martes, 1 de diciembre de 2009

Plumas de fuego 6.6





-Sube-aullé, emitiendo un sonido tan estridente que las lunas clausuradas en su totalidad no pudieron evitar que se le introdujera en los oídos y se le erizara el vello de su piel. Impulsivamente, por un acto reflejo, se giró esquivando un puñetazo que iba directamente a la boca de su estómago. Contraatacó lanzando su puño desde atrás, y él no falló, dándole de lleno en el rostro y desplazándole por el suelo. Corrió hasta el coche cuando a su vez uno de aquellos jóvenes comenzó a golpear los cristales que había situadas a mi lado. El chico rubio se acercó. Milésimas antes de que intentará abrir la puerta pulse el botón para quitar el seguro. Abrió la puerta, se subió y de un portazo la cerró. Nos miramos y él gritó:
-Acelera.
Abrí la puerta justo cuando el individuo que golpeaba los cristales venía otra vez a una nueva acometida, causándole un fuerte impacto. Aceleré. Mientras cerraba de nuevo la puerta, el sujetó firmemente el volante. Varias piedras impactaron contra el chasis del automóvil aboyándolo, incluso una desquebrajó el cristal trasero. Algunos miembros de la pandilla corrían detrás del vehículo.
Conseguimos dejarlos atrás, y nos dirigimos a la comisaría de Cervera a presentar una denuncia. Al terminar de tomarnos declaraciones y de interponer la denuncia, salimos del edificio.
-¿Y ahora confías en mí?- preguntó con una sonrisa en su rostro magullado
-No es que antes desconfiara, simplemente estaba asustada
-Si confías en mí, ¿Serías capaz de acompañarme?
-¿A dónde?
-Si te lo dijese- explicó- ya no haría falta que lo hicieras, y menos vendrías conmigo-le miré fijamente y asentí, poco después me arrepentí de mi decisión. Siempre temblaba ante lo desconocido, pero a su vez, lo peligroso me atraía enormemente. Debía ser algún mecanismo bipolar en mi mente
Fuimos nuevamente a Guissona, lo dejé en su casa y metí el coche en el garaje de mis padres. Subí lo más rápido que pude las escaleras hasta el piso. Fui al dormitorio, cogí una maleta de debajo de mi cama y la puse encima. Comencé a llenarla de ropa y objetos personales o importantes, cuando la terminé me senté a fumarme un cigarrillo en una silla de la terraza, esperando al chico, cuyo nombre aún desconocía, apareciese a buscarme a la puerta. Mientras esperaba, varios coche patrulla pasaron por delante de casa, y supuse que estarían buscando a aquellos desalmados.
Un todoterreno negro se paró enfrente de mi casa, tocó el claxon y se asomó por la ventanilla. Era él. Cogí la maleta, y dejé encima de la mesa del comedor una nota que previamente había escrito a mis padres. Cerré la puerta con delicadeza para no despertarlos y bajé. Al verme, el chico salió del coche, miró en todas las direcciones y metió mi maleta en el maletero. Nos metimos en el coche, y comenzó a conducir
-Es una locura que te acompañe- le reprimí al mismo tiempo que me lo hacía a mi misma-y confíe en ti cuando ni siquiera sé tu nombre.
-¿Cómo eres capaz de subirte en el coche de alguien del que no sabes ni su nombre?- ironizó. Le pegué un puñetazo en el hombro, justo donde debía tener una magulladura de la pelea anterior por el gesto de dolor que intentó ocultar pero no consiguió.
-Lo siento- me estremecí- déjame que te vea la herida
-¿De verdad piensas que me has hecho daño?-sonrió- En serio, no te preocupes que estoy de bien.
-Déjame que te vea- volví a decir- ¿O te da vergüenza que una mujer te vea tan vulnerable con todas esas heridas que debes tener?-Guardó silencio.
Esperó a llegar a una parada de autobuses para detenerse, y allí se quitó la camiseta mostrándome un torso, que no era tan delgado como a simple vista parecía, repleto de magulladuras y pequeñas heridas. Se volvió a poner la camiseta cuando le dije que no parecían nada graves, y volvió a retomar el rumbo.
El lugar adonde nos dirigíamos no era cercano por el tiempo que estaba transcurriendo. Estaba agotada, así que aproveché para echar una cabezadita.
-Gonzalo, me llamo Gonzalo-pronunció antes de que consiguiera dormirme
-Encantado, yo soy Esther- me sorprendí teniendo fuerzas para hablar-Por cierto, ¿Cómo sabías como me llamaba?-recordando que anteriormente me había llamado por mi nombre.
-Si hubieses estado más avispada te habrías dado cuenta que estaba a escasos metros de ti cuando distes tus datos en la biblioteca para hacerte el carné, y como de casualidad, mientras leía allí un libro, descubrí que ibas al parque, desde entonces te he visto por allí muchos días.
-¿Me has estado siguiendo?-bromeé
-Claro-noté aún con los ojos cerrados como sonreía- no tenía nada mejor que hacer
-Lo siento- me excusé- no estoy nada bien como para fijarme en los demás
-Lo sé, no te preocupes. Verte aunque tú no te dieses cuenta me calmaba.
Sonreí, cerré los ojos, y me quedé dormida sin darme cuenta de nada más.
-Esther, ya hemos llegado- desperté, todavía seguía siendo de noche
-¿Dónde estamos?
-En Sitges
Me cogió en brazos como a una niña pequeña y me metió dentro de una casa, en la cama de matrimonio de una habitación. Seguía tan cansada que mi cuerpo actuaba como si estuviera drogado. Mientras escuchaba el estruendo que provocaba el descargar todo lo que había en el maletero del coche, me volví a dormir.
