martes, 10 de noviembre de 2009

Plumas de fuego 6.5

Cuando volví a mirar arriba ya no estaba, y aproveché ese momento en el que inexistía entre nosotros contacto visual para marcar el número de la policía en mi móvil por lo que podía surgir. Advertí a aquel chico bajando las escaleras, y con él su estatura media, su complexión escuálida, su pelo rapado, sus ojos verdosos, y su nariz afilada.
-¿Te vienes conmigo?- susurró, componiéndo en su boca una nueva sinfonía, mientras esbozaba un pequeña sonrisa entrecortada y encajaba sus ojos en los míos
-Gracias, pero no, aquí estoy bien- contesté tajante aun mi estado de embelesamiento
-Venga mujer no seas sosa- farfulló a la vez que de un salto subió hasta donde me encontraba, alarmada y aterrada, y me tendía su mano- ¡Si nos lo vamos a pasar bien!. Si quieres nos vamos a mis casa y hablamos tranquilo y luego ¿Quién sabe?- guiñó un ojo mientras sonreía ahora con picardía
-De verdad que te lo agradezco, pero no me apetece, estoy bien aquí.- Era tan palpable la tensión que cargaba el ambiente que perfectamente se podía cortar con un cuchillo. Metí la mano en el bolsillo del pantalón, y palpé las teclas del móvil buscando la de llamada.
-Bueno, si no quieres no pasa nada- contestó para mi alivio. Se giró para irse. Suspiré, tenía entumecido cada parte de mi cuerpo. Estaba esperando un tiempo prudencial a que se marchara para ir corriendo al coche y volver a casa.- El problema- volvió sobre sus pasos- es que yo si quiero- me empujó bruscamente contra la pared, agarró mis manos con firmeza y con su cuerpo tísico bloqueó el mío. Apoyó su pelvis contra la mía haciendo rozar su pene ya erecto contra mi entrepierna, dejándome apenas sin libertad de movimientos. Comenzó a besarme con ferocidad, clavándome sus pómulos en mi mandíbula, y a pasear su húmeda y áspera lengua por mi rostro, bañándolo en saliva. La dulzura de sus palabras había mutado en movimientos encolerizados y violentos, mientras yo, chillaba pidiendo auxilio, giraba mi cara mitad por defensa mitad por la repugnancia que me daba, e intentaba de algún modo asestarle un golpe que lo noqueara. Pasaron varios minutos, o tal vez tan solo segundos eternos, y el miedo dominante de mí al completo continuaba sin devolverme algo de fuerza, y solo el temblor de mi cuerpo actuaba como impulso de este. De repente las lágrimas brotaron de mis ojos cuando de un movimiento eficaz e implacable me arrancó la camiseta haciéndola trizas, repitió el mismo movimiento desposeyéndome de mis pantalones, dejándome en ropa interior. Hacía un frío exageradamente helado. Sabía perfectamente donde me estaba llevando, gritaba y lo intentaba evitar como podía, habíamos llegado a un punto sin retorno por su parte, y realmente no hacía nada para evitarlo. Acto seguido se bajó los pantalones, y con ellos también descendieron sus calzoncillos, dejando al descubierto sus genitales. Tenía un gran dragón tatuado en el muslo. Sus ojos se volvieron, aún más si cabe, viciosos y degenerados. Casi sin ser capaz de advertirlos, los ruidos de unas pisadas provinieron desde la parte superior de la fuente, del mismo lugar desde el cual había aparecido este repulsivo ser, a unos tres o cuatros metros de altura desde donde se consumaba la violación, se desarrolló una nueva sombra se un rostro. Claudiqué, si con uno apenas tenía opciones, con dos era completamente inverosímil. Agonizaba. Me sorprendí cuando desde esa distancia saltó, y no por la altura, si no porque en el trayecto le asestó una severa patada en el pecho al depravado que intentaba violarme, que hizo que este cayese estrepitosamente de bruces contra la fuente abriéndose en la cabeza una grandiosa brecha de la que copiosamente escapaba la sangre
-Cuando una persona no quiere, es que no quiere- le recriminó- y sobretodo a Esther no quiero ni que la vuelvas a mirar ni que te acerques a ella a menos de trescientos metros si quieres vivir para contarlo ¿Queda claro hijo de la grandísima puta?
A pesar de que permaneciera a escasos decímetros de mí, no conseguía distinguir su rostro. Aquel infame sujeto se alzó. La sangre chorreaba hasta quedar adherida a su camiseta desgarrada. Echó a correr lanzando todos los improperios y amenazas que se le pasaban por aquella magullada cabeza. Todavía me encontraba en trance, y escuchar aquellas palabras avivó mi estado colérico-hipocondríaco, todo lo contrario que en mi “ángel salvador”, que continuó con grandes dosis de aplomo, incluso saltó desde aquel pedestal y echó a correr tras él para asustarlo, produciendo que el otro saliera despavorido.
