viernes, 9 de octubre de 2009

Plumas de fuego 5.3

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Mientras iba desapareciendo por la puerta, se volvía y me sonreía, mi cabeza reproducía los acordes y la letra de la canción que estuvo cantando Iker mientras escribía un texto en un papel. Y lo supe, me reconocí huyendo, tenía miedo a todo. Increíblemente me sentía débil, amilanada, huidiza, solo quería correr.
Bajé al parking, cogí el coche y me fui a casa, hacía mucho tiempo que no la pisaba. Físicamente estaba agotada, psíquicamente muerta, y sentimentalmente dolida por lo que había escuchado en la boca de Iker.
Al llegar, me encontré con que mis padres habían regresado. Los vecinos, preocupados por todo ese tiempo sin aparecer, los llamaron.
No podía resistirlo más, no podía dar un nuevo paso sin tener la sensación de que me desvanecería contra el suelo, cada respiración me dolía, y los ojos me mostraban una realidad borrosa, el sueño me vencía, si es que no lo había hecho antes, y aún así conseguí darme una ducha y despejarme, e ir después a la cocina y pegarle un bocado a cualquier cosa comestible que encontrara en la nevera. Me dirigí hacia mi habitación y cerré la puerta con llave, algo que nunca había hecho con Iker, pero no quería que mis padres me sermonearan, no, ahora no. Me tumbé sobre la cama e intenté leer el texto que Iker había escrito, pero no pude más, los ojos se debilitaban, no podía sostener mis párpados que iban descendiendo hasta que finalmente claudiqué.
Un intenso y molestoso sonido me hizo despertar. El móvil vibraba dentro del bolso, lo saqué y respondí
-¿Diga?- pregunté sin recibir respuesta- ¿Si?—volví a decir unos segundos después
-¿Esther?- Una voz entrecortada y jadeante emergió desde el otro lado del teléfono
-Si, soy yo, ¿Quién eres?
-Soy Rodolfo, tenía razón
-¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?- me alteré
-¿Puedes venir a buscarme?
-Si, claro, dime donde estás
-Estoy en Gavá, en una gasolinera cerca de las vías del tren- Sonreí, curiosamente estaba en el pueblo de Iker, esto se enlazaba cada vez más.
-Enseguida voy. Escóndete hasta que yo llegue, por si vuelve a aparecer.
Me vestí con lo primero que encontré, una camiseta blanca de tirantes y unos pantalones vaqueros desgastados. Cogí el coche y me puso rumbo a Gavá.
Para ir a Gavá pasé por la autopista, y me di cuenta que debajo de aquel enorme puente por el que acaba de pasar estaban las vías del tren, era un opción. Di la vuelta en una rotonda a escasos metros, y en vez de volver a pasar por encima de ese puente por el que había venido, cogí un desvío que me llevó a la parte de abajo. Detuve el coche en la gasolinera, y miré hacia todos los lados. Detrás de una columna que estaba situada al fondo, donde se encontraba los dispositivos del aire, apareció Rodolfo con la cara llena de magulladuras. Miró hacia los dos lados, su cara era pavorosa y asustada, y echó a correr hacía mí, entró al coche y pegó un portazo.
-¡Corre!- lanzó un alarido que me puso los pelos de punta.
Reaccioné con rapideza pisando el acelerador mientras giraba el volante, dejando huellas del neumático sobre el pavimento. Entre los nervios y la tensión, no nos dijimos nada hasta que llegamos a Viladecans, un pueblo vecino. Entramos en una cafetería y nos sentamos en una mesa oculta tras un tabique, y por lo tanto la menos visible desde la puerta, ambos pedimos un café y empezamos a charlar:
-¿Qué ha pasado Rodolfo? No has tardado ni ocho horas en llamarme
-No me llames Rodolfo, ese no es mi nombre-suspiró- El no era mi padre- contestó con la cabeza agachada y avergonzado.
-¿Y quien es?- Como intuí, aquel hombre no me daba buena espina, y al parecer mis intuiciones caían en el centro de la diana-¿Qué es lo que ha pasado?-volví a preguntar
-Cuando salimos del hospital, nada más subir en el coche, me preguntó que era lo que me habías dicho, y le respondí que solo nos estábamos despidiendo, entonces descubrió que tenía tu número escrito en la mano y entró en erupción, parecía un animal, sus ojos eran fieros, tenía miedo de mirarlos, y sus gritos eran mas bien aullidos de un ser salvaje. Nada más llegar a Gavá detuvo el coche, se bajó de este, abrió mi puerta y violentamente me agarró y me tiró contra el suelo. Tenía una fuerza impensada, y comenzó a propinarme patadas y puñetazos por todo el cuerpo, pero sobre todo en la cabeza, yo me defendí lo que pude, y también le golpeé
-¿Pero porque? No entiendo que porque te haya descubierto un número de teléfono en la mano una persona entre en cólera.
-Yo tampoco, pero hay algo más. Me miró con desprecio cuando estaba en el suelo, y me dijo que yo no valía la pena, que era un despojo, que las personas por mucho que quieran no cambian. Se volvió a meter en el coche y me tiró esta pequeña caja y unas llaves y me dijo “No huyas de tu destino”.
-¿Qué contiene la caja?
-Unas jeringuillas, una ampolla con un líquido transparente y una goma- murmuró e hizo un gesto como si fuera a sacarla allí delante.
-¿La tiene aquí?-asintió-¡Estás loco!, ¿Por qué no lo has tirado?-le abronqué- ni se te ocurra sacar nada.
-Esther-sollozó mientras un charco de lágrimas se desprendían de sus ojos- yo no soy un drogadicto.
-Lo sé- acaricié su rostro para darle mi apoyo- bébete el café rápido que nos vamos- ese no era un tema que se pudiera hablar en aquel lugar repleto de gente.
Nos metimos en el coche y sacó la cajita, estaba todo el lote que él me había enumerado. Cogió de esta el juego de llaves, había dos, prisioneras de un llavero de plástico donde había una dirección

