pero en ambos casos estos no tenían ningún diagnóstico en claro.
-¿Cómo has venido tan pronto?- pregunté mientras me fijaba como volvía a limpiar lo impecable-¿Qué pretendes sacarle brillo a todo?-intenté sacarle una mínima sonrisa en ese rostro que se fundió cuando se enteró de lo ocurrido en la playa.
-¿Qué te ha pasado en el brazo?- preguntó algo preocupada
-Un pequeño accidente, no es nada- me miró fijamente, primero a los ojos, y luego al brazo
-Vete a descansar-
-No estoy cansada- respondí tajantemente- es más, quiero quedarme todo el tiempo que pueda aquí.- Realmente estaba molida, me desvanecía por instantes, y poco después sacaba ligeras fuerzas del sitio mas insospechado.
Pero la insistencia de Carmen, que seguramente se percató de que no estaba tan fresca como quería aparentar, me obligó a que me marchara de allí, pero no lo hice antes de que negociáramos que a las seis de la tarde sería yo quien me rebelaría, y me quedaría una noche más con Iker.

Continuará...

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Plumas de fuego 4.1

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Capítulo 4.- Despierta, todo está cambiando (1ª Parte)

¿Te has encontrado alguna vez en la tesitura de no saber donde está la raya que separa la realidad de los sueños? ¿O viceversa? Y te hayas perdido en ese mundo donde tus sueños son demasiados reales o en el que la realidad es descomunalmente fantástica.
Es impresionante la sensación de conseguir algo después de haberlo deseado tanto, día tras día, una lucha constante, sin tregua, y al fin lo había logrado.
Ese beso que paró el tiempo, mucho más que un instante…
Una luz intensa y cegadora quebró la oscuridad del lugar, era tan poderosa que lograba traspasar mis párpados cerrados. Tuve miedo de que al abrir los ojos el ya no estuviese, que todo hubiese sido un bonito sueño y que despertara al hacerlo, que esa claridad solo fueran los rayos de un sol matutino traspasando los cristales de la ventana de mi habitación. Levanté lentamente los párpados pese a que la molestosa luz hacía que tuviera los ojos entornados y el entrecejo fruncido ante la imposibilidad de vislumbrar con claridad. Mis ojos, paulatinamente, se iban adaptando a las nuevas condiciones del escenario, cuando logré ver que Iker estaba a dos metros por encima de mí suspendido en el aire, con una luz brillante que envolvía su cuerpo dominándolo, y chillé; una fuerza invisible empujaba hacia mí y dificultaba mi respiración, tenía miedo, por mi, por él, y debería de haber salido corriendo de allí, debería haber tomado control de mi cuerpo el instinto de supervivencia, pero a medida que mis ojos se habituaron a aquel exceso de luz, todo lo que vi era maravilloso, impresionante, místico, mágico, pero perdí rápidamente el conocimiento.
Mi cuerpo de nuevo despertó cuando una ligera brisa cargada de arenilla la acarició posando sobre ella algunos gránulos. Cuando mis ojos le acompañaron, mi primera visión fue un cielo despejado, repleto de estrellas parpadeantes; miré hacia un lado, y vi al agua y a la espuma juguetear con la arena de la orilla. ¿Qué había sido aquello? ¿Había sido real?
-¡Iker!- un grito desesperado que se llevó toda mi alma con el, emergió de mi garganta, giré la cabeza hacia el otro lado, allí lo encontré, desnudo, acostado sobre un gran montículo de arena, inconsciente... ¿Dónde estaba su ropa? Me pregunté unas décimas de segundo, antes de que otra más importante la empujara a un segundo plano. Intenté levantarme pero las piernas flaquearon y caí estrepitosamente contra la arena, puse las manos sobre esta y comencé a arrastrarme unos metros sobre esa superficie arenosa hacia él. Al llegar a su lado mi cuerpo desconectó, y a pesar que tenía que saber con urgencias cual era el estado de Iker mi cuerpo dejó de responder, se encontraba en estado de shock, con excepción de mi corazón que comenzaba a latir a un ritmo vertiginoso, tan veloz que convertía a todo ese ser paralizado en sacudidas a su compás.
Contemplar su desnudez, un cuerpo en su estado puro, con el sonido del mar y de mi corazón como únicos testigos, era una tentativa, una nueva perspectiva de ver el mundo, de saber que para mi lo es todo, de saber que para mi ese ser que se haya desnudo ante mi es mi verdadero mundo.
Segundos después mi cuerpo al fin reaccionó; pero lo primero que hice fue acercarme más a su cuerpo, abrazarlo en su totalidad, y volver a besarle una vez más, era otro de esos impulsos vitales, una necesidad como respirar el aire. En su mano, traspasando la piel, emanó algo pequeño, delicado, blanco, tan blanco e impoluto como la nieve recién cuajada.
-¡Iker! ¡Iker!- exclamé a toda voz mientras golpeaba su cara- ¡Despierta!- continué gritando y golpeándole el rostro, pero no reaccionaba. Me levanté sin caer en la cuenta de que anteriormente las piernas me fallaron, pero está vez no lo hicieron, y fui a buscar agua al mar para echársela por la frente, pero regresé sin ninguna gota entre las manos. Tenía claro que en situaciones tensas no reaccionaba bien y actuaba absurdamente. Me detuve un segundo, inspiré todo el aire que cupo en mis pulmones, me relajé, y dejé que todo aquel aire exhalado se llevara todo aquel nerviosismo que no me dejaba razonar adecuadamente, y al siguiente fui corriendo a buscar el móvil para llamar a emergencias, lo encontré de seguida. Los sucesivos cinco minutos, aproximadamente, que tardó la ambulancia en llegar fueron los minutos mas largos, y más angustiosos de mi vida, hasta que finalmente percibí en la lejanía el sonido de la sirena, y segundos después el reflejo de sus luces, cuando me percaté de que aquello que anteriormente había emergido de la palma de la mano de Iker, aún permanecía postrado sobre ella, lo agarré y lo guardé en mi bolsillo.
La ambulancia llegó poco después, los tres sanitarios se dirigieron al cuerpo inerte y flácido de Iker. Le controlaron el pulso, lo tenía correcto.
-¿Qué ha pasado?- preguntó uno de ellos
-Ha perdido la consciencia
-Hasta ahí llegamos- satirizó- ¿Desde cuando?
-No tengo ni idea
-¿Cómo que no tienes ni idea?
- Porque yo también perdí la consciencia, y al despertarme el estaba como veis, tirado en el suelo completamente desnudo.
Bajaron la camilla, subieron allí a Iker, le ataron las correas, y lo introdujeron en el vehículo, detrás de él fui yo. En todo el camino que nos llevó hasta el hospital de Barcelona, el sanitario borde no cesó de preguntar sobre donde estaba la ropa de Iker, si tenía algo que ver el alcohol o las drogas, y por mucho que negará el seguía insistiendo, incluso me advirtió:
-Más te vale que no se encuentre en su organismo ninguna sustancia extraña o una tasación altísima de alcohol que lo haya inducido a un coma etílico, o que cuando despierte no te inculpe de nada, porque si no vas a pasarte una larga temporada en un hotel de cinco barrotes por tentativa de asesinato, ¿Te queda claro? Asentí tranquila, mientras el reía irónicamente a carcajadas, mostrándome al completo sus dientes de un amarillo casi anaranjado.
Mientras llegábamos llamé a Carmen y le informé de lo sucedido para que fuera al hospital lo antes posible. Estaba comenzándome a preocupar, más si cabe, que Iker continuara inconsciente. Minutos después de terminar de hacer me algunas pruebas, análisis, electros… Apareció con el nerviosismo habitual de una madre preocupada porque su hijo esta inconsciente, y la impotencia de no poder hacer nada.
Los días pasaban y él seguía sin despertar, habían sido arrancadas diez hojas del almanaque desde entonces. No habían habido noticias, ni evoluciones, ni si quiera avances en el diagnóstico.
Conseguí convencer, milagrosamente, a Carmen un día para que fuera a su casa a descansar, yo me quedaría con él. A medida noche desperté en el incómodo sofá, miré a Iker en la oscuridad de la habitación, y aunque no lo veía sabía que estaba allí: me levanté, caminé hacía él y me metí en su cama, apoyando la cabeza sobre su torso, y cerré los ojos. Mi respiración iba acompasada con la suya, mi mano temblorosa, ansiosa de contacto, recorrían su rostro, sus mejillas, sus labios tiernos…y descendieron por su cuello y por su pronunciada nuez, enlazando cada parte de su cuerpo con la siguiente, un perfil, un curva, una temperatura, un tacto… Di una salto desde el cuello hasta las rodillas, saltándome la bata blanca del hospital, y retomé mi camino por debajo de esta; las yemas de mis dedos se aferraron a cada milímetro de su piel desde la cintura, al abismo de su ombligo, al relieve de cada músculo, al pezón, y al volver a bajar descubrí al tacto una cicatriz situada en el pectoral izquierdo, era áspera y fría… era un poco más grande que la mía, que estaba situada en la ingle. Ahora no recuerdo como tengo esa cicatriz, ni siquiera recuerdo haberlo preguntado.
El reloj de la pared marcaba más los tics-tacs, tal vez fuera por el absoluto silencio, o porque yo estaba rozando el sueño, pero sus segundos eran más pronunciados, más ruidosos, más molestosos…
Sentí por un momento una presión en el brazo, me levanté bruscamente, y me acerqué a su cara, que aunque no la veía sabía que estaba allí.
-Iker, abre los ojos- le susurré al oído- No tengas miedo, yo estoy aquí- pero no reaccionó, lo volví a intentar, pero todo continuaba igual, desistí y me dije que había sido un impulso, un acto reflejo, y volví a apoyar mi cabeza en su pecho.
La intensa claridad traspasaba mis párpados, los levanté y descubrí que me hallaba en un lugar precioso donde el agua caía de una cascada hacía un mar plateado, mucho más espeso que un mar normal, en él se reflejaban dos hermosas lunas rojas que asomaban tímidamente en un cielo grisáceo.
CONTINUARÁ...