Me acurruqué en el suelo, y empecé a desechar de mi interior, a modo de lágrimas, todo el miedo acumulado. Había estado tan cerca que me atormentaba imaginando que realmente había llegado hasta el final. Aquel chico regresó, se acercó hasta mí y me cogió en volandas desde el suelo para sentarse él, acurrucándome entre sus brazos, protegiéndome, acunándome como se hace a un bebé.
-Venga, tranquilízate, todo ha terminado, y por suerte no ha ocurrido nada. Yo te protejo- susurraba mientras al mismo tiempo acariciaba mi rostro, y tomaba posesión de cada una de mis lágrimas con las yemas de sus dedos.
Alcé la cabeza, mientras él seguía consolándome y protegiéndome con los ojos cerrados, descubriendo que quien me había salvado era el chico rubio de la cafetería. Me relajé, y entonces volví a percibir el aroma de aquella fragancia que a causa de la desconexión de mis sentidos por el miedo no había llegado a percibir hasta ese momento. Lo miré, y al intentar levantarme, abrió los ojos.
-¡Shh! Tranquila, yo te protejo- repitió, pero continué alzándome
-Muchas gracias, pero ya me voy a casa que menuda nochecita he tenido ya. ¡Como para fiarme de los hombres, si es que todos sois iguales, todo el día pensando en lo mismo! Si es que soy imbécil- me sorprendió la ira que vomitaba con solo abrir la boca, y la dureza con la que le había atacado tachándolo de superficial y descarriado; eso le hirió más de lo esperado, sentí que comenzó a sentirse despreciado .
-Créeme, las gracias te las tengo que dar yo a ti- dijo dejándome estupefacta- Ves a la comisaría a denunciarlo lo más inmediato que puedas, y ten mucho cuidado- finalizó, se levantó, y se marchó por las escaleras.
Cuando dejé de apreciar su silueta seguí sus pasos por las escaleras. Me introduje rápidamente en el coche y eché el cierre. Encendí las luces, que alumbraron a escasos diez metros al chico rubio de brazos cruzados observándome. Encendí el motor, el chico se volvió y empezó a caminar por aquella angosta carretera sin pavimentar, conjeturé que lo había hecho para protegerme.
Apagué de nuevo el motor, cogí una camiseta y unos pantalones tirados en el asiento de atrás, y esperé unos diez minutos más. Poco después de haber transcurrido el tiempo lo volví a encender y comencé a conducir camino de mi casa por aquella carretera de tierra. A mitad del camino, esa carretera desembocaba en otra pavimentada y de mayor anchura, pero igual de desértica. Vislumbré a lo lejos, comenzado a caminar en la calzada asfaltada, al muchacho que siendo desagradecida no me había dignado ni a preguntarle el nombre. Reducí ligeramente, y al llegar a su altura, justo en ese instante, apareció la luna llena al completo. Me giré y lo miré, esté a su vez hizo lo mismo. Cuando ese momento se desintegró, una ráfaga de aire sacudió nuestros cabellos, aun yo llevando los cristales subidos. Y a pesar de que ese momento se había evaporado, pensé que el destino lo había vuelto a poner en mi camino, pude haber parado, agradecerle que hubiese estado allí, haberle llevado a su casa… pero ya esta tarde, y a pesar de que ese momento se había evaporado continué mirándole a través del retrovisor central. En un pestañeo lo estaba mirando a él, y al siguiente… volví a pestañear por tercera vez para corroborar que lo visto no había sido imaginación mía, pero todo continuaba semejantemente igual que en el anterior pestañeo. El individuo que había abusado de mí había llamado a su gente, una cuadrilla de unos veinte hombres altos y musculados como armarios, que salieron imprevistamente desde los campos de grano que había a ambos lados de la calzada. Frené en seco, de una manera tan brusca que seguramente había dejado grabada las huellas de los neumáticos en el asfalto, y eché marcha atrás. A pesar de la desigualdad numérica, rápidamente se había quitado de encima a un par con potentes y rápidos puñetazos en la cara dejándolos groguis en la cuneta. Intenté acercar el coche a él pero una muralla de cuerpos lo rodeaba, Continué marcha atrás unos cincuenta metros más, frené, y cambie de marcha. Puse las largas para intentar deslumbrarlos y aceleré llegando hasta ochenta kilómetros a la hora antes de llegar al lugar. La fiereza me cegó cuando distinguí entre todos ellos al individuo. Pensé que frenaría, pero no lo hice, aún no. Tenía ganas de llevármelos por el medio a todos. Me encontraba a diez metros del embrollo, cuando entre todas las cabezas apareció la del muchacho rubio, clavándome en mis retinas sus negras pupilas, haciéndome frenar justo para no llevármelo por delante, dejando el coche casi al roce de sus piernas.