Paseo Joan Maragall nº 62 3º 1ª
C.P 08850 Gavá (Barcelona)


Comencé a conducir hasta que encontré un contenedor de basura, él lo entendió a la primera, descendió la ventanilla, levantó la tapa y se desprendió de aquella caja de madera. Continuamos nuestra ruta por Gavá en búsqueda del paseo, nos deparó un buen rato hacerlo, y cuando al fin lo encontramos nos tocaba buscar el número del bloque.
-Es esté-musitó, me dirigí hacía el. Me lanzó una mirada cómplice, sacó las llaves con la clara intención de ponerlas en el pomo de la puerta del portal, estaba ansioso por conocer lo que se ocultaba tras ella, yo también lo estaba; la primera no entró, quedaba la otra, que efectivamente abrió la puerta. Comenzamos a subir las escaleras, y como en todos los momentos tensos de mi vida, mi cuerpo se endureció, me costaba respirar, moverme o pestañear.
-Me llamo Daniel- dijo sonriendo desde cuatro escalones por encima de mí- ese nombre sí que me gusta.
-Pues entonces te llamaré Daniel- le dije devolviéndole la sonrisa y así evadiéndome por un momento de la tensión
Llegamos al rellano del tercer piso, sacó las llaves y suspiró, me miró y asentí. Introdujo la llave que no había entrado en la puerta del portal, y la puerta del piso se abrió.
A primera vista el piso era moderno, el pasillo tenía mueble de diseño, mucha luz y colores cálidos. Nos dirigimos hasta el final de este, allí debía estar el comedor.
¡No!- caí de rodillas al suelo. Daniel estaba pálido, sus ojos estaban dirigidos a la pared, pero realmente no miraba nada, la escena era demasiado atroz como para mirarla, estaba como ido.
Me noté las manos sudorosas, y ese mismo sudor frío empezó a recorrer mi cuerpo. Sentía la tensión baja, y los mareos y las arcadas no tardaron mucho tiempo en llegar. Hubo momentos en los que creí perder el conocimiento, pero Daniel lo percibió, y se agachó para ventilarme aire sacudiendo un periódico viejo que cogió de una mesilla
-Vámonos de aquí- pronunció Daniel ayudándome a que me incorporara, yo asentí, pero no pude evitar volver a mirar aquella escena.
El suelo del comedor estaba encharcado con litros y litros de sangre que emitían un olor despreciable. El techo y las paredes estaban repletos de pinceladas de aquella sangre, victimas colaterales del salvajismo que allí reinaba. En la habitación de matrimonio, situada justo enfrente de donde nos encontrábamos y que cuya puerta estaba abierta, se observaban varias formas de diferentes tamaños, agudicé la vista pero no conseguía averiguar de que se trataba. Como victima de un conjuro, comencé a caminar hacía la habitación, pisando el suelo encharcado, y aunque Daniel intentó detenerme no lo logró, finalmente me siguió. A cada paso que daba se aclaraban más todos los detalles, pero también se nublaban más mis ojos por las lágrimas. Muchísimos trozos humanos estaban dispersados por la habitación, pude visualizar varias piernas y brazos sobre las mesitas de noche, algunos pies y manos sobre la cómoda, pero lo que más me marcó, incluso diría que traumatizó, fue ver las cabezas de dos adultos, una de hombre y otra de mujer, y de dos niñas sobre la cama, perfectamente alineadas por tamaño. ¿Qué clase de persona era capaz de hacer tal obra tan macabra? pensé
Los indicios mostraban que se trataba de una familia, podía ver la imagen panorámica una y otra vez, estaba repitiéndose una y otra vez frente a mis retinas.
-Venga, marchémonos ya- dijo Daniel
Cerramos la puerta del piso, y al bajar la primera escalera escuché varios chasquidos, al parecer Daniel también los escuchó. Extrañados ambos nos volvimos al unísono.
-Las manos en la cabeza. Están detenidos por ser los presuntos autores del múltiple asesinato de la familia Esteve.
FINAL CAPÍTULO 5