martes, 22 de septiembre de 2009

Plumas de fuego 3.4

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-Hola Iker- mi mirada seguía milimétricamente encajada en la suya, esclavo de un hechizo o de una hipnosis, y todo comenzó a producirse a cámara lenta, hasta que el mundo se paró definitivamente, una vez más, sin poder ser alterado. Solamente teníamos derecho a movernos en ese parón temporal ella y yo, pero a ambos, la persona que teníamos enfrente nos paralizaba. A estas alturas ya era consciente de que cada vez que sentía esas percepciones era porque se avecinaba un punto clave en mi vida. ¿Qué dichosa relación tenía el tiempo conmigo que siempre actuaba, o más bien, dejaba de actuar, en estas ocasiones?
-Iker, Esther, ¿Os conocéis?- articuló, perplejo como pudo, Ewan con un español más que correcto cuando todo volvió a la normalidad.
Su cara desencajada poco a poco recobraba su frialdad habitual, y comenzaba a dirigir su mirada en ambas direcciones a la caza de una respuesta
-Si- dijimos al unísono, y ambos nos ruborizamos como colegiales- Es una persona muy importante en mi vida- prosiguió Esther
Predominaba en mí la confusión, por el simple hecho de que a estas alturas aún no comprendía cual fue el motivo por el que actúo alejándose de mí de la noche a la mañana, o tan solo durante el tiempo en el que vas a sacar un café de la máquina, y porque aparece de nuevo justo ahora para poner mi vida patas arriba. También tenía interrogantes del día de la playa, pero esos ahora mismo eran secundarios.
-Si, bueno, también ella lo es en la mía, pese a todo- contesté, aunque me quedé con algo que reconcomía las entrañas, un vomito, un grito sin voz, unas ganas inmensas de zarandearla de lado a lado hasta que me diera una explicación razonable, y lo que provocó fue una reacción en ella que ya me esperaba, y me sentí sucio, pernicioso, abominable… Pero aún sabiéndolo no detuve aquel ataque virulento lanzado por el orgullo pisoteado, y por lo que creí que eran tan solo migajas del dolor, insignificante porciones de basura, que sin embargo, al tenerla allí enfrente descubrí que seguía siendo un enorme vertedero; aún así conseguí debilitarlo. Sus ojos se inundaron de una ligera película de lágrimas que controló como pudo, aun así se podía ver una mirada perdida. Su cara se transformó en nostalgia, y sus manos temblorosas actuaban por su cuenta. Notaba como sus labios anhelaban el contacto mientras se los humedecía sutilmente con su lengua, y como su pecho se convulsionaba bruscamente a merced de los compases rítmicos que emitían su corazón acelerado. Deseé haber dado unos pasos hacía ella, abrazarla firmemente y presionar su cintura contra la mía y haberle dado un beso apasionado, pero por el hecho de que no hubiese sido lo correcto por respeto a su acompañante y a mi pareja, de que Sandra ya se había avispado indudablemente de nuestra conexión, de que estaba convencido de que sentía algo fuerte por Sandra, y de que me convencí de que eso que comencé a sentir nada más ver a Esther era solamente producto de la nostalgia y del cariño que procesaba por ella, ni siquiera pestañeé. Continué mi camino, saludé a Ewan con un fuerte apretón de manos, y me acerqué a Esther
-Esther- le susurraba al oído mientras le besaba en la mejilla- aunque durante todo este tiempo he deseado hablar contigo, este no es par nada el momento- asintió tenuemente.
Disfrutamos de una gran velada, aunque faltó una conversación más fluida entre Esther y yo, que no sobrepasó en ningún momento de monosílabos ni de miradas avergonzadas, inexplicablemente, después de tanto tiempo juntos, de miles de locuras, de secretos inconfesables, de bañarnos decenas de veces desnudos en la playa en las noches alunadas y frías de invierno, y pese a todo eso, nuestra simple presencia intimidaba al otro.
Salimos del restaurante de la calle Saberte, y nos despedimos, no sin antes abrazar a Esther y decirle que esperaba que nos viésemos pronto.
Cogí el coche, y aparqué frente a nuestro portal. Sandra había estado callada todo el camino. Subimos las escaleras hasta el rellano de su piso, la besé y me giré para descender las escaleras
-¿Qué sientes por ella?- preguntó con agresividad parándome en seco
-Pues…-me giré y la miré- sinceramente no te podría decir si siento algo por ella o no
-Pues yo creo que sí- cuestionó un poco enojada- se palpaba mucha conexión en el ambiente
-Claro-sonreí- es una muy buena amiga que hacía tiempo que no veía
-¿Hubo algo entre vosotros?
-Mas que lo que hubo, es lo que pudo haber pasado, es extraño
-¿Qué vas hacer?- algunas lágrimas comenzaron a emerger de sus inmensos ojos
-¿Cómo que qué voy a hacer?- me acerqué y las recogí en la yema de mi dedo pulgar
-¿Qué vas hacer con ella?
-¿Qué quieres que haga?- respondí rápidamente- pues nada, yo estoy contigo, y a la que quiero es a ti- pronuncié, cuando vi una cara sorprendida por unas palabras que aún no era consciente de que las había pronunciado
-¿Me has dicho que me quieres?- afirmó ilusionada más que preguntó
-No lo he hecho- respondí tajantemente
-Si lo has hecho- murmuró- no lo niegues
-¿Y que si lo hago?-sonreí y me incliné para besarla
-¿Quieres entrar en mi casa?- siseó sensualmente
-No, Sandra- contesté- estoy agotado, y necesito poner mi cabeza en orden
Me fui a casa, me duché y me tumbé en mi cama, pero no conseguía conciliar el sueño, así que me vestí y fui al único lugar donde hallaba la calma, la playa, la misma playa que parecía gritar que quería ser protagonista principal en los grandes acontecimientos de mi vida. Me despojé de la ropa, mostrándole a esa playa mi desnudez, y me introduje en la salada, fría y revoltosa mar, solo con ella, fusionados y hechos uno, una prolongación el uno del otro, como dos enamorados acompañados de la grandeza de la noche y su cielo estrellado. Salí del mar y me tumbé en la arena, rebozándome de ella, hasta que la noche murió lenta y agónicamente, y el nuevo nacimiento del sol comenzó a practicar el sortilegio del amanecer. Había estado toda la noche allí, y en el transcurso de ese tiempo no había conseguido pensar en absolutamente nada, como si mi mente hubiese desconectada y hubiese dejado a mi cuerpo inerme, totalmente a merced de cualquier peligro que me acechara. Me puse la ropa y me marché al recobrar la consciencia, y descubrí que se acercaban varios operarios que se dedicaban a la limpieza de esa playa. Caminé dirección a mi casa, pero mis pies llevaban un rumbo aparte, y recorrieron la cuidad de Gavá al completo un par de ocasiones, aprovechándose de ese estado de inconsciencia, con el consiguiente regreso a la playa con la llegada de la noche. Me volví a desnudar ante esa amante que me calmaba, y me entremezclé con ella, una vez más, me hacía sentir bien, vacío, con el alma blanca e impecable, y cuando la noche comenzó a deteriorarse, me volví a vestir y caminé un amanecer más dirección a mi hogar. Giré una de las esquinas que daban a mi calle, y allí sentada en un banco estaba ella, con aquel vestido años veinte que había llevado dos noches atrás, y con un rostro cadavérico que podía ser fácilmente comparado con el mío
Levantó la cabeza y con una mirada asustada se cercioró de que era yo, suspiró. Se levantó de un brinco del banco, y me abrazó
-Tenemos que hablar-susurró con una aureola preocupada en su rostro.
-Esther, ¿desde cuando estás aquí?- pregunté mientras me quitaba la sudadera y se la cedía a ella para que se abrigara
-Desde que nos despedimos del restaurante- dijo ella sin dirigirme la mirada, cabizbaja, y mientras le castañeaban tímidamente los dientes.
Me preguntaba si esa mujer estaba en sus cabales, era inimaginable que una persona cuerda estuviera esperando a otra dos días seguidos en la calle, y más después de estar evitándola casi tres meses.
-Pero ¡Estas loca!- exclamé alzando la voz. Comencé a recolocarle el cabello que tenía adherido a su cara, en su lugar original- ¿Por qué no me has llamado?
-No traje el móvil- respondió con una preocupante astenia, con un tono de voz casi inexistente, como si estuviera drogada, su voz era más ronca de lo habitual, seguramente había cogido frío en el cuerpo.
-¿Subimos a casa, te preparo algo caliente, y así podemos hablar mejor?- murmuré acariciándole dulcemente la cara, y pidiéndolo a gritos silenciosos que me mirara; asintió levantándose del banco y apoyándose en mi hombro
Aunque aún estábamos en verano, por la noche refrescaba como si estuviéramos en pleno otoño, hacía frío, y mucho más si solo llevas un vestido de noche veraniego, pero para ella eso no tenía importancia. Lo más espeluznante, era que hubiese estado allí en la oscuridad de la noche, cuando las sombras actúan, y el barrio se convierte en un peligro constante.
Abrí la puerta del piso y dejé las llaves sobre una mesilla del pasillo. Mi hermana Carlota continuaba estudiando en Inglaterra, y mi madre se había ido a Alemania con mi padre, así que no tenía que preocuparme de despertar a alguien. Fui a la cocina, y Esther se dirigió a mi habitación a coger una camiseta y unos pantalones míos para cambiarse. Cuando volvió tenía sobre la mesa un plato de macarrones con queso que había preparado hacía dos días. Tampoco podía prepararle nada mejor, porque la diversidad en las artes culinarias de un joven que vive en casa de sus padres es prácticamente nula. Se sentó decidida en la mesa. Sus cabellos lacios escondían un rostro apagado, nunca la había visto de aquella manera.
-¿Quieres algo de beber?- pregunté intentando romper aquella máscara que había interpuesto, y que en aquellos momentos ocultaba lo que siempre me había mostrado
-Si quier…-
-Pues te levantas y lo coges- la interrumpí con brusquedad, con la clara intención de que supiera que las cosas entre ella y yo no podían haber cambiado tanto las cosas, y aunque si fuese, quería que supiese que pese a todo lo ocurrido, aún seguía confiando en ella.
Se levantó con una ligera sonrisa congelada y forzada, expresándome que aunque quería no podía. Abrió la nevera y cogió un botellón de cerveza, se dirigió al tercer escalón situado bajo la encimera, levantó los paños de cocina y sacó el abridor, esto me reafirmó que era parte de la familia, conocía cada rincón de aquella casa al detalle, donde estaba cada cosa, cada secreto… Volvió a la mesa, y comenzó a comer saciando su voraz apetito. Me senté encima de la encimera con otro botellín de cerveza. Encendí un cigarro para calmar los ataques de sueño. Eché una bocanada de humo, sueño, dolor corporal, dudas, miedos, estrés y aire.
Al terminar de comer subimos las pequeñas escaleras que nos llevaron hasta mi habitación, nos sentamos en la cama, uno enfrente del otro, y nos miramos fijamente; el sueño me golpeaba con dureza, pero las ansias de conocer su explicación, de volatilizar las dudas, apaleaban salvaje y sangrientamente al sueño.
-¿Qué pasó?- pregunté decidido al ver que ella esperaba que comenzara mi interrogatorio. Se levantó de la cama, cogió su diminuto bolso, y lo vació volcando todo su contenido sobre la colcha de mi cama. Lo introdujo todo nuevamente en el bolso, dejando en el lecho un sobre blanco e indefenso ante mi curiosidad. Alcé la mirada repentinamente con una expresión dudosa.
-Ábrelo- susurró una Esther deshecha, que ya tenías ganas de acabar con todo esto. Estaba apunto de caer en los brazos de Morfeo, pero sabía que esa noche iba a ser muy larga e intensa, cargada de horas que ocuparíamos hablando. Cogí el sobre y lo abrí
-¿Qué es esto?- pregunté con el mismo tono de extrañeza que posiblemente se estaba reflejando en mi cara, no entendía que tenía que ver el contenido de ese sobre blanco con mis dudas