CONTINUARÁ...

jueves, 5 de noviembre de 2009

Plumas de fuego 6.4


No sabía si lo que Sergio Esteve me acababa de contar era verídico, pero lo que si sabía era que si su intención era hacerme dudar, lo había conseguido, ahora no me fiaba de ninguno de los dos.
Volví a casa, y durante el trayecto pensé que antes de solucionar la vida de alguien, debería solucionar los problemas de la mía, y los que había causado en la gente de mí alrededor. Me tumbé en la cama y miré el techo, cuando caí en la cuenta de que volvía a tener el escrito entre mis manos, ahora era demasiada la incertidumbre para intentar evitar la tentación de leerlo. Me levanté y cogí del bolso el papel que Iker había escrito en el hospital. El móvil comenzó a sonar, ni siquiera deparé en quien llamaba antes de apagarlo, me senté sobre la colcha y me puse a leer:
Querido Kiar:
Ya sé que esta no es la mejor manera de explicarte algunas cosas, aunque si finalmente has encontrado esta carta, te quedará poco tiempo para leerla. No tengas miedo de nada, todo estará bien muy pronto.
Me hubiese gustado haber tenido tiempo para poder explicarte algunas cosas como es debido, pero ahora creo que es mejor así, para que al menos siguieras manteniendo una ínfima parte de toda esa inocencia que tenías cuando me fui, aunque sé que alguien te la está intentando arrancar violentamente.
También me hubiese gustado poder despedirme de ti como es debido, al igual que la otra vez, pero no pudo ser, espero que me perdones, y si no lo haces, tengo la esperanza de que al menos algún día lo comprendas.
Lucha por tu felicidad, y por la de los que te rodean. Sueña, nunca dejes de hacerlo, tengo confianza en ti y sé que siempre harás lo correcto, lo que te dicte tu corazón
Eres pura bondad, pero no todo el mundo posee los mismos valores que tú. Mucha gente pasará por tu vida, rodéate de la gente adecuada y sé capaz de vivir grandes momentos y sonreír con ellos. Dalo todo por la gente que te quiere, y busca a Sedara aunque tu vida peligre con ello, pues si la pierdes, pues si pasa por tu lado sin que te des cuenta, perderás la vida, no la dejes escapar, porque cuando la alarme sale y los enemigos estén apunto para atacarte sin ellos, si esas personas a tu alrededor no tendrás ninguna oportunidad, tus enemigos lucharán con más fuerza contra la debilidad que albergaría tu corazón.
Tendrás una vida llena de vivencias y de emociones fuertes, pero los peligros están ahí, pues es tu destino, no te relajes, y n te limites a ser como los demás, pues has nacido con grandeza…

