miércoles, 14 de octubre de 2009

Plumas de fuego 6.1

CAPÍTULO 6.- Emboscada (3ª Parte)
Ocho “mossos d´Esquadra” nos apuntaban firmemente con sus pistolas desde las escaleras. Miré a Daniel, y este a su vez mantenía su mirada fija en mí. Estaba encajado, al igual como seguramente lo estaba yo.
-No vuelvo a repetirlo, las manos en la cabeza ¡Ya!- repitió uno de ellos. Enseguida y a la par, ambos nos sometimos a sus órdenes y pusimos ambos manos en la cabeza. Bajaron un par, mientras los otros no seguían apuntando, y nos empujaron con dureza contra la pared.
-Nosotros no hemos hecho nada- repetía una y otra vez mi voz en máxima potencia, mientras nos cogían de las muñecas y las llevaban hasta escasos centímetros por encima de la cintura para apretarlas con unas frías e incomodas esposas.
-Tienen derecho a guardar silencio, todo lo que digan puede ser utilizado en su contra en un posible juicio. Tienen derecho a un abogado, si no pueden permitírselo se les ofrecerá uno de oficio- pronunció uno de aquellos hombres uniformados con un tono potente y temido.
Nos requisaron todo lo que poseíamos, incluido las llaves del piso, y por un momento, solo por un momento, suspiré por haber tirado la caja. Uno de los policías cogió las llaves y entró en la casa. Al rato salió con la cara desencajada, y la mirada perdida, asintiendo, acaba de experimentar el mismo trauma que nosotros.
Bajamos las escaleras a trompicones, ya que iban tirando de nosotros por ella, y nos introdujeron con brusquedad a cada uno en un coche patrulla diferente. El vecindario se había echado a la calle, observaban y aplaudían a los policías mientras a nosotros no dedicaban palabras vejatorias.
Mientras nos dirigíamos hacía la comisaría uno de los agentes le decía al otro, que conducía, comentarios irónico e impertinentes en los que claramente me acusaba del homicidio
-Así que ¿no han hecho nada?-sonrío- encima tienen valor de decirlo aún habiéndolos pillado “in fraganti” en la escena del crimen. Gracias a la ayuda que nos ofrecen los vecinos y a la llamada anónima hemos encontrado a los culpables.
-No preconcibas tus ideas- susurré, el otro policía me lanzó una mirada de advertimiento por el retrovisor central
-¿Qué has dicho? Repítelo si tienes ovarios.
Estaba intentando provocarme para que dijese algo que luego podría ser perfectamente utilizado en mi contra, así que no emití ningún sonido a pesar que lo de la llamada anónima me intrigaba, y sabía que había sido un error enorme enfrentarme al agente y responderle, pero a veces me es difícil controlar mi naturaleza contestataria.
Posiblemente Daniel, en el otro coche estaría viviendo algo parecido, y sentía pena por él, por todo lo que estaba pasando.
Al llegar a comisaría, miré a través de la ventanilla, había una nube de periodistas. Me aconsejaron taparme la cabeza con una chaqueta, pero yo me negué en rotundo, no tenía nada que ocultar. Al salir del coche patrulla comencé a caminar con paso tranquilo, y una avalancha de flashes, micrófonos y preguntas se abalanzaron sobre mí. No escuché nada, con todo ese barullo era imposible. Agradecí no hacerlo.
Me metieron en un oscuro, frío y angosto calabozo, con la sola compañía de la soledad. Olía tímidamente a orín y a humedad. Ante aquella situación donde el tiempo permanecía para mí muerto, aunque supiera que seguía corriendo de la misma manera, decidí pensar, tenía demasiado tiempo para ello, y esos pensamientos se iban entrelazando entre sí. Debía analizar todo lo ocurrido desde aquel momento, como mi vida había cambiado desde aquel beso. Ahora todo era más excitante, más misterioso, pero sobretodo más peligroso. Me parecía estar en una película independiente donde la realidad no llegaba a tocar lo que estaba viviendo, era demasiado extremo. Entre ellos aparecían adjuntas fotografías sobre la escena repulsiva y violenta del piso de la calle Joan Maragall. Y esas fotografías en cambio, las veía verídicas, reales, y estaba teniendo más ímpetu en asimilarlos y aceptarlos.