Final capítulo 3

viernes, 18 de septiembre de 2009

Plumas de fuego 3.3

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Ewan me impresionó con una conversación con la que definitivamente empezamos a caminar ambos en una misma dirección, y me explicó el porque de su apariencia externa con la que cada vez estaba mas seguro que no tenía nada que ver con la interna. El no tenía un hogar al que regresar, ni siquiera una casa. Dormía en una tienda de campaña que montaba en alguna playa siempre que la climatología y las autoridades se lo permitieran, y en esos casos se iba a pasar la noche a alguna pensión. Dinero no le faltaba ya que trabajaba, pero así quería su vida, y como buena alma libre y aventurera siempre iba en continuo movimiento de un lugar a otro, sin saber donde iría ni cuanto tiempo permanecería en aquel lugar, solo a la espera de comenzar a creer que estaba arraigando en el lugar para irse a el próximo destino desconocido. El motivo por el que llevaba varios meses en Barcelona, algo impensable para él, era ese embrujo misterioso que tenía la ciudad, algo que lo atraía inexplicablemente, como si la gravedad en esa ciudad tuviera más potencia que en todos los otros lugares que había visitado, como si algo le dijera, tal vez el instinto, que debía estar en ese lugar por algo, aunque no supiera porqué; y tenía miedo, y a la vez esperanza, tenía miedo de haber llegado ya al final de su camino, de la búsqueda de su lugar, de asentarse de alma y corazón y tener que entregarlo a la gente que poco a poco se acercaban a su localización y volverse a arriesgar, pero también tenía la esperanza de encontrar la calma, de comenzar a tener la oportunidad de ser feliz. Todo eso me hacía mantenerme alerta, me intimidaba todo lo que había vivido, todo lo que sabía, con menos edad que yo, pero a la vez me atraía.

