lunes, 7 de diciembre de 2009

Plumas de fuego 7.2





Ewan me acercó a casa, pero me di cuenta de que lo que quería en ese momento era ir a ver a Iker. Cogí el objeto que emergió de su mano y la carta que escribió en el hospital cuando se encontraba en aquel extraño estado. Cogí el coche, que aparqué cerca del portal de la casa de sus padres, en Gavá, y llamé al timbre. No contestó nadie. Me senté en una banco cercano a esperar, podía haber esperado en el coche, desde allí avistaba el portal, no tendría frío y estaría más segura, pero había un inconveniente, y era que si esperaba allí me dormiría, y necesitaba hablar con él. Ese frío nocturno, a pesar de estar en pleno verano, me mantendría despierta.
Encontrar el amor, todo el mundo sueña con hacerlo, sentir el sentimiento por excelencia que te golpea, te encierra y te tortura, pero que a su vez te lleva en volandas a un cielo inmenso y desconocido donde volar en esa felicidad crea nuevas realidades paralelas. Tarde o temprano llegará…
¿Serás capaz de subirte a ese tren que pocas veces llega a tu estación? ¿O te asustarás y bloquearás las puertas de tu corazón? Y una vez lo tengas… ¿Serás capaz de mantenerlo y avivarlo para siempre? ¿O te acomodarás para lenta y dolorosamente matarlo? ¿Conseguirás soportar sin caer en la locura la inmensidad del amor? ¿O tendrás vértigo en ese cielo y cortarás tus alas? ¿Aceptarás la decisión? ¿O te arrepentirás de esta?
Las palabras venían a mi cabeza mientras imaginaba primero el futuro que pude haber tenido con Iker, lo reconozco seguía enamorada de él, y después pensaba en como le iba a explicar mi marcha durante todo este tiempo. Antes las razones me parecían de peso debido a la poca claridad psicológica que en aquellos momentos evidenciaba, pero ahora ¿Cómo se lo explicaría? Y lo más importante ¿Cómo reaccionaría?
Un grupo de jóvenes bastante ebrios interrumpieron mis sentimientos, y aunque al pasar por mi lado soltaron algunas obscenidades e insultos no les di importancia por su estado. Más allá de aquello, no hubo ningún sobresalto en toda la noche.
Con la llegada de la luz del día me levanté del banco rompiendo la posición con la que había permanecido toda la noche, y aunque sabía que Iker no había pasado por allí, para asegurarme volví a llamar a su casa. Como esperaba nadie respondió y volví a sentarme en el banco. Ahora lo que la noche ocultaba, la luz del día lo mostraba en todas sus plenitudes y detalles. Las miradas de las vecinas, asomadas en las ventanas y balcones aumentaban. Algunas miraban con lástima, igual que con las que se mira a quién le han roto el corazón o no tiene un lugar donde ir, otras en cambio, eran severas, altivas y condenatorias y me hacían sentir como a una drogadicta o una prostituta. No me levanté del lugar, ni siquiera para comprar algo para llevarme a la boca, como tampoco levanté la mirada cuando una mujer me trajo un plato de comida caliente que rechacé. No tenía apetito.
Las horas pasaban lentamente, y en el cielo había trazos de naranjas, rojos, rosados y violáceos, hasta que el negro de la oscuridad, una vez más, acabó tragándose aquella paleta de colores. Esa noche parecía que iba a ser igual de tranquila que la anterior, pero la monotonía se desquebrajó cuando dos hombres de avanzada edad aparecieron con una cogorza que les dificultaba mantenerse en pie. Acto seguido, al verme, se acercaron y comenzaron a insinuarse, y aunque los ignoré, continuaron con aquel grotesco espectáculo, incluso terminaron bajándose los pantalones mostrándome en plenas facultades sus miembros viriles. Continué con la mirada gacha mostrando indiferencia ante lo que acontecía a una distancia prudencial de mí. Todo cambió en el momento en el que tuvieron la osadía de levantar ligeramente mi vestido. Una fuerza oscura e insólita, proveniente del ese lado del alma donde se deposita toda la inmundicia humana, se alimentaba de alguna fuente de odio que todavía no había sido absorbida. Mi ira también aumentaba insaciablemente tal y como me enseñó Gonzalo todas aquellas tardes noches en las que me situó delante del sacó de boxeo. En un momento estaba sosteniéndome de no entrar en erupción, y al siguiente estaba con una mano agarrándole y retorciéndole los genitales a uno, y con la otra lanzándole un puñetazo en la nariz del otro, provocándole una salida masiva de sangre. Los gritos ahogados de dolor lograban sacudir al aire. Las luces de algunas ventanas se encendieron. Aquel hombre colocó sus manos en la nariz y salió corriendo haciendo eses y trastabillándose en un par de ocasiones antes de desaparecer de mi vista. Me volví y miré al sujeto propietario de los testículos que estaba retorciendo en mis manos. Estaba medio arrodillado, y el color de su cara había permutado a uno cercano al morado. Me pidió perdón, incluso suplicó que lo dejara estar. Conseguí controlarme y lo solté, pero no lo suficiente para evitar propinarle una patada en su trasero cuando salía corriendo e intentaba subirse los pantalones que llevaba caídos hasta los tobillos.
Me volví a sentar en el banco, me costaba respirar. Las ventanas de los edificios, poco a poco, volvían a quedarse a oscuras. Cuando menos me di cuenta ya estaba sumergida de nuevo en mis pensamientos, en aquellos que exploraban lo más profundo de mí interior, aunque sabía que había una amplia zona donde desterraba lo oscuro que o no podía o no me atrevía a visitar.
Comencé a sentir unos pasos amplificados por el absoluto silencio que mostraban aquellas calles al borde del alba. Pensé que podían ser aquellos dos individuos que me habían molestado antes, incluso pensé que podían haber llamado a otras personas. Aquellos pasos volvieron la esquina, se dirigían a mí, así que levanté tímidamente la cabeza. Era él. Le sorprendió verme allí. Rápidamente me levanté del banco y fui en busca del contacto de su cuerpo con un abrazo que por fin si ocurrió. No me atreví a preguntarle donde había estado.
Me invitó a su casa, estaba preocupado por mí y por mi aspecto ojeroso, delgado y áspero. Me cambié de ropa poniéndome una camiseta y unos pantalones de Iker. De ellos se desprendía un olor que hacía mucho tiempo que no percibía, era su olor característico, aún así volvieron a embaucarme, a estremecerme, y a hacerme desear percibirlo cada mañana durante el resto de mi vida.
Me dió de comer mientras me observaba detenidamente sentado encima de la encimera, con un botellín de cerveza en una mano y un cigarro en la otra, e iba lanzado algunas de sus habituales bromas. Sentí como si esa noche fuera la que debió venir después del beso. Éramos los mismos protagonistas, aunque el tiempo y el espacio que ocupábamos, las inquietudes, las palabras, el estancamiento de lo que ahora sentimos o lo que llegamos a sentir en ese momento y esta incomoda situación no deberían estar.
Subimos a la habitación y nos sentamos en su cama el uno frente al otro. La conversación presumía ser larga.
-¿Qué pasó?- preguntó con bastante interés.
Esperé varios segundos, inmóvil, observándole sin decir nada. Me levanté de la cama, cogí mi diminuto bolso y lo abrí. De este saqué un sobre blanco y lo tiré encima de la cama.
-Ábrelo.
-¿Qué es esto, Esther-preguntó- no entiendo que tiene que ver esto con mi pregunta.
La conversación se estaba poniendo interesante, pero ambos estábamos agotados y nos dormimos.
CONTINUARÁ...

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Plumas de fuego 7.1

-Capítulo 7.- Cada noche es una historia diferente (4ª parte)