Los rayos del sol golpeaban mi cara. Desperté, pero continué varios minutos con los ojos cerrados, recordando y analizando lo que había pasado la noche anterior. Sabía que estaba en Sitges, pero no donde me encontraba. Deslicé el pie por la cama para comprobar si Gonzalo había dormido conmigo, no había ocurrido. Aquella parte continuaba hecha, y las sabanas continuaban con el mismo frescor con el que había encontrado el lado donde había dormido. Entreabrí tímidamente los ojos, y descubrí que los rayos del sol golpeaban en mi cara porque traspasaban una enorme cristalera desde la cual se divisaba el mar. Entonces escuché la comunicación de las olas con la arena, aunque evidentemente no la entendía. Era una vista preciosa.
Me vi vestida con la misma ropa que llevaba la noche anterior. Lo único que no llevaba eran los zapatos, colocados al lado de una alfombra a los pies de la cama. Me los puse y abrí temerosa la puerta del dormitorio. Estaba todo en perfecto orden, con una limpieza exquisita. Lo único que desentonaba en esa pulcredad era un sofá negro de cuatro plazas en el que había una almohada y unas sabanas. Presupuse que Gonzalo había pasado allí la noche. Pobre, pensé, con las heridas que tiene debería haber descansado mejor. Comencé a caminar por el salón observando las múltiples fotografías enmarcadas. Las entendía como si las hubiese hecho yo. Algunas reflejaban la desnudez, y con ella la sencillez de la humanidad y la transparencia del alma, en otras todo lo contrario, y mostraban la superficialidad de las personas. El salón desembocaba en un largo pasillo con varias puertas. Comencé a abrirlas para descubrir que era lo que ocultaban. La primera que abrí fue el baño, la segunda la cocina, allí se encontraba Gonzalo.
-Buenos días preciosa.- exclamó con una sonrisa- ¿Cómo has pasado la noche?
-Perfectamente, muchas gracias.
-Bueno- se giró para vigilar lo que tenía en el fuego- ¿Quieres desayunar o prefieres ducharte primero?
-Ducharme, está ropa lleva demasiado peso de todo lo que ocurrió ayer. Creo que la voy a tirar.
-Las toallas están en el segundo cajón del armario del baño-se giró y me sonrió antes de volverse- por cierto, espabílate si no quieres que se te enfríe el desayuno- añadió para finalizar
Me metí en la ducha, y aunque el sonido del agua al caer me impedía escucharlo con claridad, me parecía estar escuchándole cantar “Time alter time” de Cindy Lauper. Me empecé a reir a carcajadas. Era una canción que justamente no hubiese creído que se acercara lo más mínimo a sus gustos. Aún así, desde este lado yo también comencé a cantarla. Salí del baño con el pelo mojado para que la humedad del aire me la ondulara, y me dirigí a la cocina. Gonzalo estaba mirando por la ventana.
Me senté en la mesa a desayunar lo que me cupiese de todo lo que me había preparado. Tostadas, huevos revueltos con beicon, zumo de naranja, café, leche, y un plato de diversas frutas a rodajas.
-Si quieres otra cosa, en los armarios y en la nevera hay comida
-¿Qué vives siempre aquí?
-No, y si te preguntas por la comida- explicó- normalmente madrugo y voy a pasear por la playa, hoy he ido a comprar- Me sorprendió, mientras saboreaba el mejor café con leche que había probado nunca, todo lo que había hecho, que hubiese madrugado a pesar de todo lo sucedido anoche, y encima de haber estado conduciendo-Y encima- continuó- porque la señorita sea una holgazana y se levante a las doce de la mañana, no significa que todos podamos hacer lo mismo, El servicio tiene que tratar a los invitados como reyes.
-Me gustan mucho las fotografías. ¿Quién es él autor?
-Yo-pronunció nuevamente sorprendiéndome.
Una ligera sonrisa se dibujó en mi rostro, y sentí que me estaba atrayendo mucho más de lo que pensaba, pero no podía ser debido a todo el caos en el que se había convertido mi vida en estas últimas semanas. Tenía claro que no podía involucrarme en una relación, primero debía ponerla en orden nuevamente, pero ¿Y si era él la persona que me proporcionaría ese orden?
Pasaron varios días, y desde aquel día en Guissona no salía sola a la calle, apenas dormía si Gonzalo no estaba a mi lado, la puerta tenía que estar abierta, y la luz encendida. Tenía miedo a todo el mundo, era una constante tensión, un tener que estar mirando con cada paso hacía atrás para asegurarme que no me perseguía nadie, un sinvivir en un estado neurótico.
Un día amanecí maniatada en una cama y con una cinta adhesiva en la boca. A pesar de tener los sentidos aturdidos por el efecto de alguna droga, observé que me encontraba en una vieja nave sucia y abandonada. Enfrente había una cámara fotográfica, y tras ella, había un hombre. Era Gonzalo. Me aterroricé al vivir semejante pesadilla, pero lo hice aún más al descubrir que todo era real. Gonzalo presionaba el botón y sacaba instantáneas de mí. El sol comenzaba a traspasar por las grietas de los vidrios rotos. Era consciente de que debía estar en un lugar lo suficientemente alejado como para que no hubiese nadie que pudiese socorrerme. En un gesto seco, con una violencia insólita en él, me arrancó la cinta adhesiva de la boca