Un día sin mas preámbulos, asombrosamente dejó de interesarse por Sandra, es más, no escatimaba en esfuerzos para que ella y yo empezáramos algo, y yo lo agradecía porque comenzaba a sentirme bastante atraído por ella, aunque viera esa relación más como un amor esporádico de verano que como una relación seria en la que implicarme emocionalmente, no era eso lo que quería, luego ella se iría y llegaría el adiós y yo seré el que volverá a sufrir como ya había echo con Esther, y tenía miedo a ello. Era consciente de que todo el mundo tarde o temprano se marcha, y pese a ello, y pese a tener miedo, no me encerraba dentro de esa cáscara protectora, porque prefería mil veces sentir y sufrir a tener el corazón vacío donde irrumpiría la oscuridad y la soledad. Decía que no quería eso, actuaba la razón, pero el corazón decía totalmente lo contrario y su palabra era más alta y mas poderosa y me arrastraba hacía ella atraído como con un imán, colocándome al borde del abismo, donde dudaba si caería o no. No podía separarme de su lado, me sentía cada vez más cómodo, sentía que necesitaba cada día un poco más.
Sandra y yo no tardamos nada en comenzar con los flirteos, los piropos, las caricias, los besos, necesidades de uno mismo que además atraían a la otra persona, hasta que finalmente, y aunque no queríamos nada serio, lo empezamos. Desde luego no sentía lo mismo que llegué a sentir con Esther, en cuanto a magnitud e intensidad se refiere, pero tampoco Sandra había tenido el mismo tiempo que tuvo Esther para llegar a cualquier recóndito rincón de mi ser. Estaba seguro que ella era capaz de conseguirlo.
Sábado por la mañana, el sol actuaba en su máximo esplendor, las playas estaban abarrotadas de gente, la mayoría extranjera, de sombrillas y de toallas. Sandra y yo también disfrutábamos del mar, cuando apareció Ewan totalmente irreconocible, lo que veíamos, atónitos, en frente, era como el alter ego de él, como si fuera él mismo pero sin su personalidad, pero lo cierto es que estaba espectacular. Estaba afeitado, con un corte de pelo más moderno que había destruido a aquellos bucles interminables, y con un aire pulcro. Portaba un moreno natural, su ya habitual tabla de surf y su bañador largo, que le llegaba justo por debajo de las rodillas, de rayas oblicuas blancas y negras. Sandra y yo nos miramos instantáneamente, y después de muchas cábalas el único motivo que se nos ocurrió a tal cambio radical era que había conocido a una mujer, y comenzamos a reir. Nos las ingeniamos para provocar una cita doble, cosa que rechazó ipso facto, y aunque al principio nos costó sacarlo de la negación, Ewan que pese a esa barrera tosca del exterior, definitivamente es un buenazo y accedió.
Era mi primera cita como tal con Sandra, por lo que tenía que ser muy especial. Me vestí con lo que creí que era lo más conveniente para el lugar y la ocasión, un look elegante pero informal, unos pantalones blancos rectos de pitillo y una camisa del mismo color, unos zapatos clásicos grises al igual que la fina americana.
Conseguimos una reserva para las diez en uno de los restaurantes más populares de la ciudad que siempre permanecía al completo, pero gracias a que Ewan tenía contactos con el jefe conseguimos una mesa.
Fui a buscar a Sandra, y para ello no tuve que hacer un gran trayecto, subir una decena de escaleras, y ya me encontraba en el rellano frente a su puerta, sonreí. Abrió la puerta y tras ella apareció más que una mujer una diosa, espectacularmente bella y elegante con un vestido negro de tirantes descubierto por la espalda y con un escote vertiginoso, además tenía un pequeño bolso dorado, que conjuntaba con sus zapatos de tacón de aguja Cogimos el coche y en nada nos encontrábamos en el restaurante de la ciudad Condal. El lugar se llamaba “El café de la princesa”. Nos dirigimos al interior, y nos quedamos maravillados de su belleza, corroborando el porqué lo calificaban como uno de los espacios más románticos de la ciudad. Era quizás porque lo tradicional convivía a la perfección con lo exótico, los colores calidos mezclados con aquellos muros de piedra y aquellas grandes alfombras que combinaban a la perfección.
Un camarero, amablemente, nos acompañó hasta la mesa. Todavía Ewan y su acompañante no habían llegado, nosotros nos habíamos adelantando levemente a la hora citada. Mientras esperábamos tomábamos agua frasca que refrescaba nuestro paladar, y que era apetecible en aquella época del año.
-¿Cómo crees que será el gusto de Ewan con las mujeres?- preguntó curiosa
-Pues me hago una ligera idea- respondí mirándola con cierta ironía, aunque Sandra no me siguió- Será bueno seguro
-¿Por qué estás convencido?
-Tiene que ser muy bueno para que haya cambiado tanto su aspecto- asintió Sandra
El silencio se apoderó de nosotros, y en aquel hermoso sonido inapreciado la contemplé, todo ella era magia y luz, sin dudas me estaba enamorando nuevamente.
-Sandra- susurré al besarle delicadamente el lóbulo de la oreja, esta, volvió a la realidad despojándose de sus pensamientos, alzó una mirada cómplice y sonrió- estás preciosa
-Gracias Iker- sonreía y se sonrojaba a medida que me contestaba- tú también lo estás- se inclinó con sutileza y me besó.
-¡Oye! Iros a un hotel- la voz de Ewan rompió tajantemente aquel romántico momento. Nos separamos avergonzados mientras sonreíamos tímidamente.
-Hola Ewan- le saludé, y comencé a alzar poco a poco la vista mientras me levantaba del asiento y comenzaba a vislumbrar a su acompañante, poseedora de unas preciosas y largas piernas; llevaba una vestido verde estilo año veinte, era una chica de piel morena, y me centré en su cara, pero inmediatamente bajé la mirada, volví a levantarla nuevamente con más lentitud con la que había hecho antes, con un pálpito intenso en mi pecho, y con el temor de que al volver a mirarla volviese a ver lo mismo que había descubierto la primera vez, me volví a detener fijamente en su cara, no había duda, era Esther, ambos nos quedamos paralizados y exhaustos.
-Hola Esther-Al terminar de pronunciar esas palabras, cometí el peor error posible, mirarla a los ojos, y entonces comprendí que por mucho que quisiese engañarme u ocultar no había dejado de querer a Esther, que posiblemente mi cerebro mandaba señales ilusorias para engañar a mi corazón como único modo de supervivencia, que todos los muros que costosa y dolorosamente construí, día a día, y ladrillo a ladrillo para encerrar todos aquellos sentimientos que ya creía extinguidos, se derrumbaron de un plumazo tan solo con un diminuto detalle. Peligroso, incluso casi mortal, fue engancharme nuevamente a sus ojos, creando un enlace irrompible en ese momento, y todo volvió a pasar una vez más por mi cabeza en milésimas de segundo, todo lo vivido con ella, lo sentido, las imágenes de aquel beso que desencadenó sentimientos únicos y que luego se autodestruyeron al provocarse situaciones algo extrañas y complejas, y comencé a ver todos aquellos recuerdos desde todas las perspectivas y ángulos posibles.
Aquel beso que se alejaba de la normalidad, que provocó en mí aquella sensación de éxtasis, y que también me dejó en una cuneta tres semanas de mi vida, aquel beso no fue normal, este tiene muchísima más sustancia que otro cualquiera. ¿Por qué tuvo que estropearlo todo?



CONTINUARÁ...

jueves, 17 de septiembre de 2009

Nota

Finalmente he decidido centrarme en la publicación, que no en la escritura, en Plumas de fuego, más adelante cuando está historia esté concluyendo o ya concluida, publicaré el resto, más que nada para evitar confusiones... Por cierto estaros atentos porque Plumas de Fuego se publicará mas amenudo.
Besos
Pd: Mañana hay capítulo

martes, 15 de septiembre de 2009

Plumas de fuego 3.2

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RECORDANDO...PLUMAS

-Iker es un joven universitario que vive en un piso de Barcelona con Esther

-Está enamorado en silencio de ella
-Una noche en la playa se besan, y algo extraño ocurre...

- Iker despierta en el hospital despues de tres semanas en coma

-Su madre le cuenta que durante todo este tiempo Esther ha estado a su lado, pero ahora extrañamente no está, se ha ido, e Iker tiene demasiadas preguntas