Lo primero que hice fue regresar a casa. Encima de la mesa del recibidor encontré las llaves de mi coche y una carta de mis padres. En ella me informaban que ya no vendrían a Barcelona, pues su vida estaba en Guissona, y que habían cambiado la escritura y la casa estaba a mi nombre. Sonreí eufórica, era la guinda del pastel en el que la base era la reorganización de mi vida. Deshice mi maleta y coloqué su contenido en su sitio. Cuando terminé llamé a Ewan. Era igual de culpable que él por la incomunicación que manteníamos desde el día que vino a buscarme a los calabozos. Le pregunté como estaba, y me alegré cuando me comunicó que ya se encontraba en perfecto estado y ya había salido del hospital. Quedamos en salir esa misma tarde.
Todavía era temprano, así que aproveché para ir al supermercado ya que la nevera se encontraba en un estado anoréxico. Cuando volví, al subir las escaleras, me encontré a Daniel tirado en el suelo del rellano, drogado, con una goma en el brazo y una jeringuilla sobre la alfombra. Lo miré de soslayo y le pegué una suave patada para apartarlo, aunque por la absoluta decepción que sentía hacia él, se la hubiese dado más fuerte. Me introduje en mi casa, cerrando la puerta con llave, y echando el cerrojo. Comencé a limpiar y a recoger la casa. Poco después llamaron al timbre, me acerqué a la puerta y observé por la mirilla, Era Daniel. Y aunque su estado continuaba siendo igual de deplorable, al menos mostraba algo más de lucidez.
-¿Qué quieres?- me limité a decir
-¡Ayúdame Esther!- exclamó mientras aporreaba la puerta
-Ya lo hice Daniel, ¿Recuerdas?
-De verdad Esther, ahora necesito más que nunca tú ayuda
-Eso ya me ha quedado claro- musité corroborándole el mal aspecto que tenía- el problema es que te ayudé mientras estuviste en el hospital, lo hice con lo de tu padre, y a deshacerte de las drogas. Te acompañe a una casa a buscar tu pasado, y resultó que en ese lugar se encontraban tus tíos y tus primas salvajemente asesinados- dejó de golpear la puerta- Casi me meten en la cárcel, y ahora te encuentro drogado. Me has decepcionado mucho Daniel, no me lo esperaba de ti.
-Esther, de verdad, solo escúchame-rogó- te lo explicaré todo
-Márchate-insistí-yo no puedo hacer nada, ya no tengo fuerzas, ni ganas…
-Lo siento por todo lo que te he podido causar- y se marchó.
Al llegar la tarde, Ewan vino a buscarme, y salimos a tomar algo. Comentamos como transcurrían nuestras vidas. Ewan tenía un aspecto lozano y se mostraba muy animado. Me lo pasé genial, así que acepté volver a quedar dos días después con él, en esa ocasión iríamos a cenar con una pareja amigar de Ewan. Llegó la noche de la cena. Me puse un vestido estilo años veinte, y lo acompañé de un pequeño bolso. Ewan apareció con un cambio espectacular de look. La cena era en un precioso restaurante de Barcelona.
-Iros a un hotel- dijo Ewan mientras yo, contemplaba los tonos calidos del restaurante.
-Hola Ewan.-Me detuve en seco, lo familiar de aquella voz me empujaba a la perplejidad. Me giré con lentitud, precavida, como si ello fuera a evitar la sorpresa de ver a Iker. Mi corazón empezó a latir, y gritaba a grito limpio que no, que no me siguiera mintiendo, que no lo había superado, que no estaba preparada todavía para volver a verlo, que no lo había olvidado, pero allí estaba frente a mí, aflorando sentimientos que tenía escondidos, que los había ocultado como si mi vida dependiera de ello, un último vestigio de lo que fue mi vida, ese silencio de la aquella voz que nunca debió estar callada. Entonces ocurrió el peor error posible, me habló, y con ello me llevó a la locura de algo que debía haber desaparecido con el tiempo.
-Hola Esther- me dijo mientras nuestras miradas encajaban una vez más a la perfección, como ya hicieron antaño, y sonreía.
Lo primero en lo que me fijé fue en su acompañante, y me petrifiqué al descubrir que era la viva imagen de Sedara, la chica con la que soñé y me amenazó con que me apartara de él, suponía que de Iker. Debía estar enloqueciendo.
-Hola golfo
Me giré y todo se paró a nuestro alrededor. Cogió mi mano mientras todo seguía en la absoluta inmovilidad, y viajamos nuevamente a la playa, a nuestra playa… Todo surgió muy rápido, pero conseguí nuevamente revivir cada detalle del beso, de aquel beso que cambió mi vida.
Escuchaba ambos corazones latir a un ritmo vertiginoso… Veía como a ambos nos temblaban las piernas… Y como toda la magia, la pasión y romanticismo se habían citado a nuestro alrededor, provocando que algo cambiara, que el mundo se desquebrajara imperceptiblemente en el lado contrario por la fuerza que congregábamos en el lugar. Algo así como un efecto mariposa.
Y todo volvió a su lugar, a su tiempo y a su espacio, y de nuevo el mundo dejó de centrarse solamente en nosotros dos.
-Iker, Esther ¿Os conocéis?-articuló como pudo Ewan
-Si-respondí - es una gran persona en mi vida-
Cuando lentamente se evaporaba el estado de perplejidad, y la normalidad se fue instaurando en mí, comencé a bóxer en pocos segundos todo lo que me rodeaba y antes no había sido capaz de percibir. No entendía como Ewan e Iker eran amigos, ni porqué Ewan había preguntado si nos conocíamos, ya que cuando él y yo habíamos comenzado a hablar había sido estando yo en el hospital con Iker. Pero lo que más me rondaba, lo que cada vez estaba más segura, era que la acompañante de Iker era idéntica a Sedara. Estuve apunto de levantarme y acercarme a ella, y susurrarle “Si te refieres a Iker, lo siento, por mucho que lo intento no puedo hacerlo”.
¿Como era posible que soñara con una persona que no había visto en mi vida, y poco después verla al lado de una persona conocida?
¿Alguna vez te has fijado en todas las personas desconocidas que aparecen en tus fotos?
¿Te has fijado alguna vez en cuantas fotos sale la misma persona?
Y lo más importante…
¿Alguna vez has pensado cuantas son las personas que tienen una foto en la que tú sales?
Y me di cuenta, Iker y yo estábamos conectados de algún modo, ya que de alguna extraña manera todas las personas que habían girado en mi vida en los últimos meses, casualmente eran miembros activos de la de él, y viceversa.
-Si bueno- comentó Iker- también en la mía, pese a todo- noté que mis ojos se empañaban de anhelos, tal vez todo hubiese sido diferente si nada de lo ocurrido me hubiese afectado en mi vida de esa manera, si no hubiese tenido miedo, si no hubiese echado a correr. Finalmente me costó mucho controlar que mis ojos no desprendieran ninguna muestra de lo que sentía pero comencé a sentirme nerviosa. Noté que mis manos iban por cuenta ajena, mis labios se entumecieron deseosos de contacto, y mi pecho se agitaba con mucha fuera. Notaba como se movía el vestido.
Iker se levantó, le dio un apretón de manos a Ewan, se giró y vino sutilmente hacia mí. Me dio dos besos y fugazmente se acercó al oído y me susurró:
-Esther, aunque lo he deseado muchos meses, este no es el lugar apropiado para hablar, ¿verdad? Asentí, y repetí el mismo saludo con Sandra.
La verdad fue muchísimo mejor de lo que “a priori” había creído, a pesar de que en ningún momento Iker y yo traspasamos la raya de los monosílabos en toda la conversación, ni de miradas que no se sostenían ni dos segundos antes de volver a caer hacia abajo, cohibidas, a pesar de todo el tiempo y de tantas y tantas cosas que habíamos vivido juntos.
Nos despedimos de Iker y Sandra, y Ewan y yo nos fuimos al coche, rápidamente le pregunté algo enfurecida
-Ewan, ¿de que conoces a Iker?
-De la playa- me respondió
-No, Ewan- me miró sorprendido- lo conoces del hospital
Me explicó que en el hospital apenas había visto a Iker, y que desde que lo conoció no había caído que era él.
-Gracias-pronuncié
-¿Porqué?- preguntó, pero rápidamente el mismo descubrió la respuesta, y descubrió que ya me había dado cuenta de todo. Sonrió- De nada-dijo finalmente
-Pero podías habérmelo dicho
-No hubieses venido- tenía razón

Continuará...