-¿Qué estás haciendo Gonzalo?- pude decir, temblorosa. No respondió, se limitó a mirarme con furia, y a quitarme las cuerdas que me aprisionaban las muñecas contra el cabezal de hierro. Algo había pasado. Me agarró de la ropa y sin apenas esfuerzos me elevó por el aire, haciéndome revivir la misma sensación que el día de la fuente.
-Como veo que todo el mundo se aprovecha de ti y tú no haces nada al respecto, yo no voy a ser menos-gritó, me tiró contra la cama, y comenzó a quitarse la camiseta- Reconócelo, eres una buscona, te encanta provocar….- Se abalanzó sobre mi y se desabrochó el pantalón, el miedo una vez más me bloqueaba, no podía creer lo que me estaba sucediendo otra vez, pero lo que menos podía creer era que otra vez era incapaz de reaccionar. Continuaba tirada entre las sabanas, dejándome besar y tocar donde se le antojaba, y yo no podía hacer nada más que llorar y recriminarme el haber confiado en él.
-Esto es lo que quieres ¿verdad?- susurró mientras me mordía la oreja- Todas sois iguales, vais de mosquitas muertas pero esto os gusta. Os pone cachondas ¿verdad? Quiero que me digas que te encanta, que lo vamos a pasar bien. Venga dilo.- decía mientras paseaba su húmeda, áspera y repulsiva lengua por mi cuello.
-Déjame- conseguí musitar un sonido insignificante, apenas perceptible
-¿Has dicho algo?-preguntó, el miedo volvió a acallar mis respuestas –Ya veo que no, continuemos entonces- arrancó mi ropa y la hizo pedazos. Se bajó el pantalón y abrió un preservativo- Soy joven para sorpresas-ironizó
-¡Que me dejes!-Grité cuando noté su fría mano descendiendo hasta el interior de mis ingles.
-¡Anda!, si habla- ironizó- ¿Y si no lo hago que vas hacer?
-Suéltame hijo de puta- una chispa de odio se prendió en mi interior, poco a poco iba naciendo una llama.
-¿Qué vas a pegarme? Venga pégame- pronunció mientras se levantaba y ponía a tiro su rostro.
-No voy a pegarte Gonzalo-contesté incorporándome- estoy segura que tu no quieres hacer esto
-Bueno-murmuró- entonces volvamos a las andadas- sonrió y me agarró firmemente de la cintura.
-Te he dicho que no me toques- lancé un alarido mientras le lanzaba un puñetazo que esquivó sin dificultad.
-¡Pegas como una chica!
-Cabrón, soy una chica
-Una pequeña, llorona e indefensa chica- contestó provocando que esa llama de odio calentará cada recóndito lugar de mi cuerpo y alimentara algo desconocido, y que volviera a lanzar un puñetazo mucho más potente que el anterior que chocó contra su antebrazo izquierdo- Eso es Esther, parece que no eres tan solo un cuerpo inerte en el que se puede hacer todo lo que se quiera. Pégame Esther, alimenta tu odio, aliméntalo de lo que te hace daño- gritó y comencé a soltar puñetazos y patadas mientras el los detenía como si nada. No sabía como inflingirle daño- Pobre niñita-continuó- que se refugia en casa, acuclillada en una esquina, llorando ante el mínimo problema que le ocasionan- yo continuaba lanzándole golpes inútiles- que le han estado apunto de violar porque ha sido incapaz de defenderse- lo miré con odio, y comencé a recordar…comencé a alimentar mi odio…
… Mis padres. Siempre se despreocuparon de mí, nunca les importé
…Daniel. Lo había ayudado y aún después de todo no sabía si podía confiar en él, todo a su alrededor estaba envuelto en la oscuridad
…Iker. Todo es caótico a su lado, todo son problemas, todo es demasiado complicado- Mis golpes emergían ahora con más fuerza. Gonzalo se limitaba a defenderse
…Aquel que casi me viola…él si que hizo sacar todo el odio acumulado en mi interior y que uno de aquellos puñetazos finalmente le diera de lleno en la boca. Gonzalo se tocaba la herida sorprendido
Nunca tuve la fuerza suficiente para afrontar los problemas, los miedos me bloqueaban. Entonces el espejismo se rompió cuando abrí el tapón que encerraba mi furia interior. Ante mí solo había la realidad. Gonzalo tenía una pantalón de chándal debajo del pantalón vaquero, En su cara se reflejaba la satisfacción de haber conseguido hacerme despertar, pero también la culpabilidad de haber tenido que llegar hasta ese punto tan lejano para conseguirlo. Me derrumbé. Lo abracé, apoyé mi cabeza en su pecho y me puse a llorar. Comenzó a mecerme al igual que lo hizo aquella noche, pero esta vez era diferente, no era miedo lo que me invadía, solamente el decaimiento de toda aquella acumulación de energía. Entendí que todo lo había hecho para ayudarme.
Los días pasaban, y una firme amistad se fue creando entre nosotros. Comencé a reorganizar mi vida. Aprendí a no tener miedos y a no silenciar mis sentimientos por temor.
La noche anterior a mi vuelta a Barcelona, Gonzalo me preparó un cena en la playa, y esa misma noche me besó. Fue un beso inocente, de amigos, y gracias a ese beso descubrí que había olvidado a Iker, y por lo tanto estaba preparada para volver a casa. Gonzalo al cabo de dos días se marchaba una temporada a casa de sus abuelos en Málaga.
Cogimos el coche y me dejó en Barcelona, intercambiamos números de teléfono, besos y la promesa de volver a vernos con el tiempo.
FINAL CAPÍTULO 6