-Iker sueña con un extraño ser
Y AHORA
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Durante un par de días me hicieron pruebas de todo tipo antes de que me dieran el alta médica, aunque finalmente salí del hospital sin que averiguasen que me había inducido al coma.
Creo que no hace falta decir que ella no dió señales de vida, y que en mi interior se despertaron las partes combatientes, una guerra encarnizada entre la parte que quería seguir adelante y dejar pasar el tiempo, preservar un orgullo ya magullado, y entre la parte preocupada, esa extraña fiereza que mostraba, ese instinto que me decía que esa actitud no era habitual, que había algo que no iba bien. Por supuesto que ganó la segunda parte, sobretodo cuando el espejismo se rompió y descubrí que lo que yo creí que era orgullo, era dependencia, necesidad de que me necesitase al igual que yo la comenzaba a necesitar, que me diera aire, que me calmara, que me salvara…
La llamé a su móvil, el instinto que me gritaba, “¡Ha pasado algo!”, me arañaba el corazón, me saturaba la mente con un único pensamiento como no había pasado nunca, me erizaba la piel…Todo seguía igual, yo preocupado, y ella desaparecida, callada en el lugar al que había ido o al que le habían llevado, sin cogerme el teléfono, sin calmar esa sensación de que me necesitaba. Esa sensación me llevo hasta su casa, hasta nuestra casa, a pesar de que el doctor insistiera en que permaneciera algunos días más en reposo preventivo, y que recobrase mi vida paulatinamente. Toqué el timbre, y una voz femenina que no conocía salió del interfono
-¿Quién?
-Hola ¿está Esther?
-¿Quién pregunta por ella?- respondió rápidamente
-Soy Iker, el…- ¿Qué era de ella? me pregunté, el chico al que besó y mandó directo al hospital para luego dejarlo tirado allí en una cama repleto de dudas, contesté cínicamente a mi propia pregunta en pensamientos- amigo y compañero de piso de Esther- supuse que la voz que hablaba era la de la madre de Esther, ¿Qué hacía allí? Ya sé que era su casa, pero ¿y si realmente ha sucedido algo?
-No está, lo siento
-¿Pero esta bien?-
-Si, gracias-y colgó, pero volví a llamar
-¿Si?
-Perdone pero es que no había terminado- contesté con sequedad
-Iker, lo siento, todo va bien, pero ella ahora no está
-Perfecto, pero como supongo que usted la verá o hablará antes que yo, dígale que o me llame, o me diga que tengo que hacer, porque en su casa están mis cosas
-De acuerdo, lo haré
-Gracias.
Tenía miedo de hacer preguntas porque algunas respuestas me podían hacer mucho daño, pero toda esa situación fue un punto de inflexión para mí, ella estaba bien, se había marchado, continuaba con su vida, yo debía hacer lo mismo. Me convencí de que la piedra, por mucho que la ignorara, ahora estaba en su tejado, y que si ella sentía lo mismo que yo, tendría que preocuparse de volver antes de que lo que sentía se apagara. Pero todavía, día a día, durante un mes, me engañaba y volvía a ir a su casa, repasaba la ciudad saltándome ese nuevo principio que me había interpuesto. Volvía cada tarde decepcionado y dolido a casa de mis padres, y me prometía que no volvería a ir, pero llegaba el día siguiente y volvía a cometer el mismo error de nuevo, encerrándome de lleno en un círculo vicioso autodestructivo.
Paulatinamente volví a mi vida de siempre, y esta consistía en disfrutar del verano al salir de trabajar, aprovechar el sol como si fuese el último, como si esa noche la nocturnidad engulliría su luz, apagándolo para siempre; y también el mar, era inevitable disfrutar de su esencia embriagadora, de su fuerza, de su perspectiva salada, que poco a poco, como ocurre con otras heridas, las iba sanando.
El sol se ocultaba con uno de esos atardeceres espectaculares que se formaban en los días estivales cuando volvía de la playa. A escasos pasos del portal de casa de mis padres, un taxi se detuvo perpendicularmente a la entrada. Bajó de este una chica guapísima, de una estura más bien baja, por lo menos comparándola conmigo; debía medir alrededor del 1,58. Era delgada, algo más delgada a lo habitual tenía una media melena ondulada, y cada uno de esos jirones tenía un color dorado rojizo, su tez era fina y blanquecina, y era poseedora de unos ojos negros muy intensos que intensificaba con una raya del mismo color. Tenía bolsas en los párpados inferiores de un color amoratado, que destacaban en ese rostro que se asemejaba a una muñeca de porcelana.
-Hola-saludé amablemente, con una sonrisa en los ojos, y la timidez en los labios
-Hola, ¿Vives allí?- preguntó señalando el portal
-Si, ¿Te hecho una mano?
-Gracias- respondió- pero no quiero causarte molestias
-No es ninguna molestia…-me callé, no sabía su nombre.
-Sandra- se presentó rápidamente- ¿y tú?
-Iker- murmuré mientras le daba dos besos- un placer
Nos introducimos en el portal, y comenzamos a subir las escaleras.
-El placer es mío- resultó ser la vecina del piso de arriba
-¿De donde eres Sandra?- pronuncié como pude por la falta de aire que me provocaba acarrear dos maletas de un peso inimaginable para el tamaño de estas, por las escaleras.
-Soy de Madrid-respondió con brusquedad, y comprendí al instante que no quería que hiciera un interrogatorio sobre su vida. Abrió su casa, y un enorme olor a humedad salió corriendo al rellano. Dejé las maletas allí y comencé a descender las escaleras
-¿Quieres entrar?- preguntó casi gritando para detener la velocidad de descenso con la que actuaba.
-Muchas gracias, Sandra, pero tu debes estar muy cansada, ¿Qué tal si lo dejamos para otro día?
-De acuerdo- asintió gustosamente-¿Qué te parece si mañana me haces de guía por Barcelona?
-Será un placer

Después de trabajar, al día siguiente, fui a buscar a Sandra para introducirle en esas callejuelas, secretos, y lugares especiales que formaban parte de mí, de la ciudad condal. A partir de ahí, empezó a surgir entre nosotros una buena amistad, encontré en ella la persona que necesitaba tras la marcha de Esther, una persona con la que comenzaba a tener muchísima complicidad, y sobretodo muy buenos momentos, pero en lo que más me ayudaba, justamente, era a pensar cada vez menos en Esther.
La luna, mágica y resplandeciente como siempre, seguía haciendo ese fantástico trabajo, iluminando las calles, y en ellas, los corazones más oscuros y apagados. Reconozco que todo lo que había vivido con Esther, a pesar de su inmensidad e intensidad, se estaba quedando estancado en el pasado, me sorprendía de una manera abrumadora, como había pasado de querer a esa persona, con todos mis sentidos, incluso de tenerla cerca tan solo para respirar, y que en un par de meses volvía a ser autodependiente y hacerlo nuevamente yo solo.
Una tarde, como era rutinario, volví a ir a la playa, pero esta vez lo hacía con Sandra.
Me metí en el agua solo, y al salir de esta vi a Sandra hablando con un chico, me sorprendí celoso. Al acercarme, me lo presentó, era Ewan, un americano instalado en España desde hacía dos años. Era más joven que yo, aunque su aspecto físico dijera lo contrario, era de una estatura media, bastante corpulento, y con un color de ojos que me dejaron atónitos debido a su rareza, en un principio eran azules, pero extrañamente, en ocasiones, daba la sensación de que cambiaban a un tono grisáceo cercano al plateado, a los que muchas veces me quedaba inconscientemente con la mirada fija a sus ojos, hasta que comenzaba a sentir que era absorbido por un inmenso agujero negro. Ewan era grosero, estúpido, prepotente, con un humor muy negro que no era de mi agrado, me caía realmente mal y no teníamos nada en común. Tampoco me gustaba ese aire desaliñado que gastaba, con el pelo revuelto para todos los lados, y la barba de varios días, por no decir semanas, que le daban un aspecto de suciedad. Nunca había prejuzgado a la gente, no me nacía, pero con el era forzado, y no sabía si era forzado porque me molestaba que fuera así, o porque me sentía amenazado, incluso cohibido, y buscaba cualquier motivo forzado para evitar que tuviéramos algo en común.
Poco a poco Ewan y yo nos acercamos, y aunque seguía sintiéndome amenazado y celoso de la relación que mantenía con Sandra conseguimos comunicarnos y tener muchas mas cosas en común de lo que imaginaba de antemano. Al menos ahora, ambos habíamos dado el paso a darnos una oportunidad, e íbamos dando pasos con esa lentitud tan necesaria; tenía la sensación que de ahí, de esa manera, si naciera algo, sería una amistad más pura, más sincera, y al fin y al cabo, más verdadera.



CONTINUARÁ...

lunes, 7 de septiembre de 2009

Plumas de fuego.- Capítulo 3.1


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RECORDANDO...PLUMAS



-Iker es un joven universitario que vive en un piso de Barcelona con Esther
-Está enamorado en silencio de ella
-Una noche en la playa se besan, y algo extraño ocurre...



Y AHORA...