Las lágrimas que recorrían mi rostro impedían que continuara leyendo el párrafo que me quedaba, pero ya estaba sufriendo demasiado y no estaba dispuesta a continuar fustigándome. El dolor me sacudía, y no era capaz de señalar desde donde me manaba, el motivo era Iker, él era toda la vorágine que devastaba todo mi interior. No tenía dudas de que esa persona llamada Kiar, tenía algún tipo de conexión con Iker. Recuerdo cuando lo nombró, incluso cuando resurgió de la cama poseído para escribir esta carta, incluso cuando Sedara apareció en mis sueños para persuadirme de que me alejara de Kiar. Yo no estaba en su destino, debía alejarme de él como fuera, costase lo que costase.
Aquella noche no pude dormir, deambulaba por cada rincón de mi cama pensando en lo que podía hacer para alejarme de él, para olvidarlo, y de solo pensarlo volvía a llorar sin contemplaciones.
Al día siguiente Iker vino a casa a buscarme, verlo me hundía más, así que opté por decirle a mi madre que le comunicara que no estaba, mientras yo permanecía sentada en el suelo, derrumbada, con la espalda pegada a la puerta de mi habitación. Cada día pasaba por mi casa, y con ello me enterraba con más profundidad en la tierra, por lo que para superarlo tenía que alejarme lo máximo posible de él y opté por irme con mis padres a su pueblo. Todo lo que fuese no verlo, ni oírlo, ni sentirlo, me ayudaba, aunque al principio me costó una barbaridad, sobretodo por la noche, en la que lo sentía, lo oía, y lo veía al otro lado de la cama.
El único motivo por el que me fui al pueblo de mis padres, un pequeño pueblo llamado Guissona en la provincia de Lérida, era para conseguir olvidar a Iker y despegar toda la suciedad que se había adherido en mi vida. No albergaba grandes expectativas del pueblo, pues como tal no estaba hecho para mí, y ni siquiera dudaba que en todo el tiempo que no había ido por allí hubiese sufrido un gran cambio. Todo seguía igual, la zona estaba llena de fábricas y una enorme cantidad de extranjeros habían cambiado de país para trabajar en ellas. El resto del pueblo no había sufrido apenas cambios.
Evitar lo máximo era a mis padres era una prioridad para que mi existencia no pasara a un estado de regresión, pues con ello resurgirían sentimientos y situaciones banales que no me interesaban ni quería retomar. No quería intentar acercarme, buscar en ellos unos padres, y chocar constantemente contra un muro. Ellos sabían que si querían encontrarme, aunque me sorprendería, tenían que buscarme en la biblioteca, pues era ahí donde pasaba la gran parte de mi tiempo, leyendo, introduciéndome en páginas y páginas contenedoras de letras y de historias que me transportaban a otros mundos, mundos reales que para mí eran fantasía, o mundos fantásticos muy reales, que me alejaban de mi propia realidad. Cuando cerraba la biblioteca me iba caminando un par de kilómetros hasta la “Font de l´estany”, un lugar que se encontraba a las afueras del pueblo, donde podías disfrutar de un lugar tranquilo lleno de nogales, con mesas y barbacoas, donde suelen ir muchas familias, sobretodo los fines de semana. Justo en la entrada se encuentra una fuente, tras ella, hay un bloque donde me siento hasta bien entrada la noche con una mochila llena de libros, una toalla que uso para estirarme, un pequeño bolso térmico que aguanta el frío del agua de una botella, algo de comer, y un reproductor de música.
Poco a poco la monotonía, en ese lugar, succionaba mi vida, y me hacía creer que siempre había estado haciendo lo que hacía, algo que siempre había intentado evitar luchando por innovar, crear cada día uno diferente, llegar a nuevas metas, pero ahora era inviable evadir esa invariabilidad, pues la única manera que tenía de hacerlo era regresar a Barcelona, algo impensable en estos momentos, pero una noche toda esa rutina se desquebrajó.
Mi madre me mandó a comprar unas pizzas para cenar. El lugar estaba enfrente de casa, y era donde se concentraban, la gran parte del tiempo, la juventud del pueblo, pues aparte de vender pizzas, también lo hacía con casi cualquier tipo de comida rápida. La terraza estaba a rebosar, había tal gentío que me costó llegar hasta la puerta, y cuando lo conseguí descubrí que hasta allí llegaba la cola. Las camareras, pese haber una decena, no daban abasto. El tiempo avanzaba lentamente, al igual que lo hacía la cola, por lo que inventé un juego para matar ese tiempo muerto. El juego consistía en pensar en la primera impresión que me causaba cada persona.