10 volátiles plumas:

Noelia dijo...

gonzalo el terapeuta vaya la hizo reaccionar aunque un poco extrema la trapia, pues a ver lo que sigue cuando Esther vuelva.

Un beso

Noe

Ruth Carlino dijo...

Jo, niño que genio estás hecho.

Me he zampado toda esta comida literaria y ¿sabes una cosa??? quiero más, no estoy lo suficientemente satisfecha, me he quedado con hambre, ¿qué no hay postre o qué??? jajaja.

Besos.

Mónica dijo...

Una manera muy particular de ayudar... Pero en fin, aparentemente dio resultado...

Muy atrapante la historia... Continúa verdad? Espero que sin golpes y con más besos jajaja

Hasta la próxima
Mónica

Anónimo dijo...

Noelia vaya, jeje, hay veces que la terapia tiene que ser de choque

Pluma de fuego dijo...

Ruth tu es que eres insaciable, jejeje, pero tranquila hoy te traigo más

Pluma de fuego dijo...

Hay Mónica, jejeje, gracias por seguir esta historia...pues a ver si es verdad pero creo que yo que el camino tiene demasiados baches y pocas planicies, supongo que como todos no?

ego_mismo dijo...

MIRA QUE ESTOY ACOSTUMBRADO A MUCHAS COSAS Y AL SER EL EGO POCAS COSAS ME AFECTAN PERO ESTA HISTORIA ME ENGANCHO Y GUSTO......... VENIA CON MI MISION DE COMPRARTE EL ALMA HE VENIDO A LA TIERRA PARA ESO AUNQUE DE MOMENTO NO TE LO PROPONDRE POR QUE ENLOQUECE TU APASIONADA Y TALENTOSA PLUMA ME ENGANCHO SIGUE CRIATURA TERRENAL QUE LO HACES GGENIAL VOLVERE A LEERTE
SALUDOS DEL EGO Y BESOS DE FUEGO

Anónimo dijo...

Jajajaja gracias Ego-mismo he suspirado porque al verte he temblado. Intentaré mejorar cada día para que no tengas tentativas de intentar comprar mi alma

Anónimo dijo...

menuda historia!
me a enganchadoo!!
seguiras escribiendola no¿?
besoos!!

Medea dijo...

Llego aquí siguiendo a unos y a otros, en unos me quedo, en otros no, aunque he comenzado tu interesante historia por el final, vuelvo sobre mis pasos para situar a Iker, a Gonzalo, a Ewan, a Daniel, quiero coger esta historia desde el principio. Me encanta lo que leo, como lo expones, me quedaré si me dejas. Un beso