martes, 1 de diciembre de 2009

Plumas de fuego 6.6





-Sube-aullé, emitiendo un sonido tan estridente que las lunas clausuradas en su totalidad no pudieron evitar que se le introdujera en los oídos y se le erizara el vello de su piel. Impulsivamente, por un acto reflejo, se giró esquivando un puñetazo que iba directamente a la boca de su estómago. Contraatacó lanzando su puño desde atrás, y él no falló, dándole de lleno en el rostro y desplazándole por el suelo. Corrió hasta el coche cuando a su vez uno de aquellos jóvenes comenzó a golpear los cristales que había situadas a mi lado. El chico rubio se acercó. Milésimas antes de que intentará abrir la puerta pulse el botón para quitar el seguro. Abrió la puerta, se subió y de un portazo la cerró. Nos miramos y él gritó:
-Acelera.
Abrí la puerta justo cuando el individuo que golpeaba los cristales venía otra vez a una nueva acometida, causándole un fuerte impacto. Aceleré. Mientras cerraba de nuevo la puerta, el sujetó firmemente el volante. Varias piedras impactaron contra el chasis del automóvil aboyándolo, incluso una desquebrajó el cristal trasero. Algunos miembros de la pandilla corrían detrás del vehículo.
Conseguimos dejarlos atrás, y nos dirigimos a la comisaría de Cervera a presentar una denuncia. Al terminar de tomarnos declaraciones y de interponer la denuncia, salimos del edificio.
-¿Y ahora confías en mí?- preguntó con una sonrisa en su rostro magullado
-No es que antes desconfiara, simplemente estaba asustada
-Si confías en mí, ¿Serías capaz de acompañarme?
-¿A dónde?
-Si te lo dijese- explicó- ya no haría falta que lo hicieras, y menos vendrías conmigo-le miré fijamente y asentí, poco después me arrepentí de mi decisión. Siempre temblaba ante lo desconocido, pero a su vez, lo peligroso me atraía enormemente. Debía ser algún mecanismo bipolar en mi mente
Fuimos nuevamente a Guissona, lo dejé en su casa y metí el coche en el garaje de mis padres. Subí lo más rápido que pude las escaleras hasta el piso. Fui al dormitorio, cogí una maleta de debajo de mi cama y la puse encima. Comencé a llenarla de ropa y objetos personales o importantes, cuando la terminé me senté a fumarme un cigarrillo en una silla de la terraza, esperando al chico, cuyo nombre aún desconocía, apareciese a buscarme a la puerta. Mientras esperaba, varios coche patrulla pasaron por delante de casa, y supuse que estarían buscando a aquellos desalmados.
Un todoterreno negro se paró enfrente de mi casa, tocó el claxon y se asomó por la ventanilla. Era él. Cogí la maleta, y dejé encima de la mesa del comedor una nota que previamente había escrito a mis padres. Cerré la puerta con delicadeza para no despertarlos y bajé. Al verme, el chico salió del coche, miró en todas las direcciones y metió mi maleta en el maletero. Nos metimos en el coche, y comenzó a conducir
-Es una locura que te acompañe- le reprimí al mismo tiempo que me lo hacía a mi misma-y confíe en ti cuando ni siquiera sé tu nombre.
-¿Cómo eres capaz de subirte en el coche de alguien del que no sabes ni su nombre?- ironizó. Le pegué un puñetazo en el hombro, justo donde debía tener una magulladura de la pelea anterior por el gesto de dolor que intentó ocultar pero no consiguió.
-Lo siento- me estremecí- déjame que te vea la herida
-¿De verdad piensas que me has hecho daño?-sonrió- En serio, no te preocupes que estoy de bien.
-Déjame que te vea- volví a decir- ¿O te da vergüenza que una mujer te vea tan vulnerable con todas esas heridas que debes tener?-Guardó silencio.
Esperó a llegar a una parada de autobuses para detenerse, y allí se quitó la camiseta mostrándome un torso, que no era tan delgado como a simple vista parecía, repleto de magulladuras y pequeñas heridas. Se volvió a poner la camiseta cuando le dije que no parecían nada graves, y volvió a retomar el rumbo.
El lugar adonde nos dirigíamos no era cercano por el tiempo que estaba transcurriendo. Estaba agotada, así que aproveché para echar una cabezadita.
-Gonzalo, me llamo Gonzalo-pronunció antes de que consiguiera dormirme
-Encantado, yo soy Esther- me sorprendí teniendo fuerzas para hablar-Por cierto, ¿Cómo sabías como me llamaba?-recordando que anteriormente me había llamado por mi nombre.
-Si hubieses estado más avispada te habrías dado cuenta que estaba a escasos metros de ti cuando distes tus datos en la biblioteca para hacerte el carné, y como de casualidad, mientras leía allí un libro, descubrí que ibas al parque, desde entonces te he visto por allí muchos días.
-¿Me has estado siguiendo?-bromeé
-Claro-noté aún con los ojos cerrados como sonreía- no tenía nada mejor que hacer
-Lo siento- me excusé- no estoy nada bien como para fijarme en los demás
-Lo sé, no te preocupes. Verte aunque tú no te dieses cuenta me calmaba.
Sonreí, cerré los ojos, y me quedé dormida sin darme cuenta de nada más.
-Esther, ya hemos llegado- desperté, todavía seguía siendo de noche
-¿Dónde estamos?
-En Sitges
Me cogió en brazos como a una niña pequeña y me metió dentro de una casa, en la cama de matrimonio de una habitación. Seguía tan cansada que mi cuerpo actuaba como si estuviera drogado. Mientras escuchaba el estruendo que provocaba el descargar todo lo que había en el maletero del coche, me volví a dormir.
Los rayos del sol golpeaban mi cara. Desperté, pero continué varios minutos con los ojos cerrados, recordando y analizando lo que había pasado la noche anterior. Sabía que estaba en Sitges, pero no donde me encontraba. Deslicé el pie por la cama para comprobar si Gonzalo había dormido conmigo, no había ocurrido. Aquella parte continuaba hecha, y las sabanas continuaban con el mismo frescor con el que había encontrado el lado donde había dormido. Entreabrí tímidamente los ojos, y descubrí que los rayos del sol golpeaban en mi cara porque traspasaban una enorme cristalera desde la cual se divisaba el mar. Entonces escuché la comunicación de las olas con la arena, aunque evidentemente no la entendía. Era una vista preciosa.
Me vi vestida con la misma ropa que llevaba la noche anterior. Lo único que no llevaba eran los zapatos, colocados al lado de una alfombra a los pies de la cama. Me los puse y abrí temerosa la puerta del dormitorio. Estaba todo en perfecto orden, con una limpieza exquisita. Lo único que desentonaba en esa pulcredad era un sofá negro de cuatro plazas en el que había una almohada y unas sabanas. Presupuse que Gonzalo había pasado allí la noche. Pobre, pensé, con las heridas que tiene debería haber descansado mejor. Comencé a caminar por el salón observando las múltiples fotografías enmarcadas. Las entendía como si las hubiese hecho yo. Algunas reflejaban la desnudez, y con ella la sencillez de la humanidad y la transparencia del alma, en otras todo lo contrario, y mostraban la superficialidad de las personas. El salón desembocaba en un largo pasillo con varias puertas. Comencé a abrirlas para descubrir que era lo que ocultaban. La primera que abrí fue el baño, la segunda la cocina, allí se encontraba Gonzalo.
-Buenos días preciosa.- exclamó con una sonrisa- ¿Cómo has pasado la noche?
-Perfectamente, muchas gracias.
-Bueno- se giró para vigilar lo que tenía en el fuego- ¿Quieres desayunar o prefieres ducharte primero?
-Ducharme, está ropa lleva demasiado peso de todo lo que ocurrió ayer. Creo que la voy a tirar.
-Las toallas están en el segundo cajón del armario del baño-se giró y me sonrió antes de volverse- por cierto, espabílate si no quieres que se te enfríe el desayuno- añadió para finalizar