-Por favor ¿La señorita Esther González?- gritaban desde el pasillo
-Si, aquí- saqué la mano por la reja para indicarle mi posición. El agente abrió la celda y nuevamente me esposó, está vez con las muñecas delante.
-Hágame el favor de acompañarme- ¿Es que tengo opción? pensé recriminarle, pero las cosas ya estaban lo suficientemente peliagudas para complicarlas mucho más.
-Esther ¿Estás bien?- la voz de Daniel surgió de uno de los calabozos, seguí andando hasta que logré ponerme paralelamente a la celda, me giré y asentí
-¿Y tú?- tenía la cara demacrada, y se le palpaba el nerviosismo.
-¡Oye! Que no podéis mantener ninguna conversación- gritó acelerado el agente tirando de mí.
-Si- gritó Daniel
Entramos en una sala vacía a excepción de una mesa grande de madera y de color marrón, y de dos sillas. En uno de los extremos de la mesa había un cajón, y encima de esta, un cenicero, una cajetilla de tabaco y un mechero, un teléfono fijo y un vaso de plástico lleno de agua. Me senté en una de las sillas, evidentemente en la menos cómoda, que era de plástico.
-Puede hacer una llamada, le recomiendo que sea a su abogado- pronunció el policía- ¿A quién llamaba ahora? No me había detenido a pensarlo. No tenía abogado, así que debía pensar en otra alternativa.
¿A mis padres? Acababan de llegar, pero nunca le importó realmente lo que hacía o dejaba de hacer, ahora no sería diferente.
¿A Iker? No, acababa de despertar y estaría débil para molestarlo, además estaría confuso por el beso, y haría preguntas que ni siquiera yo sabría contestarlas. Había mucho más que eso, un motivo de peso que me impedía acercarme a él y que intentaba superar, pero no podía. Estaba aquella mujer del sueño, todo lo que salió de su boca, y tenía miedo a lo que sentía, pero sobretodo tenía miedo a la intensidad de su amor.
¿A Carmen? Sería una vez más causarle molestias, pero no tenía opción, no quedaba nadie más, cogí el aparato y marqué el número de teléfono.
-El número al que llama está apagado o fuera de cobertura en estos momentos, inténtelo de nuevo más tarde- repetía una operadora con voz robotizada
Me puse nerviosa, ¿Ahora a quién llamaba? El agente me observaba detenidamente. Maldita sea, todo se me escapaba de las manos, y no había nada a lo que sujetarme, pero entonces en ese momento desesperado encontré aquello a lo que aferrarme, una última bala.
-Hospital de Barcelona ¿Dígame?
CONTINUARÁ...

6 volátiles plumas:

Ruth Carlino dijo...

Seguro que llama a Ewan, a quién si no????

Besos guapo.

Silencios dijo...

Me dieron escalofríos, con este episodio, ufffff.
Por favor el siguiente no puedo quedarme con la duda, corazón.

besos rapiditos

Pluma de fuego dijo...

Ruth yo pensé que ya habías abandonado y te habías ido a un centro de desintoxicación jejeje.

Pluma de fuego dijo...

Silencios, para que no os quejéis, aquí lo tenéis ya jeje

Ruth Carlino dijo...

¿ves como tú también a veces eres predecible???? jejeje.

Sí me estoy desintoxicando el desintoxicador que me desintoxique buen desintoxicador será, jajaja, esto de la desintoxicación como ves, está afectando mis neuronas, necesito una dosis de metadona.

Besosssssssssss

Pluma de fuego dijo...

Jajaja, no sé si es a causa de la desintoxicación, porque tú bastante zumbada ya estás de por sí. xD jeje, dios los cria y ellos se ajuntan