Capítulo 3.- El mar todo lo remueve

¿Has tenido alguna vez un sueño, te has despertado, y querías volverte a dormir, y al hacerlo estar otra vez en el mismo sueño?
-Abre los ojos Iker- Aquella voz que me llamaba, me era familiar, pero no podía abrirlos, lo intenté, pero no obedecían mis ordenes, tenían vida propia, y habían decidido permanecer inmóviles.
Y volví a dejar de sentir, volviendo a ese estado de inconsciencia, y regresé a aquel extraño lugar que en el momento del beso se me apareció en imágenes, me sentía feliz allí.
Alcé la mirada hacia el horizonte, y vislumbré detenidamente todo lo que mi vista alcanzaba a ver, una explosión de la belleza en todo su esplendor, era un lugar que no se asemejaba a la realidad pero ¿así son los sueños, no?
Me encontraba en un paseo marítimo, el mar se avistaba al frente, y la brisa salitrosa se acercaba a mí para sorprenderme y embaucarme. Bajé por unas caleras que me conducían a la playa, y al llegar a ella continué sorprendiéndome, no sabía si quedarme a contemplar o irme hacia otro lugar y seguir maravillándome.
El paisaje lo formaba una cascada que precipitaba el agua desde un ancho río hasta el mar, este era de un color plateado. Su agua era algo más espesa que el agua que había visto siempre, y a pesar de la espesura y sobretodo del color, se reflejaban en ella dos enormes lunas rojas que asomaban por el horizonte. Quería bañarme, quería mezclarme con esa agua, intenté despojarme de mis ropas, pero alguien me habló
-Hola Iker- esa voz sonaba desde un lugar cercano, pero por mucho que miraba hacia todas las direcciones, no encontraba de donde procedía la voz que había pronunciado mi nombre. Seguí dando vueltas sobre el eje, hasta que logré descubrir una silueta acuclillada encima de una roca que se encontraba en la orilla. Pretendí forzar al máximo la mirada para agudizar mi vista, y por mucho que lo hacía, seguía sin saber que era esa cosa. Me acerqué despacio y con cautela, aunque sabía de antemano que si en algún momento tuviera intención de hacerme daño, no tendría escapatoria, no había nadie mas al alrededor, y pese a que me sentía indefenso, no denotaba peligro ni agresividad, mas bien todo lo contrario. Creí oír que estaba sollozando.
-Hola, perdona, ¿me puedes decir donde estoy?- pregunté con inquietud, no contestó, ni siquiera hizo un amago de gesticular-¿y como sabes como me llamo?-continué
-Es tu sueño, ¿recuerdas? Estás dormido- sus palabras se entremezclaban con sus sollozos, cosa que me dificultaba entenderlo.
-¿Y que se supone que tengo que hacer?
-Despertar, es lo único que tienes que hacer, en el momento justo lo harás- empezó a llorar intensamente, tanto que sus lágrimas saltaban directamente desde el lagrimal al suelo, y sus sollozos aumentaban y se volvían estridentes al llegar a mis oídos. Me estaba desesperando por momentos.
-Vale, vale-me coloqué las manos en los oídos- pero ¿Por qué lloras?- intenté poner mi mano en su hombro para mostrarle mi apoyo, pero algo me impedía llegar a tocarlo.
-Mi familia no está, se han ido todos, todo el mundo se va, siempre, y yo soy el que se queda aquí, solo-
-¿Cómo que se han ido? ¿Te han dejado aquí solo?- solamente asintió. Me preguntaba como podían haberlo dejado allí solo, indudablemente lo que estaba ante mí no era humano, era una silueta sin más, oscura, de tal manera que si se escondiese entre las sombras, no podría ser descubierto- Seguro que tu familia se ha despistado y volverá- Quise calmarle y albergarle esperanzas, era demasiado joven, debía tener unos ocho o nueve años, para que el sufrimiento le arrancara la inocencia de un zarpazo.
-Mi familia esta muerta- aulló (desde luego aquello no había sido un grito), el vello se me erizó, y un sudor frío emanó de mi espalda, aquel alarido hizo que se me cayera el alma al suelo, y más aún cuando me di cuenta que en ningún momento de la conversación me había mirado directamente a los ojos, y aun sin hacerlo, percibía su inocencia flaqueando, pero sobretodo su dolor, un dolor inhumano.
Nos fundimos en un silencio aterrador, solo interrumpido de vez en cuando por sus lloros y lamentos. Agonizaba. ¿Pero que podía hacer?
Probé tocarlo, pero no pude, lo volví a intentar varias veces más, pero me quede en eso, en el intento.
Empecé a escuchar voces… Era mi madre, la sentía. Tocaba mi mano
-Mamá- grité- ¿Dónde estás? Ayúdame- Clamé sin cerciorarme de que él estaba ahí.
-Ha llegado la hora de despertar Iker, vuelve con los tuyos
-Lo siento, tengo que ir
-No te preocupes por mí, como ya te dije todo el mundo se va, y yo me quedo aquí
-Las personas que se van también sufren
-Pero no se quedan solas en un lugar donde desde cualquiera de sus rincones aparecen recuerdos que tengo de los que se fueron.
-Algún día serás tu el que te irás al lugar con el que sueñas, utiliza todas tus fuerzas
-Iker, despierta- susurraba mi madre
-¿Cómo lo hago?-Pregunté
-Abre los ojos, sueña con ese lugar y utiliza todas tus fuerzas.
Quise volver con mi gente, intenté reunir toda mi energía en un solo punto, mis ojos, y grité con toda la fuerza que mis cuerdas vocales y mis pulmones albergaban; la claridad asomó en el lugar. Empecé a levantar los párpados, me encontraba entre dos realidad, pero opté por ir hacía la realidad que me resultaba más real, la que necesitaba, entonces la silueta se giró de repente, y me agarró del brazo…
-Ayúdame-susurro- Iker, por favor, ayúdame- Y escuché un quejido del viento

¿Dónde estoy? ¿Que hago aquí? Me preguntaba mientras una voz gritaba con júbilo. Estaba algo mareado
-Ha despertado, Carmen, tu hijo ha despertado.
Una fuerza agarró mi mano y la apretó fortísimo, creí que me iba a destrozar los metacarpianos que presionaba, me giré, y allí estaba ella, mi madre…
Mama, ¿Dónde estoy?- Estaba desubicado, y todo me daba vueltas.
-Estas en el hospital cariño-Dijo mientras me besaba repetidamente en la frente- pero hijo ahora todo está bien, solo necesitas descansar
-Mama, vale ya- le inquirí, pero ella continuaba agobiándome- no necesito descansar. ¿Y que hago en el hospital?
-Esther quedó inconsciente en la playa- Empezó a explicarme- y…
-¿Esta bien?- le interrumpí, intenté incorporarme pero no tenía fuerzas para ello.
-Si. Si ya te dije que todo va bien- asentía una y otra vez, adjuntando las palabras a su entrecortada sonrisa- cuando recuperó la conciencia, vio que seguías inconsciente, se preocupó y llamó a la ambulancia.
-Mamá ¿Una ambulancia para qué?- No entendía tanta preocupación- Hacía calor, alomejor me deshidraté un poco, y tuve un ligero desmayo
-Iker- su rostro se apenó- han pasado tres semanas desde que te desmayaste en la playa- enmudecí.
¿Cómo podía ser que hubiese perdido tres semanas de mi vida por un beso?
Cierto que fue un gran beso, seguramente el mejor que nunca me habían dado, por todo el tiempo deseando que se efectuará tal momento, pero todo se limitaba a eso, a un gran beso, y a las imágenes que invadieron mi cabeza y me transportaron aquel sueño que todavía seguía coleteando. Hubiese querido acordarme de todo lo que viví en ese momento, pero no consigo hacerlo, quizás Esther recuerde algo más
-¿Has venido sola?- pregunté, ¿De quien era la voz que antes había avisado a mi madre que ya estaba despierto?
-No, Esther ha venido conmigo- explicó- tu padre está en Alemania por negocios, y Carlota se ha ido a Inglaterra todo el verano a perfeccionar su inglés.
Respiré aliviado, no ya por mi hermana con la que mantenía una excelente relación, si no por mi padre, que era todo lo contrario, y me hubiese sorprendido, incluso molestado, que se hubiera preocupado por mí, pero eso es otra historia, y el no se merece ni que piense en el en este momento.
-¿Y donde está?- necesitaba verla, siempre había sido un gran apoyo para mí, y ahora la necesitaba todavía más cerca por lo ocurrido el último día que la vi
-Se ha ido a tomar un café- ahora vendrá, tu solo descansa y no te preocupes por nada, ella ha venido todos los días en los que has estado en coma, incluso, se ha quedado todas las noches a dormir aquí.
Opté por no preguntar más, ya que por cada pregunta que hacía se desvanecía una duda pero aparecían otras múltiples cuestiones más inquietantes. ¿Por qué después de tres semanas constantemente a un lado de mi cama, cuando abro los ojos, se va a buscar café?
¿Se siente culpable de lo ocurrido? o lo que es peor, ¿Se arrepiente de aquel beso?
Quise cerrar los ojos, dejar de pensar, dormirme, pero supongo que debido a todo el tiempo en que permanecí dormido, ahora no se me permitía hacerlo.
-Mama ¿Te suena de algo la palabra Kiar?- pregunté
-¿Cómo dices?
-¿Si te suena la palabra Kiar?- negó- No sé, me ha venido ahora a la cabeza, y no sé de donde me viene
CONTINUARÁ...

sábado, 5 de septiembre de 2009

Nota

Nuevos capítulos (tres en este caso). Uno de Valle Alto que dentro de nada va a estar muy emocionante, y los dos que tiene el capítulo 2 de Plumas de fuego, que los disfrutéis