Me metí en la ducha, y aunque el sonido del agua al caer me impedía escucharlo con claridad, me parecía estar escuchándole cantar “Time alter time” de Cindy Lauper. Me empecé a reir a carcajadas. Era una canción que justamente no hubiese creído que se acercara lo más mínimo a sus gustos. Aún así, desde este lado yo también comencé a cantarla. Salí del baño con el pelo mojado para que la humedad del aire me la ondulara, y me dirigí a la cocina. Gonzalo estaba mirando por la ventana.
Me senté en la mesa a desayunar lo que me cupiese de todo lo que me había preparado. Tostadas, huevos revueltos con beicon, zumo de naranja, café, leche, y un plato de diversas frutas a rodajas.
-Si quieres otra cosa, en los armarios y en la nevera hay comida
-¿Qué vives siempre aquí?
-No, y si te preguntas por la comida- explicó- normalmente madrugo y voy a pasear por la playa, hoy he ido a comprar- Me sorprendió, mientras saboreaba el mejor café con leche que había probado nunca, todo lo que había hecho, que hubiese madrugado a pesar de todo lo sucedido anoche, y encima de haber estado conduciendo-Y encima- continuó- porque la señorita sea una holgazana y se levante a las doce de la mañana, no significa que todos podamos hacer lo mismo, El servicio tiene que tratar a los invitados como reyes.
-Me gustan mucho las fotografías. ¿Quién es él autor?
-Yo-pronunció nuevamente sorprendiéndome.
Una ligera sonrisa se dibujó en mi rostro, y sentí que me estaba atrayendo mucho más de lo que pensaba, pero no podía ser debido a todo el caos en el que se había convertido mi vida en estas últimas semanas. Tenía claro que no podía involucrarme en una relación, primero debía ponerla en orden nuevamente, pero ¿Y si era él la persona que me proporcionaría ese orden?
Pasaron varios días, y desde aquel día en Guissona no salía sola a la calle, apenas dormía si Gonzalo no estaba a mi lado, la puerta tenía que estar abierta, y la luz encendida. Tenía miedo a todo el mundo, era una constante tensión, un tener que estar mirando con cada paso hacía atrás para asegurarme que no me perseguía nadie, un sinvivir en un estado neurótico.
Un día amanecí maniatada en una cama y con una cinta adhesiva en la boca. A pesar de tener los sentidos aturdidos por el efecto de alguna droga, observé que me encontraba en una vieja nave sucia y abandonada. Enfrente había una cámara fotográfica, y tras ella, había un hombre. Era Gonzalo. Me aterroricé al vivir semejante pesadilla, pero lo hice aún más al descubrir que todo era real. Gonzalo presionaba el botón y sacaba instantáneas de mí. El sol comenzaba a traspasar por las grietas de los vidrios rotos. Era consciente de que debía estar en un lugar lo suficientemente alejado como para que no hubiese nadie que pudiese socorrerme. En un gesto seco, con una violencia insólita en él, me arrancó la cinta adhesiva de la boca
-¿Qué estás haciendo Gonzalo?- pude decir, temblorosa. No respondió, se limitó a mirarme con furia, y a quitarme las cuerdas que me aprisionaban las muñecas contra el cabezal de hierro. Algo había pasado. Me agarró de la ropa y sin apenas esfuerzos me elevó por el aire, haciéndome revivir la misma sensación que el día de la fuente.
-Como veo que todo el mundo se aprovecha de ti y tú no haces nada al respecto, yo no voy a ser menos-gritó, me tiró contra la cama, y comenzó a quitarse la camiseta- Reconócelo, eres una buscona, te encanta provocar….- Se abalanzó sobre mi y se desabrochó el pantalón, el miedo una vez más me bloqueaba, no podía creer lo que me estaba sucediendo otra vez, pero lo que menos podía creer era que otra vez era incapaz de reaccionar. Continuaba tirada entre las sabanas, dejándome besar y tocar donde se le antojaba, y yo no podía hacer nada más que llorar y recriminarme el haber confiado en él.
-Esto es lo que quieres ¿verdad?- susurró mientras me mordía la oreja- Todas sois iguales, vais de mosquitas muertas pero esto os gusta. Os pone cachondas ¿verdad? Quiero que me digas que te encanta, que lo vamos a pasar bien. Venga dilo.- decía mientras paseaba su húmeda, áspera y repulsiva lengua por mi cuello.
-Déjame- conseguí musitar un sonido insignificante, apenas perceptible
-¿Has dicho algo?-preguntó, el miedo volvió a acallar mis respuestas –Ya veo que no, continuemos entonces- arrancó mi ropa y la hizo pedazos. Se bajó el pantalón y abrió un preservativo- Soy joven para sorpresas-ironizó
-¡Que me dejes!-Grité cuando noté su fría mano descendiendo hasta el interior de mis ingles.
-¡Anda!, si habla- ironizó- ¿Y si no lo hago que vas hacer?
-Suéltame hijo de puta- una chispa de odio se prendió en mi interior, poco a poco iba naciendo una llama.
-¿Qué vas a pegarme? Venga pégame- pronunció mientras se levantaba y ponía a tiro su rostro.
-No voy a pegarte Gonzalo-contesté incorporándome- estoy segura que tu no quieres hacer esto
-Bueno-murmuró- entonces volvamos a las andadas- sonrió y me agarró firmemente de la cintura.
-Te he dicho que no me toques- lancé un alarido mientras le lanzaba un puñetazo que esquivó sin dificultad.
-¡Pegas como una chica!
-Cabrón, soy una chica
-Una pequeña, llorona e indefensa chica- contestó provocando que esa llama de odio calentará cada recóndito lugar de mi cuerpo y alimentara algo desconocido, y que volviera a lanzar un puñetazo mucho más potente que el anterior que chocó contra su antebrazo izquierdo- Eso es Esther, parece que no eres tan solo un cuerpo inerte en el que se puede hacer todo lo que se quiera. Pégame Esther, alimenta tu odio, aliméntalo de lo que te hace daño- gritó y comencé a soltar puñetazos y patadas mientras el los detenía como si nada. No sabía como inflingirle daño- Pobre niñita-continuó- que se refugia en casa, acuclillada en una esquina, llorando ante el mínimo problema que le ocasionan- yo continuaba lanzándole golpes inútiles- que le han estado apunto de violar porque ha sido incapaz de defenderse- lo miré con odio, y comencé a recordar…comencé a alimentar mi odio…
… Mis padres. Siempre se despreocuparon de mí, nunca les importé
…Daniel. Lo había ayudado y aún después de todo no sabía si podía confiar en él, todo a su alrededor estaba envuelto en la oscuridad
…Iker. Todo es caótico a su lado, todo son problemas, todo es demasiado complicado- Mis golpes emergían ahora con más fuerza. Gonzalo se limitaba a defenderse
…Aquel que casi me viola…él si que hizo sacar todo el odio acumulado en mi interior y que uno de aquellos puñetazos finalmente le diera de lleno en la boca. Gonzalo se tocaba la herida sorprendido
Nunca tuve la fuerza suficiente para afrontar los problemas, los miedos me bloqueaban. Entonces el espejismo se rompió cuando abrí el tapón que encerraba mi furia interior. Ante mí solo había la realidad. Gonzalo tenía una pantalón de chándal debajo del pantalón vaquero, En su cara se reflejaba la satisfacción de haber conseguido hacerme despertar, pero también la culpabilidad de haber tenido que llegar hasta ese punto tan lejano para conseguirlo. Me derrumbé. Lo abracé, apoyé mi cabeza en su pecho y me puse a llorar. Comenzó a mecerme al igual que lo hizo aquella noche, pero esta vez era diferente, no era miedo lo que me invadía, solamente el decaimiento de toda aquella acumulación de energía. Entendí que todo lo había hecho para ayudarme.
Los días pasaban, y una firme amistad se fue creando entre nosotros. Comencé a reorganizar mi vida. Aprendí a no tener miedos y a no silenciar mis sentimientos por temor.
La noche anterior a mi vuelta a Barcelona, Gonzalo me preparó un cena en la playa, y esa misma noche me besó. Fue un beso inocente, de amigos, y gracias a ese beso descubrí que había olvidado a Iker, y por lo tanto estaba preparada para volver a casa. Gonzalo al cabo de dos días se marchaba una temporada a casa de sus abuelos en Málaga.
Cogimos el coche y me dejó en Barcelona, intercambiamos números de teléfono, besos y la promesa de volver a vernos con el tiempo.
FINAL CAPÍTULO 6