Comencé por la mesa que estaba más al fondo de la sala en la que estaba, pues las de las otras dos no era capaz de vislumbrar, en ella había una chica rubia que me dio la sensación de ser creída y estúpida, junto a un chico de la misma calaña. Así hice con todas y cada una de las personas que había a mí alrededor; claro está que no todos me causaron mala impresión. Al mirar la cola descubrí que casi no había avanzado, por lo que decidí seguir haciendo el juego, ahora con la gente que entraba. Entraron varios grupos de persona y seguía prejuzgando a las personas, entonces me di cuenta de lo sucio, lo vil, y de lo mediocre que estaba actuando. La puerta se abrió una vez más y miré de reojo quien entraba. Un chico rubio con encanto se situó al final de la cola, cinco o seis puestos tras de mí. Al verle sentí una ráfaga de aire fresco que transitaba por todo el local y aglomeraba en las esquinas las malas vibraciones, sobretodo la mía. Me giré y le descubrí con su mirada fija en mí. Encontrándome con su intensa mirada me volví, bajé la vista avergonzada y un calor intenso invadió mis mejillas. Estaba ruborizada.
Dejé de jugar para centrarme en él, y a la mínima oportunidad, cuando la puerta se abría, o notaba que no me observaba, lo divisaba detalladamente. Como había observado era rubio, tenía los ojos marrones, una piel muy morena, y unos labios sensualmente grandes y esponjosos. Era bastante alto, tal vez como Iker, y sin darme cuenta volví a pensar en él, pero de inmediato me centré de nuevo en el chico de complexión delgada. Vestía con camisa azul marino y pantalones de pinza blancos. Desde mi posición percibía un aroma que me encantaba, era afrutado.
Finalmente la cola delante de mí desapareció, pedí dos pizzas y unos refrescos, y después de esperar veinte minutos más, minutos de ver a borrachos dando tumbos, a más gente entrar y salir, gente comiendo en las meses, trabajando, esperando, entre ellos el chico rubio, el pedido ya estaba, lo cogí y salí de aquel barullo. Al pasar por su lado percibí que el perfume emanaba de él, abrí la puerta y me marché.
Cené en mi habitación, y después, al caer más la noche, cogí el coche y me fui de nuevo a la fuente del parque con mi reproductor de música, y sobre ella me estiré, en la soledad de la noche, a pesar de que en esa misma noche la luna acudía con retraso a la cita, ya que un manto espeso de nubes la ocultaban tras ellas, por lo demás, las estrellas declaraban un el cielo casi despejado, incluso brillaban y parpadeaban de una manera especial, como si indicasen al resto de los cuerpos celestes que en aquella noche única, algo mágico iba a suceder.
Un día más me encontraba en el mismo lugar. Encendí la música y me puse los auriculares, sometiéndome a sus letras y dejándome cautivar por sus melodías, dejándome arrancar sentimientos ocultos. Me dejé llevar por las mismas, y aprovechando que estaba sola en aquel lugar, pese a lo peligroso de estar en un lugar tan solitario y alejado, cerré los ojos y me puse a cantar, creí hacerlo de una manera tranquila, pero lo cierto era que dejaba en ese canto toda la energía que disponía. Al abrir de nuevo los ojos, una silueta que se ocultaba en lo más alto de aquella superficie, a un par de metros de mí, donde tenía aparcado el coche, me observaba y mascullaba algo, Me provocó un descomunal sobresalto que puso mi vida en un ligero riesgo por momentos. Me quité los auriculares.
-Estás cantando de una manera tan desmedida que estás formando una fiesta en el pueblo- la dulzura de su voz aterciopelada acariciaba mis oídos. No veía el rostro de la persona que emitía esa sutileza en las palabras, pues no veía bien a causa de la poca luz que producía la única farola que había en todo el lugar.
-CONTINUARÁ....

miércoles, 4 de noviembre de 2009

NOTA

MAÑANA POR FÍN REGRESA

PLUMAS DE FUEGO

NO TE LO PIERDAS