Valle Alto.- Capítulo 4
Plumas de fuego 2.1
Plumas de fuego 2.2

Plumas de fuego.- Capítulo 2.2

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-Adelante Mach- una voz ronca la traspasó, era la primera vez que veía al alcaide
-Muchas gracias- respondí- y bien dígame señor alcaide ¿Para que me ha llamado?- Un hombre mayor me miraba con unos ojos negros firmes y despreocupados, ocultos detrás de unas gafas en forma de concha; me pregunté como un hombre que rondaría ya el octogenario podía estar en un cargo tan exigente y arriesgado, su aspecto expresaba la misma fragilidad que ese diminuto bigote que tenía y que se hizo tan popular a principios del siglo XX.
-Por favor Mach, siéntese- emitió con un ademán- ¿Le apetece tomar algo? Agua, café zumo…
-Un café sería genial-contesté- con dos cucharadas de azúcar si no es molestia
-Patricia- pronunció a través del teléfono- trae un café con dos cucharas de azúcar y un whisky doble con hielo, por favor- la secretaria aceptó inmediatamente la orden y colgó el teléfono; esbocé una media sonrisa agradeciéndole el detalle, el alcaide me devolvió el gesto con un tanto más de picardía, como si estuviéramos pensando cosas diferentes.- no es por mí, ya sabes como son las reglas- asentí con indiferencia
-No he bebido alcohol en mi vida, y no es el momento de empezar con ese mal hábito
-No sabe usted lo que se pierde, un vasito de esto le da calor al corazón
-Yo ya tengo el corazón bien caliente y sin beber, pero bueno si para usted es un placer beberse ese vaso que lo disfrute, yo lo hago sin beberlo- silencié unos segundos, y al ver que se había quedado absorto en sus pensamientos, lo devolví a la realidad- ¿Y bien? ¿A que se debe este sorprendente y repentina citación?
-Tranquilice Mach, ¿Tiene algo mejor que hacer?- preguntó irónico
-La verdad es que sí- su cara mostraba extrañeza.
-Creo- comenzó a reir a carcajadas y a soltar hileras de tosidos ahogados entre medio- que en mis años como alcaide, y ya son muchos, nunca me he encontrado con alguien que me diga lo que tú me acabas de decir
-Cada persona es un mundo- respondí secamente
-¿Tiene usted algún problema conmigo, Mach?- preguntó malhumorado y algo herido, mientras me miraba por encima de sus gafas que había descendido hasta la punta de su nariz.
-No me entienda mal, no tengo nada personal contra usted, pero como ya le he dicho tengo muchas cosas que hacer.
-Perfecto, solo quería charlar un rato con usted, pero si le parece mal lo dejamos- sus ojos cayeron derrotados y cansados, y se levantaron en el mismo momento en el que la puerta se abría, y tras ella aparecía Patricia con una bandeja de plata con el café y el whisky.
-Tiene de tiempo hasta que me acabe el café- murmuré, después el alcaide permaneció unos segundos en silencio, mirándome directamente a los ojos, era como un juego de poder a poder, haber quien tiraba y quien soltaba, tenía la sensación de que quería algo de mí, pero a su vez que eso saliera de mí, y yo quería que tuviera la sensación de que si quería algo tenía que ofrecer algo a cambio.
-De acuerdo- sonrió- ¿Cuántos días has venido por aquí?
-¿En tres meses?- pensé rápidamente- pues si no me equivoco, una docena de veces -aseguré- me encargo cada semana de limpiar este despacho
-Si usted ha venido tantas veces aquí, podíamos decir que se conoce la cárcel de palmo a palmo
-Si, podíamos decir que sí
-Y yo me pregunto, con la seguridad media de la cárcel, y con su inteligencia ¿Usted podría fugarse de aquí, verdad?
-Si- respondí tajantemente
-¿Y por que no lo ha hecho?- preguntó sorprendido
-¿Me está incitando ha hacerlo?- pregunté igualmente sorprendido
-Claro que no, pero seguramente todo el resto de la cárcel no tiene su inteligencia y quieren fugarse.
-Por eso mismo será- espeté sin pensar lo que hablaba- porque no tendrán la misma inteligencia- proseguí después de absorber un poco de café.
-Interesante respuesta- sonrió, le dio un sorbo al contenido de su vaso y comenzó a saborearlo- ¿Tu no lo hiciste, verdad?
-¿El que no hice?- murmuré- si estoy aquí es por algo ¿no?
-Desde luego- se pasó la lengua por sus labios resecos- pero eso no significa necesariamente que lo que te ha traído a este lugar sea equitativo a lo que hacen la mayoría de las personas que entra aquí, y digo la mayoría, porque también vienen inocentes
-La jueza decidió eso, yo lo acato
-La justicia a veces se equivoca- comentaba sin apartar sus ojos de los míos
-Créame, esta vez no lo hizo
-Bueno, usted mejor que nadie lo sabrá- su mirada se despegó al fin de mí y comenzó a deambular por la habitación- ¿Qué edad tiene?
-Veinticinco
-Lo que pensaba- asentía- toda una vida por delante y la malgastas en este lugar tan deprimente
-Yo lo hago por algo en lo que estuve involucrado- respondí serenamente-¿y usted porque lo ha hecho?- en ese momento, por el cambio brusco en la expresión de su cara, supe que la conversación había dejado de ser amistosa
-A partir de mañana tendrá un nuevo compañero- murmuró, despertando en mí el nerviosismo, que el notó al instante- ¿Ocurre algo Mach?
-No- contesté rápidamente para no mostrar más mi preocupación- sabía que tarde o temprano vendría alguien, solo, es que ya me estaba acostumbrando a estar solo
-Bueno, también le vendrá bien que habite con otra persona y hablen- volvió a observar cada uno de mis gestos intentando descubrir lo que pensaba.
-Claro, será una experiencia nueva, con el anterior compañero estuve poco tiempo- contesté con aplomo, mientras terminé de beberme de un sorbo la cantidad restante de café- Bueno ya es tarde, será mejor que me marche ya.
-Ha sido un placer hablar con usted- dijo levantándose y yendo a la estantería a coger un libro- ¿Le gusta leer verdad?- asentí- léase este, si quiere, y si tiene tiempo- pronunció irónicamente mientras me acercaba el libro- Mucha gente no lo conoce, pero es un libro muy interesante- miré su título, Salvación de David Méndez, no lo conocía, sonreí, y me marché del despacho.
Estuve toda la tarde escribiendo, y adoptando las medidas adecuadas para la llegada del nuevo inquilino de mi celda, y nunca creía que fuera suficiente. Me maldecía cada segundo por no haber aprovechado más el tiempo, no había hecho nada en esos tres meses , y aún ante la gravedad de la situación me ofuscaba por el desconfianza que me generaba el nuevo preso, al igual que la del alcaide, pero esa era una carga que tenía que llevar sobre los hombros. A veces pienso que nunca debí meterme en esto, desde el principio, tal vez no tuve opción, pero también sé que al meterme, pulsé el botón que hizo interesante a mi vida, así que al instante me digo que me deje de engañar y siga escribiendo, es indispensable que continúe, para no tener que buscar de nuevo las respuestas que ya encontramos, y que lo termine antes de que mi sangre sea derramada por el suelo.

A primera hora de la mañana del día siguiente, los guardias me avisaron de su inminente llegada con su ya habitual manera de dar los buenos días. No habían pasado más de cinco minutos cuando todo el mundo comenzó a salir de sus celdas, o dejaban lo que estuvieran haciendo y se volvían para ver al nuevo. Permanecí tumbado en la cama, despreocupado, ya había ocultado todo lo que pudiera levantar sospecha.
-Enhorabuena- gritó Luke que pasa por mi celda- te ha tocado un asesino múltiple
-Bueno Luke- contesté- tampoco sabes porque estoy aquí, además tu tienes a un pedófilo, que aunque aun no tiene ansias carnales, con los años y con la carita de niño lindo que tienes no quiero ver como terminarás caminando- rió a carcajadas-¿Empate?- asintió

Luke era, por así decirlo, uno de los vecinos que había en la celda colindante a la derecha, y seguramente era la persona con la que más intercambio de conversación había realizado, una veintena, sin tener en cuenta la que solo tenía monosílabos. ¿Y porque hablo con él?- porque es el único que todavía no me ha preguntado nada sobre mi vida, aunque también eso sea sospechoso, pero por eso lo estoy tanteando, haber si puedo confiar en él, sin tener que contarle la verdad, unos oídos que me escucharan me serviría de ayuda para relajar esta psicosis, pero si estáis leyendo esto, ojalá, eso significará que lo logré, tarde o temprano me entenderéis.
-Hola- dijo alzando su mano- ¿Cómo te llamas?
-Hola- contesté incorporándome y calcándole el moviendo para saludarlo con fuerza- Puedes llamarme Mach
-¿Te llamas Mach?- preguntó con ironía
-Todo el mundo me llama por aquí así
-Me puedes llamar Pablo- dijo su nombre al ver que no se lo preguntaba
-¿Te llamas Pablo?- pregunté con el mismo tono irónico, este sonrió levemente- Encantado
- Lo mismo digo, un placer conocerte- murmuró algo después, pero no lo puede comprender


Final capítulo 2

Plumas de fuego.- Capítulo 2.1

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Capítulo 2.- Difunde la palabra

-Mach tienes treinta minutos para ir a los baños, después se servirá el desayuno en el comedor grande- gritaba un guardia mientras golpeaba con una porra duramente los barrotes, y dejaba abierta la celda.
Levanté unos párpados que pesaban como losas, observé las humedades del techo, y pensé que cada día era la misma historia. Muchas veces me entraban unas tremendas ganas de gritarles a cada uno de los funcionarios que repetían el mismo mensaje, como una cinta grabada, y la misma escena, que me había enterado desde que habían comenzado a aporrear los barrotes de la primera celda del pasillo, la mía era la dieciocho, y desde luego lo hubiese hecho si no supiera que ello conllevaría consecuencias.
Tras tres meses, ya me había acostumbrado a la manera de vivir, y sobretodo a la de sobrevivir, en la cárcel, el único inconveniente era conciliar el sueño, ya por la incomodidad del colchón, por el estado de constante vigilia, o tal vez porque me autopresionara de una manera casi enfermiza con el tiempo, que aunque ahora parecía una extensión ilimitable, esa sensación se podía acortar de demasiado a nada, en el momento en el que alguien se interpusiese entre lo que permanecía oculto y yo, ya no solo sería un inminente peligro, sería definitivamente mi fin.