martes, 10 de noviembre de 2009

Plumas de fuego 6.5

Cuando volví a mirar arriba ya no estaba, y aproveché ese momento en el que inexistía entre nosotros contacto visual para marcar el número de la policía en mi móvil por lo que podía surgir. Advertí a aquel chico bajando las escaleras, y con él su estatura media, su complexión escuálida, su pelo rapado, sus ojos verdosos, y su nariz afilada.
-¿Te vienes conmigo?- susurró, componiéndo en su boca una nueva sinfonía, mientras esbozaba un pequeña sonrisa entrecortada y encajaba sus ojos en los míos
-Gracias, pero no, aquí estoy bien- contesté tajante aun mi estado de embelesamiento
-Venga mujer no seas sosa- farfulló a la vez que de un salto subió hasta donde me encontraba, alarmada y aterrada, y me tendía su mano- ¡Si nos lo vamos a pasar bien!. Si quieres nos vamos a mis casa y hablamos tranquilo y luego ¿Quién sabe?- guiñó un ojo mientras sonreía ahora con picardía
-De verdad que te lo agradezco, pero no me apetece, estoy bien aquí.- Era tan palpable la tensión que cargaba el ambiente que perfectamente se podía cortar con un cuchillo. Metí la mano en el bolsillo del pantalón, y palpé las teclas del móvil buscando la de llamada.
-Bueno, si no quieres no pasa nada- contestó para mi alivio. Se giró para irse. Suspiré, tenía entumecido cada parte de mi cuerpo. Estaba esperando un tiempo prudencial a que se marchara para ir corriendo al coche y volver a casa.- El problema- volvió sobre sus pasos- es que yo si quiero- me empujó bruscamente contra la pared, agarró mis manos con firmeza y con su cuerpo tísico bloqueó el mío. Apoyó su pelvis contra la mía haciendo rozar su pene ya erecto contra mi entrepierna, dejándome apenas sin libertad de movimientos. Comenzó a besarme con ferocidad, clavándome sus pómulos en mi mandíbula, y a pasear su húmeda y áspera lengua por mi rostro, bañándolo en saliva. La dulzura de sus palabras había mutado en movimientos encolerizados y violentos, mientras yo, chillaba pidiendo auxilio, giraba mi cara mitad por defensa mitad por la repugnancia que me daba, e intentaba de algún modo asestarle un golpe que lo noqueara. Pasaron varios minutos, o tal vez tan solo segundos eternos, y el miedo dominante de mí al completo continuaba sin devolverme algo de fuerza, y solo el temblor de mi cuerpo actuaba como impulso de este. De repente las lágrimas brotaron de mis ojos cuando de un movimiento eficaz e implacable me arrancó la camiseta haciéndola trizas, repitió el mismo movimiento desposeyéndome de mis pantalones, dejándome en ropa interior. Hacía un frío exageradamente helado. Sabía perfectamente donde me estaba llevando, gritaba y lo intentaba evitar como podía, habíamos llegado a un punto sin retorno por su parte, y realmente no hacía nada para evitarlo. Acto seguido se bajó los pantalones, y con ellos también descendieron sus calzoncillos, dejando al descubierto sus genitales. Tenía un gran dragón tatuado en el muslo. Sus ojos se volvieron, aún más si cabe, viciosos y degenerados. Casi sin ser capaz de advertirlos, los ruidos de unas pisadas provinieron desde la parte superior de la fuente, del mismo lugar desde el cual había aparecido este repulsivo ser, a unos tres o cuatros metros de altura desde donde se consumaba la violación, se desarrolló una nueva sombra se un rostro. Claudiqué, si con uno apenas tenía opciones, con dos era completamente inverosímil. Agonizaba. Me sorprendí cuando desde esa distancia saltó, y no por la altura, si no porque en el trayecto le asestó una severa patada en el pecho al depravado que intentaba violarme, que hizo que este cayese estrepitosamente de bruces contra la fuente abriéndose en la cabeza una grandiosa brecha de la que copiosamente escapaba la sangre
-Cuando una persona no quiere, es que no quiere- le recriminó- y sobretodo a Esther no quiero ni que la vuelvas a mirar ni que te acerques a ella a menos de trescientos metros si quieres vivir para contarlo ¿Queda claro hijo de la grandísima puta?
A pesar de que permaneciera a escasos decímetros de mí, no conseguía distinguir su rostro. Aquel infame sujeto se alzó. La sangre chorreaba hasta quedar adherida a su camiseta desgarrada. Echó a correr lanzando todos los improperios y amenazas que se le pasaban por aquella magullada cabeza. Todavía me encontraba en trance, y escuchar aquellas palabras avivó mi estado colérico-hipocondríaco, todo lo contrario que en mi “ángel salvador”, que continuó con grandes dosis de aplomo, incluso saltó desde aquel pedestal y echó a correr tras él para asustarlo, produciendo que el otro saliera despavorido.
Me acurruqué en el suelo, y empecé a desechar de mi interior, a modo de lágrimas, todo el miedo acumulado. Había estado tan cerca que me atormentaba imaginando que realmente había llegado hasta el final. Aquel chico regresó, se acercó hasta mí y me cogió en volandas desde el suelo para sentarse él, acurrucándome entre sus brazos, protegiéndome, acunándome como se hace a un bebé.
-Venga, tranquilízate, todo ha terminado, y por suerte no ha ocurrido nada. Yo te protejo- susurraba mientras al mismo tiempo acariciaba mi rostro, y tomaba posesión de cada una de mis lágrimas con las yemas de sus dedos.
Alcé la cabeza, mientras él seguía consolándome y protegiéndome con los ojos cerrados, descubriendo que quien me había salvado era el chico rubio de la cafetería. Me relajé, y entonces volví a percibir el aroma de aquella fragancia que a causa de la desconexión de mis sentidos por el miedo no había llegado a percibir hasta ese momento. Lo miré, y al intentar levantarme, abrió los ojos.
-¡Shh! Tranquila, yo te protejo- repitió, pero continué alzándome
-Muchas gracias, pero ya me voy a casa que menuda nochecita he tenido ya. ¡Como para fiarme de los hombres, si es que todos sois iguales, todo el día pensando en lo mismo! Si es que soy imbécil- me sorprendió la ira que vomitaba con solo abrir la boca, y la dureza con la que le había atacado tachándolo de superficial y descarriado; eso le hirió más de lo esperado, sentí que comenzó a sentirse despreciado .
-Créeme, las gracias te las tengo que dar yo a ti- dijo dejándome estupefacta- Ves a la comisaría a denunciarlo lo más inmediato que puedas, y ten mucho cuidado- finalizó, se levantó, y se marchó por las escaleras.
Cuando dejé de apreciar su silueta seguí sus pasos por las escaleras. Me introduje rápidamente en el coche y eché el cierre. Encendí las luces, que alumbraron a escasos diez metros al chico rubio de brazos cruzados observándome. Encendí el motor, el chico se volvió y empezó a caminar por aquella angosta carretera sin pavimentar, conjeturé que lo había hecho para protegerme.
Apagué de nuevo el motor, cogí una camiseta y unos pantalones tirados en el asiento de atrás, y esperé unos diez minutos más. Poco después de haber transcurrido el tiempo lo volví a encender y comencé a conducir camino de mi casa por aquella carretera de tierra. A mitad del camino, esa carretera desembocaba en otra pavimentada y de mayor anchura, pero igual de desértica. Vislumbré a lo lejos, comenzado a caminar en la calzada asfaltada, al muchacho que siendo desagradecida no me había dignado ni a preguntarle el nombre. Reducí ligeramente, y al llegar a su altura, justo en ese instante, apareció la luna llena al completo. Me giré y lo miré, esté a su vez hizo lo mismo. Cuando ese momento se desintegró, una ráfaga de aire sacudió nuestros cabellos, aun yo llevando los cristales subidos. Y a pesar de que ese momento se había evaporado, pensé que el destino lo había vuelto a poner en mi camino, pude haber parado, agradecerle que hubiese estado allí, haberle llevado a su casa… pero ya esta tarde, y a pesar de que ese momento se había evaporado continué mirándole a través del retrovisor central. En un pestañeo lo estaba mirando a él, y al siguiente… volví a pestañear por tercera vez para corroborar que lo visto no había sido imaginación mía, pero todo continuaba semejantemente igual que en el anterior pestañeo. El individuo que había abusado de mí había llamado a su gente, una cuadrilla de unos veinte hombres altos y musculados como armarios, que salieron imprevistamente desde los campos de grano que había a ambos lados de la calzada. Frené en seco, de una manera tan brusca que seguramente había dejado grabada las huellas de los neumáticos en el asfalto, y eché marcha atrás. A pesar de la desigualdad numérica, rápidamente se había quitado de encima a un par con potentes y rápidos puñetazos en la cara dejándolos groguis en la cuneta. Intenté acercar el coche a él pero una muralla de cuerpos lo rodeaba, Continué marcha atrás unos cincuenta metros más, frené, y cambie de marcha. Puse las largas para intentar deslumbrarlos y aceleré llegando hasta ochenta kilómetros a la hora antes de llegar al lugar. La fiereza me cegó cuando distinguí entre todos ellos al individuo. Pensé que frenaría, pero no lo hice, aún no. Tenía ganas de llevármelos por el medio a todos. Me encontraba a diez metros del embrollo, cuando entre todas las cabezas apareció la del muchacho rubio, clavándome en mis retinas sus negras pupilas, haciéndome frenar justo para no llevármelo por delante, dejando el coche casi al roce de sus piernas.


CONTINUARÁ...

jueves, 5 de noviembre de 2009

Plumas de fuego 6.4


No sabía si lo que Sergio Esteve me acababa de contar era verídico, pero lo que si sabía era que si su intención era hacerme dudar, lo había conseguido, ahora no me fiaba de ninguno de los dos.
Volví a casa, y durante el trayecto pensé que antes de solucionar la vida de alguien, debería solucionar los problemas de la mía, y los que había causado en la gente de mí alrededor. Me tumbé en la cama y miré el techo, cuando caí en la cuenta de que volvía a tener el escrito entre mis manos, ahora era demasiada la incertidumbre para intentar evitar la tentación de leerlo. Me levanté y cogí del bolso el papel que Iker había escrito en el hospital. El móvil comenzó a sonar, ni siquiera deparé en quien llamaba antes de apagarlo, me senté sobre la colcha y me puse a leer:
Querido Kiar:
Ya sé que esta no es la mejor manera de explicarte algunas cosas, aunque si finalmente has encontrado esta carta, te quedará poco tiempo para leerla. No tengas miedo de nada, todo estará bien muy pronto.
Me hubiese gustado haber tenido tiempo para poder explicarte algunas cosas como es debido, pero ahora creo que es mejor así, para que al menos siguieras manteniendo una ínfima parte de toda esa inocencia que tenías cuando me fui, aunque sé que alguien te la está intentando arrancar violentamente.
También me hubiese gustado poder despedirme de ti como es debido, al igual que la otra vez, pero no pudo ser, espero que me perdones, y si no lo haces, tengo la esperanza de que al menos algún día lo comprendas.
Lucha por tu felicidad, y por la de los que te rodean. Sueña, nunca dejes de hacerlo, tengo confianza en ti y sé que siempre harás lo correcto, lo que te dicte tu corazón
Eres pura bondad, pero no todo el mundo posee los mismos valores que tú. Mucha gente pasará por tu vida, rodéate de la gente adecuada y sé capaz de vivir grandes momentos y sonreír con ellos. Dalo todo por la gente que te quiere, y busca a Sedara aunque tu vida peligre con ello, pues si la pierdes, pues si pasa por tu lado sin que te des cuenta, perderás la vida, no la dejes escapar, porque cuando la alarme sale y los enemigos estén apunto para atacarte sin ellos, si esas personas a tu alrededor no tendrás ninguna oportunidad, tus enemigos lucharán con más fuerza contra la debilidad que albergaría tu corazón.
Tendrás una vida llena de vivencias y de emociones fuertes, pero los peligros están ahí, pues es tu destino, no te relajes, y n te limites a ser como los demás, pues has nacido con grandeza…