9 volátiles plumas:

Pluma de fuego dijo...

Ainsss!!! Que creo que voy a llorar. No os podéis imaginar la de problemas que he tenido para publicar esta parte.
Como véis, lo publicado excede a lo habitual bastante, pero sé que aún así os sabrá a poco mis lectores insaciables. Espero que disfrutéis de este final del capítulo 5, y os mórdáis las uñas, yo ya no tengo.
Un beso

Ruth Carlino dijo...

AGGGGGGGGGGG, Ahora sí que me tiro de los pelosssssssssssss...........
Necesito mas, más, mássss, eres un escritor con mu mala leche, ¿cómo nos puedes dejar así???

Ahora veremos como explican a la policía su fantástica historia, y a ver quien les cree jajaja.

Besos guapo.

Noelia dijo...

Noooo pero pasa de todo!!! uy Pluma falta el valet acuatico nene me dejaste de una pieza!!! este Daniel es el de la prisión?? vaya pero pobre Esther por ayudar se mete en un desastre!!

Me imagino que el finde bajas algo no?????


De todas que la pases genial!!
Un beso

Noe

SUSURU dijo...

se me cortó la respiración varias veces leyéndote.

Yo también necesité aire.

Buen fin de semana!!!!

Farfalla Dimora dijo...

Ya sabía yo que no podía llamarse Rodolfo.

Una cosilla, si yo fuera Esther, hubiera tirado las llaves también, es lógico que esas llaves no podian abrir nada bueno sabiendo de quién venían, ¿no?
Pero bueno, así la historia se pone más interesante.

El texto brillante, como siempre.

Un besazo

Anónimo dijo...

Ruth jajaja, lo siento...
Ya veremos que hacen

Pluma de fuego dijo...

Noelia jajajaja vaya, vaya, ahí os qería ver a todas jajaja. Lo de si Daniel es el de la cárcel...shhh... no digo nada

Pluma de fuego dijo...

Susuru jajaja, gracias, amiga, y respira que esto no ha terminado

Pluma de fuego dijo...

Farfalla cuidadito, me dá que tu estás demasiada entregada a Daniel. jajaja, y con esto no digo nada