Mi historia es larga de contar, es la historia de una vida, son las vidas de muchas personas, una historia épica creada a partir de la manera que tiene esas personas de vivir esa historia en común, que aunque mi calidad literaria, mi vocabulario o la precisión en expresar con palabras un sentimiento con la misma inmensidad e intensidad con la que fue mostrada o percibida, tal vez no sea suficiente, pero sé que cada lector que se introduzca de lleno en ella, será capaz de, aún todas esas “complicaciones”, entender en cada momento al detalle cada situación vivida y sentida y sentirse identificado con alguno de los personajes en dichas situaciones. Como me gustaría estar dentro de diferentes cuerpos y descubrir como siente cada persona.
Realmente esta historia no está siendo escrita para un tipo de lector en particular, ni para vender un cierto número de libros, si no que está escrito para que unas personas en concreto al leerlo, conozcan la verdad. Ya sé que ahora todo resulta confuso, pero todo será mostrado en su momento, y con ello tú también conocerás esa verdad.

Dejé de escribir, salí de la celda, y comencé a caminar hacía los baños; mientras lo hacía, o cuando ya estaba en ellos, la gente se paraba, algunos me miraban de arriba abajo, otros inclusos susurraban algún insulto, se mofaban, o directamente me amenazaban, mientras otros asentían con la cabeza, a lo que yo educadamente le respondía con el mismo gesto, suponiendo que se trataba de un saludo. Supongo que en un lugar así, todos quieren conocer tu historia, quien eres o porqué estas ahí, pero yo no puedo permitirme ese lujo. A la hora del desayuno la tensión se notaba en el aire, tanto que se podía cortar con un cuchillo, que seguramente alguien guardaba para que en el momento adecuado sacarlo para saldar alguna rencilla, miradas furtivas, amenazantes y cargadas de odio, estómagos ayunados y coaccionados, silencios cortantes que a la vez decían todo. Normalmente acostumbro ha sentarme en alguna mesa que esté vacía y en el sitio más esquinado de está, en él no iba a tener a nadie presionándome con la mirada, la espalda la tenía vigilada por varios vigilantes, e intentaba pasar desapercibido y evitar las conversaciones. Yo no estaba allí para hacer amigos, ni siquiera creo que mereciera estar allí, aunque si estoy aquí por algo será, aún así estoy convencido que en este lugar, pese a que en sí es una concentración de asesinos, psicópatas, pervertidos, mangantes, etc… estoy mucho más seguro que en la calle.
Al volver a la celda todo estaba como el primer día que la vi, bastante más impoluta de lo que pensé de antemano cuando me trajeron con las esposas rodeándome y aprisionándome las muñecas. La celda era de unos diez metros cuadrados, con una litera de hierro oxidado, con dos camas medianas y una almohada pequeña amorfa y delgada, unas finas sábanas blancas y dos mantas, un retrete en el suelo con un rollo de papel, una lavabo con una toalla, una pequeña ventana enrejada por donde tímidamente entraba el sol, un silla y una mesa de escritorio con un bloc de notas, lápices del número dos, y una Olivetti antiquísima que seguía funcionando a la perfección; claro que todas las celdas, aunque inicialmente eran todas iguales, ahora cada una era una pieza única, con el toque personal y distintivo de cada uno de los que la habitaban libros, fotografías, dibujos, etc… En mi caso, la diferencia radica en la máquina de escribir, y el escritorio repleto de textos y de notas.
Hace ya dos meses que no tengo compañero de celda, al anterior lo cambiaron a una celda de aislamiento, no sé porqué ni que fue de el, supongo que si pregunto alguien me podrá contar algo, pero sinceramente no importa lo que le haya podido pasar, sobretodo porque desde entonces la posibilidad de escribir sin tener que estar controlando constantemente mi espalda aumentó considerablemente, pero sé que tarde o temprano alguien volverá a entrar cada día por la misma puerta de la celda por la que entro yo, y dormirá en la cama de debajo a la que lo hago yo, por eso voy lo más rápido que me es posible, para tener el máximo avanzado antes de que llegue el próximo inquilino que lo complique todo, y tengo el presentimiento que no tardará mucho en hacerlo.
Tal vez por la vida que he llevado, por los acontecimientos que salieron a mi paso, o por el sitio en el que estoy no me fío de nadie. Comprendí que un elevadísimo número de personas que no saben la verdad, pero también que hay algunas personas que si son conocedoras de ella, al igual que yo, por lo que seguramente andarán buscándome. Como ya he dicho estoy más seguro aquí en la cárcel, de momento, porque las inseguridades de la calle pueden venir cuando quieran, observarme, tantear el terreno, colocarse a mi lado, y es esa la psicosis que me ataca mostrándome peligros inminentes en lugares insólitos e incluso insospechados, y me hacen tomar todas las precauciones que están a mi alcance, y aún así cualquier precaución no es suficiente. Volteé el escritorio para que desde mi posición, sentado en la silla, pudiese ver si alguien me observaba, y pese a que todavía no había visto ningún indicio que hiciera saltar mi alarma, para asegurarme, comencé a escribir por duplicado cada hoja, ralentizándome el trabajo, por si alguien la sustraía me quedará la otra premeditadamente escondida en algún sitio que realmente fuera casi imposible que alguien encontrara
Me pasaba todo el tiempo que podía en la celda, golpeando las delicadas teclas de la polvorienta y vieja máquina de escribir, y cuando no se me era permitido permanecer en ella porque obligatoriamente tenía que trabajar, estar en alguno de los muchos talleres que había cada día, en el comedor, o en cualquier otro lugar, guardaba el relato que debajo del colchón; lo sé, es un escondite penoso, y si alguien se propusiese rebuscar en mi celda, seguramente lo primero que haría sería levantar el colchón, y “voilá” eso era justamente lo que quería que hiciese, que cayese en mi cebo. Todo el mundo sabe que cuanto más simple es el cebo más posibilidades hay de que se caiga en el, creyendo que ahora ven por delante de ti, cuando no se han dado cuenta de que tu lo habías planeado así y sigues yendo a la cabeza de la carrera. Evidentemente hay un margen de error, diminuto, pero es tan diminuto que es tremendamente poco probable que todos los factores se asocien y se efectúen para que la acción caiga justamente dentro de ese margen de error. Por supuesto que es probable que alguien ajeno a la verdad venga a mi celda, sustraiga el borrador, y lo esconda o lo queme sin tener motivos para ello, y sin que nadie se entere, a no ser que alguien lo esté coaccionando, entonces si irían muy delante de mi.
A las seis y media escuché los pasos de dos guardias que iban charlando por el pasillo, inmediatamente dejé de escribir y comencé a colocarlo todo en su sitio; ante su presencia, me giré y arqueé las cejas extrañándome de la inoportuna e inesperada presencia de los guardias:
-Mach- pronunció el guardia más rechoncho con un acento extranjero, posiblemente de algún país del este que me costo mucho entender- el alcaide nos ha informado que requiere de tu presencia en su despacho urgentemente.
Caminé por casi todo lo que abarcaba tanto horizontal como verticalmente el edificio, de un lado al otro, y por todas y cada una de las plantas con un guardia delante y el otro, que averigüe que era bielorruso, detrás, hasta que llegamos a la puerta. Al entrar se encontraba como preámbulo del enorme despacho del alcaide, un pequeño despacho, eso sí con todo lo necesario, para su secretaria. Toda esa zona ya la conocía, había ido ya muchas veces por allí. Sonreí a la secretaria, y esta me devolvió la sonrisa:
-Pase, pase- me comunicó- le está esperando- asentí y golpeé la puerta de roble.
CONTINUARÁ....