Las lágrimas que recorrían mi rostro impedían que continuara leyendo el párrafo que me quedaba, pero ya estaba sufriendo demasiado y no estaba dispuesta a continuar fustigándome. El dolor me sacudía, y no era capaz de señalar desde donde me manaba, el motivo era Iker, él era toda la vorágine que devastaba todo mi interior. No tenía dudas de que esa persona llamada Kiar, tenía algún tipo de conexión con Iker. Recuerdo cuando lo nombró, incluso cuando resurgió de la cama poseído para escribir esta carta, incluso cuando Sedara apareció en mis sueños para persuadirme de que me alejara de Kiar. Yo no estaba en su destino, debía alejarme de él como fuera, costase lo que costase.
Aquella noche no pude dormir, deambulaba por cada rincón de mi cama pensando en lo que podía hacer para alejarme de él, para olvidarlo, y de solo pensarlo volvía a llorar sin contemplaciones.
Al día siguiente Iker vino a casa a buscarme, verlo me hundía más, así que opté por decirle a mi madre que le comunicara que no estaba, mientras yo permanecía sentada en el suelo, derrumbada, con la espalda pegada a la puerta de mi habitación. Cada día pasaba por mi casa, y con ello me enterraba con más profundidad en la tierra, por lo que para superarlo tenía que alejarme lo máximo posible de él y opté por irme con mis padres a su pueblo. Todo lo que fuese no verlo, ni oírlo, ni sentirlo, me ayudaba, aunque al principio me costó una barbaridad, sobretodo por la noche, en la que lo sentía, lo oía, y lo veía al otro lado de la cama.
El único motivo por el que me fui al pueblo de mis padres, un pequeño pueblo llamado Guissona en la provincia de Lérida, era para conseguir olvidar a Iker y despegar toda la suciedad que se había adherido en mi vida. No albergaba grandes expectativas del pueblo, pues como tal no estaba hecho para mí, y ni siquiera dudaba que en todo el tiempo que no había ido por allí hubiese sufrido un gran cambio. Todo seguía igual, la zona estaba llena de fábricas y una enorme cantidad de extranjeros habían cambiado de país para trabajar en ellas. El resto del pueblo no había sufrido apenas cambios.
Evitar lo máximo era a mis padres era una prioridad para que mi existencia no pasara a un estado de regresión, pues con ello resurgirían sentimientos y situaciones banales que no me interesaban ni quería retomar. No quería intentar acercarme, buscar en ellos unos padres, y chocar constantemente contra un muro. Ellos sabían que si querían encontrarme, aunque me sorprendería, tenían que buscarme en la biblioteca, pues era ahí donde pasaba la gran parte de mi tiempo, leyendo, introduciéndome en páginas y páginas contenedoras de letras y de historias que me transportaban a otros mundos, mundos reales que para mí eran fantasía, o mundos fantásticos muy reales, que me alejaban de mi propia realidad. Cuando cerraba la biblioteca me iba caminando un par de kilómetros hasta la “Font de l´estany”, un lugar que se encontraba a las afueras del pueblo, donde podías disfrutar de un lugar tranquilo lleno de nogales, con mesas y barbacoas, donde suelen ir muchas familias, sobretodo los fines de semana. Justo en la entrada se encuentra una fuente, tras ella, hay un bloque donde me siento hasta bien entrada la noche con una mochila llena de libros, una toalla que uso para estirarme, un pequeño bolso térmico que aguanta el frío del agua de una botella, algo de comer, y un reproductor de música.
Poco a poco la monotonía, en ese lugar, succionaba mi vida, y me hacía creer que siempre había estado haciendo lo que hacía, algo que siempre había intentado evitar luchando por innovar, crear cada día uno diferente, llegar a nuevas metas, pero ahora era inviable evadir esa invariabilidad, pues la única manera que tenía de hacerlo era regresar a Barcelona, algo impensable en estos momentos, pero una noche toda esa rutina se desquebrajó.
Mi madre me mandó a comprar unas pizzas para cenar. El lugar estaba enfrente de casa, y era donde se concentraban, la gran parte del tiempo, la juventud del pueblo, pues aparte de vender pizzas, también lo hacía con casi cualquier tipo de comida rápida. La terraza estaba a rebosar, había tal gentío que me costó llegar hasta la puerta, y cuando lo conseguí descubrí que hasta allí llegaba la cola. Las camareras, pese haber una decena, no daban abasto. El tiempo avanzaba lentamente, al igual que lo hacía la cola, por lo que inventé un juego para matar ese tiempo muerto. El juego consistía en pensar en la primera impresión que me causaba cada persona.
Comencé por la mesa que estaba más al fondo de la sala en la que estaba, pues las de las otras dos no era capaz de vislumbrar, en ella había una chica rubia que me dio la sensación de ser creída y estúpida, junto a un chico de la misma calaña. Así hice con todas y cada una de las personas que había a mí alrededor; claro está que no todos me causaron mala impresión. Al mirar la cola descubrí que casi no había avanzado, por lo que decidí seguir haciendo el juego, ahora con la gente que entraba. Entraron varios grupos de persona y seguía prejuzgando a las personas, entonces me di cuenta de lo sucio, lo vil, y de lo mediocre que estaba actuando. La puerta se abrió una vez más y miré de reojo quien entraba. Un chico rubio con encanto se situó al final de la cola, cinco o seis puestos tras de mí. Al verle sentí una ráfaga de aire fresco que transitaba por todo el local y aglomeraba en las esquinas las malas vibraciones, sobretodo la mía. Me giré y le descubrí con su mirada fija en mí. Encontrándome con su intensa mirada me volví, bajé la vista avergonzada y un calor intenso invadió mis mejillas. Estaba ruborizada.
Dejé de jugar para centrarme en él, y a la mínima oportunidad, cuando la puerta se abría, o notaba que no me observaba, lo divisaba detalladamente. Como había observado era rubio, tenía los ojos marrones, una piel muy morena, y unos labios sensualmente grandes y esponjosos. Era bastante alto, tal vez como Iker, y sin darme cuenta volví a pensar en él, pero de inmediato me centré de nuevo en el chico de complexión delgada. Vestía con camisa azul marino y pantalones de pinza blancos. Desde mi posición percibía un aroma que me encantaba, era afrutado.
Finalmente la cola delante de mí desapareció, pedí dos pizzas y unos refrescos, y después de esperar veinte minutos más, minutos de ver a borrachos dando tumbos, a más gente entrar y salir, gente comiendo en las meses, trabajando, esperando, entre ellos el chico rubio, el pedido ya estaba, lo cogí y salí de aquel barullo. Al pasar por su lado percibí que el perfume emanaba de él, abrí la puerta y me marché.
Cené en mi habitación, y después, al caer más la noche, cogí el coche y me fui de nuevo a la fuente del parque con mi reproductor de música, y sobre ella me estiré, en la soledad de la noche, a pesar de que en esa misma noche la luna acudía con retraso a la cita, ya que un manto espeso de nubes la ocultaban tras ellas, por lo demás, las estrellas declaraban un el cielo casi despejado, incluso brillaban y parpadeaban de una manera especial, como si indicasen al resto de los cuerpos celestes que en aquella noche única, algo mágico iba a suceder.
Un día más me encontraba en el mismo lugar. Encendí la música y me puse los auriculares, sometiéndome a sus letras y dejándome cautivar por sus melodías, dejándome arrancar sentimientos ocultos. Me dejé llevar por las mismas, y aprovechando que estaba sola en aquel lugar, pese a lo peligroso de estar en un lugar tan solitario y alejado, cerré los ojos y me puse a cantar, creí hacerlo de una manera tranquila, pero lo cierto era que dejaba en ese canto toda la energía que disponía. Al abrir de nuevo los ojos, una silueta que se ocultaba en lo más alto de aquella superficie, a un par de metros de mí, donde tenía aparcado el coche, me observaba y mascullaba algo, Me provocó un descomunal sobresalto que puso mi vida en un ligero riesgo por momentos. Me quité los auriculares.
-Estás cantando de una manera tan desmedida que estás formando una fiesta en el pueblo- la dulzura de su voz aterciopelada acariciaba mis oídos. No veía el rostro de la persona que emitía esa sutileza en las palabras, pues no veía bien a causa de la poca luz que producía la única farola que había en todo el lugar.
-CONTINUARÁ....

miércoles, 4 de noviembre de 2009

NOTA

MAÑANA POR FÍN REGRESA

PLUMAS DE FUEGO

NO TE LO PIERDAS

lunes, 19 de octubre de 2009

Plumas de fuego 6.3










Por fin estaba acabando ese día eterno. Llevé a Ewan al hospital y lo dejé en la puerta, no quería ver a Iker, cada vez me resultaba más complicado hacerlo. Volví a mi casa, me sentía tan solo carne y huesos, vacía, sin fuerzas…
Al llegar a casa descubrí que mis padres se habían ido, como creía no se habían preocupado de donde estaba y si estaba bien. Noté que cada vez me sentía más pequeña, más vulnerable, más perdida… Todo pesaba demasiado, cada vez mucho mas, y ahora mis hombros no parecían por la labor de sujetar tanto peso.
Me tumbé sobre la cama, tuve la sensación de que hacía una eternidad que no la utilizaba, que nos habíamos convertido en unas extrañas la una para la otra, pero rápidamente me amoldé nuevamente a ella y me dormí.
No sé como ni porqué, fui a revivir todo lo sucedido aquel día con Daniel, pero ahora todo era diferente, la perspectiva no era la misma en todas las imágenes que se devolvían en mi cabeza. En la realidad todo se arrastraba hasta el punto en que existía una conspiración contra Daniel, pero ahora el conspirado era conspirador, ahora las imágenes que circulaban exasperadas de un lado al otro me mostraban tal vez lo que mis ojos vieron pero mi corazón protegiéndome evitó. Veía como era él el que mataba y descuartizaba a aquellas personas, y como lo preparó todo minuciosamente a la perfección para que cuando fuéramos al piso nos detuviese la policía, él la había llamado, era un estratagema perfecta para hacernos creer a mi y sobretodo a la policía que él era inocente, yo era testigo de su coartada, pero había algo que no encajaba, los exámenes preliminares situaban el asesinato entre las veinte cuarenta y cinco y las diez de la noche. Llegué hasta momentos antes de que yo saliese de la comisaría. Las imágenes seguían sacudiéndose violentamente para mostrarme como fue Daniel el que me quitó la carta de Iker. También vi a aquel hombre, al supuesto padre de Daniel, estaba embadurnado en su propia sangre, tirado en la cuneta de alguna carretera secundaria desconocida para mí. Su rostro estaba despellejado, y se podía apreciar el hueso, al que estaban adheridos jirones de carne. Repentinamente se levantó, y comenzó a acercarse incesante, deseoso de violencia, con sed de venganza…Quería huir, salir corriendo de allí, pero mi cuerpo estaba paralizado. Me maldije por tener una pesadilla en la que no podía moverme. Lo curioso es que sabía que soñaba, pero aún así no dejaba de tener miedo, de temblar, incluso de llorar. A cada paso que daba, mi temor aumentaba, y con él las ganas de salir corriendo, de despertar, pero ninguna de las dos cosas ocurría.
-¿Al fina te has dado cuenta de que todo lo ha hecho él?- Me susurraba al oído con una voz mortuoria cuando terminó de acercarse. Varias gotas de sangre cayeron en mi cuello- No te fíes de él.
La melodía del móvil nuevamente me devolvió a la realidad, una realidad en la que ha pesar de lo que decía mi pesadilla, Daniel no era culpable de nada. Los rayos del sol traspasaban los cristales de la ventana. Salté de la cama con un ligero mareo que hizo el camino hasta mi bolso más costoso; lo abrí, y cogí el aparato. La pantalla parpadeaba y me informaba que la identidad del número que me llamaba era desconocida. Normalmente no contestaba a ese tipo de llamadas. ¿Y si era una vez más Daniel y le había pasado algo?
-¿Diga?
-¿Esther González?- dijo la voz de un hombre
-Si, soy yo- contesté rápidamente- ¿Quién pregunta por mí?
-Soy Sergio Esteve- me informó- el padre de Rodolfo- una biga inmensa de unas proporciones y de un tonelaje ilimitado calló en seco sobre mí. ¿Qué hacía aquel desgraciado llamándome a mi? Entonces temí lo peor, algo le había pasado a Daniel. Quería gritarle, insultarle, y si estuviese delante de mi, escupirle en la cara, incluso abofetearle.
-¿Qué quieres? ¿Y Daniel?
-No te puedes fiar de él- respondió repitiéndome lo que hacía un rato me había dicho su parte zombi en la pesadilla- A las diez de la noche en el hospital- y colgó antes de recibir mi negativa.
Caminaba de un lado al otro del pasillo, pisando una y otra vez las huellas imaginarias de las suelas de mis zapatos, estaba decidida a ir, pero no porque desconfiara de Daniel, si no porque necesitaba desenmascarar y finalizar esta ilógica trama en la que ahora, de una forma u otra, me habían incluido como personaje principal.
Las agujas del reloj señalaban varios segundos después de las diez. Me encontraba ya en la puerta del hospital cuando mi mundo volvió a acelerarse. Iker paseaba junto a su madre. Me amagué para que no me viera.
Una sombra minúscula que apareció al final de la calle, comenzó a crecer a medida que se acercaba a mí; tras ella, un hombre con gabardina que la reflectaba, sin duda era él. Me coloqué enfrente de la puerta por sí ocurría algo los usuarios del hospital lo viese.
-Hola Esther- dijo cuando llegó a mi altura, su rostro estaba lleno de moratones y magulladuras.- Encantado de volver a verte.
-¿Qué quieres?- pregunté con frialdad-¿Para que me has llamado?
-Bueno, si has venido es porque no te fías de Rodolfo- ironizó. Tenía la sensación que nos encontrábamos en medio de una batalla psicológica, de poder a poder, en la que él ya me había asestado el primer golpe.
-No tiene nada que ver, si he venido hasta aquí es porque tienes algo que no te pertenece.
-¿Esto?-preguntó mientras sacaba de uno de los bolsillos de la gabardina marrón un sobre, me lo entregó y lo abrí, era efectivamente la carta
-¿Para que querías una carta personal?- ya tenía en mis manos lo que quería, pero me atraía escuchar cual sería la tremenda patraña que me soltaría como excusa.
-Sinceramente- me miró fijamente a los ojos, con una mirada segura, fría, implacable…- ¿Para que quería yo una cosa así?- esperó varios segundos mi respuesta.- Exacto, para nada- se contestó así mismo- por eso mismo yo no la cogí.- No me sorprendió la respuesta, era justo la que esperaba, aún así le hice un ademán con la mirada para que me explicara- Ayer cuando llegué al hospital el doctor me comentó que no recordaba nada, y entonces vi un atisbo de luz para una nueva oportunidad de ayudarlo, por eso quise llevármelo de aquí, para empezar de nuevo, pero al llegar al parking su personalidad cambió, y reconocí en él al Rodolfo que conocía, parecía que estaba poseído por el mismísimo diablo. Entró en cólera y comenzó a insultarme y a propinarme cuantiosas patadas y puñetazos por todo el cuerpo mientras me giraba una y otra vez “Hijo de la gran puta ¿Hasta que no acabe contigo no dejarás de meterte en mi camino jodiendo todos mis planes? Pues tendremos que comenzar ya”. Después de darme una paliza que me dejó semiinconsciente, me metió violentamente en los asientos traseros del coche y condució hasta Gavá, donde contactó con un camello que le proporcionó una pequeña caja con drogas. Sé su contenido porque lo miró extasiado. De un compartimento sacó las llaves, ni siquiera yo sabía que allí estaban hasta que las vi en sus manos, él utilizaba a menudo ese coche. Nos detuvimos en una gasolinera y me ordenó que cogiera el coche y me largara, al negarme, me abofeteó y me partió el labio. Hoy me llamó para que fuera a buscarlo a la comisaría o sería lo último que haría con vida, así que fui. Y sí, podía haberlo denunciado al llegar allí, pero sea como sea él sigue siendo mi hijo. Al llegar a la comisaría me estaba esperando con eso en la mano, y esta tarde me pidió que te la entregase, estaba conmigo cuando te llamé, incluso no dudaría en poner la mano en el fuego y no me quemaría, en que él está escondido en algún lugar cercano observándonos. Supongo que habrá visto algo en ti, e intenta por todos los medios acercarse más y más a ti. Al ver que tenía toda tu confianza al aparecer yo la vio peligrada, y ahora intenta por todos los métodos volver a ese punto, es lo que tienen los adictos, la cabeza cada vez les va peor.
-¿Y si eso fuera cierto, porque la robó y ahora me la entrega?- Todavía asimilaba su explicación, que a primera vista me pareció bastante convincente, pero seguía sin creérmela, y mientras el hablaba yo buscaba los hilos sueltos que no había tejido bien en esa mentira.
-Supongo que lo que leyó no le interesó
-¿Y las llaves de donde eran?-pregunté-¿Quiénes eran aquellas personas?
-Me sorprendió ver esas llaves en sus manos, hacía años que no las veía. Esas llaves abren la casa- se paró, y dio la impresión de que se estremecía todo su cuerpo- de lo tíos y las primas de Rodolfo.
Me quedé pensativa, y mientras me fijaba en su mirada me maldije por no haber caído en la cuenta de que cuando me llamó se presentó como Sergio Esteve.
-Esther por tu bien, aléjate de él, es un drogadicto y un asesino, y cuando se encapricha con algo o con alguien lo consigue como sea, hasta que le deja de interesar, no le conviene, o lo ha destrozado, entonces, directamente lo hace desaparecer.- susurró mirando hacia todas las direcciones- Yo ya me voy a ir, y tú deberías hacer lo mismo. Ten mucho cuidado

jueves, 15 de octubre de 2009

Pluma de fuego 6.2







-Hola, ¿Podría pasarme con la habitación 315?
-Un momento por favor
Una voz habló al otro lado del teléfono. No me resultaba familiar, tal vez se habían equivocado.
-¿Quién?
-Hola, ¿Está Ewan?
-Si, ahora se pone-resoplé, toda la tensión se escapó con ese soplido de aire
-¿Hola?- respondió Ewan con su inconfundible gravedad en la voz.
Le expliqué rápidamente lo sucedido, pero tras el monólogo ininterrumpido de una mujer con facilidad de palabra y velocidad vertiginosa de estas, tuve que volver a repetírselo todo de nuevo y con calma, pese a la clara irritación del agente. Me instó a que no me preocupara, enseguida vendría él para ayudarme.
Poco después de colgar, dos agentes irrumpieron en la sala en la que me encontraba. Una mujer morena, delgada, y con cara de pocos amigos que tenía un lápiz en el pelo para que se le sujetara el moño, y un hombre mayor, fofo, y calvo, que me echó una mirada fulminante y analítica de arriba abajo nada más entrar. Rápidamente el hombre se sentó en la otra butaca de piel, enfrente de mí, y sonrió irónicamente con una actitud petulante. Presupuse que había una rivalidad insana y una falta de compañerismo entre ambos aparentemente, pero también podía ser una estrategia evidente para utilizar la vía del poli bueno-poli malo. De todas maneras supe a primera vista que con quien tendría problemas sería con la mujer, me daba la sensación de que era todo un hueso.
-Señorita González-profirió el hombre-es usted sospechosa del crimen cometida a la familia Esteve, y pese a que no hemos hallado pruebas incriminatórias para mantenerla más tiempo en nuestras dependencias, usted se encontraba en la escena del crimen.
-Y hemos hablado con su compañero- espetó la mujer agresivamente- y nos ha confirmado que él es el artífice del asesinato, y que usted es cómplice. No intente engañarnos, lo sabemos todo- Una sonrisa cínica se instauró en la comisuras de mis labios- Ayer a las 21 horas- prosiguió la agente- en la vivienda de la familia Esteve, usted y su compañero cometieron este asesinato premeditadamente. Tenemos grabada su confesión ¿Tiene algo que añadir?
-Mire agente
-Inspectora, inspectora Suárez
-¿No se necesita en estos casos unos abogados?
-¿Para unos asesinos? Lo dudo- el compañero bufó- El abogado vendrá cuando a mi me venga en gana- Su voz se elevaba con cada sílaba, y con cada palabra lo hacía también su chulería, hasta que me crispé.
-Mira bonita- Ambos se quedaron pálidos ante mi valentía- Antes de nada, si necesito un abogado es para denunciarla, agente- quiso volver a añadir que era inspectora, pero yo me adelanté- o lo que sea. ¿Usted se piensa que soy tonta? Su compañero me dice que no hay pruebas incriminatórias contra mí y usted me viene con la milonga de la confesión, pero que conste que la entiendo, que mientras se culpe a alguien, aunque sea el primero que pase, a usted ya le sirve. Ha intentando usar una última carta añadiéndole esos grititos y esa chulería para amilanarme, pero no se ha dado cuenta que nunca ha tenido esa carta en la mano, porque si ustedes fueran unos competentes policías o detectives, o lo que diablo sean, hubieran averiguado fácilmente que nunca encontraran pruebas porque ambos ayer, a las nueve de la noche, nos encontrábamos en el Hospital de Barcelona.
-Cuidado, señorita- pronunció la inspectora Suárez- que la detengo por desacato-
-¿Y que hacían allí?-Murmuró el hombre
-Rodolfo- decidí dar el nombre por el que lo conocían en el Hospital- ha despertado está misma mañana de un coma que lo ha tenido postrado en una cama veintiún días.
-¿Rodolfo? El nos ha dicho que se llama Daniel- masculló entre dientes el agente
-No recuerda absolutamente nada, ni siquiera sabe como se llama.-Les conté la historia del supuesto padre, y ambos se miraron dubitativos
-De acuerdo, lo que usted ha contado es una coartada para él, pero no veo la conexión contigo-
-Justo el compañero de habitación de Daniel es mi novio.- ¿Había dicho novio? Me corté.
-Continúe- insistió la inspectora
-Pues eso, mi novio- volví a repetir- era compañero de habitación de Daniel, el también estuvo unos días en coma.
-Vale, eso lo podemos averiguar- comentó a la mujer a su subordinado- manda un par de agentes al hospital para confirmar estas coartadas y que Daniel, o Rodolfo, o como se llame, estaba en esa cama en ese momento, y de si Esther González se encontraba a esas horas en el lugar- miró al hombre que albergaba dudas sobre si esa labor comenzaba a ser innecesaria y estúpida- no tiene que ser difícil pues no era horario de visitas.
Me sentí revolcándome en el gozo por como había actuado. Era inocente, y eso nadie lo podía cambiar. Le había plantado cara a esa mujer.
Minutos después un agente irrumpió en aquella sala, se acercó a su superiora y le cuchicheó algo al oído mientras está, a su vez, me dirigía una maliciosa mirada.
-Has tenido suerte-balbuceó- tu explicación cuadra a la perfección con la que nos ha expuesto él, además hemos llamado al hospital y la información y nos han confirmado lo que nos has contado. Estáis libres- guardó silencio durante unos instantes, retraída y sofocada, y luego retomó la conversación-Perdone por las molestias que le hemos podido ocasionar- me dejó perpleja, la estaba percibiendo vulnerable, inerme… Pensaba que sería una mujer que optaría por evitar el tema, que huiría, antes que pedir disculpas- el agente Fernández-continuó- le acompañará a la salida y le devolverá todos sus objetos personales- me levanté de la silla, y me dirigí a la puerta.
-Investigaremos al supuesto padre del chico. Muchas gracias, tome mi tarjeta, y ante cualquier cosa me llama, y sobretodo tenga mucho cuidado, que la cosa no pinta muy bien.
-Gracias
Cogí todos mis objetos que se encontraban en una bandeja de plástico. Comencé a caminar, pero me detuve enseguida para corroborar que no faltase nada en el bolso, sobretodo los objetos de Iker. La carta no estaba.
Me volví para recriminarle al policía el hurto, y tras mi espalda escuché la voz de Ewan. Volví sobre mis pasos y allí estaba plantado en la puerta. Fui hasta allí para abrazarle y agradecerle que hubiese venido.
-¿Qué ha pasado?-curioseó
-Es largo de contar, cuando tenga un poco de tiempo te lo explicó. Por cierto, ¿Ya te han dado el alta?
-No-sonrió burlonamente- me he escapado
-¿Por qué lo has hecho?-le abronqué, pero por dentro me sentía agradecida, había abandonado el hospital para venirme a buscar. Esta increíble todo lo que estaba haciendo por mí- Esperamos a que salga Daniel, y de inmediato te llevo al hospital
-Disculpe, ¿es usted la señorita Esther González?- preguntó un agente que surgía desde detrás de una columna. Asentí- el joven que se encontraba con usted en la escena del crimen ha dejado esto para usted.
Salimos fuera de las dependencias policiales. Era un carta de Daniel, la abrí y comencé a leerla ansiosa, la letra era difícilmente legible

Querida Esther:
Te agradezco todo lo que has hecho por mí. Siempre me estas salvando, y siento que yo no paro de estar en problemas, y tú constantemente me sacas de ellos, es hora de que comience de nuevo a andar solo, a buscar mi camino, y sobretodo a reencontrarme con mi pasado. Ahora es hora de recompensarte.
Cuando salía me he cruzado con el hombre que dijo que era mi padre. Tenía en sus manos el texto que escribió Iker en la habitación. No sé como ha llegado a saberlo, ni que quiere de nosotros, pero seguro que nada bueno. Solo te pido que me dejes esto a mí, y no te inmiscuyas indagando sobre el asunto, puede ser muy peligroso. Déjame hacerlo por ti.
Afectuosamente, tu amigo de por vida
DANIEL







CONTINUARÁ...

miércoles, 14 de octubre de 2009

Plumas de fuego 6.1

CAPÍTULO 6.- Emboscada (3ª Parte)
Ocho “mossos d´Esquadra” nos apuntaban firmemente con sus pistolas desde las escaleras. Miré a Daniel, y este a su vez mantenía su mirada fija en mí. Estaba encajado, al igual como seguramente lo estaba yo.
-No vuelvo a repetirlo, las manos en la cabeza ¡Ya!- repitió uno de ellos. Enseguida y a la par, ambos nos sometimos a sus órdenes y pusimos ambos manos en la cabeza. Bajaron un par, mientras los otros no seguían apuntando, y nos empujaron con dureza contra la pared.
-Nosotros no hemos hecho nada- repetía una y otra vez mi voz en máxima potencia, mientras nos cogían de las muñecas y las llevaban hasta escasos centímetros por encima de la cintura para apretarlas con unas frías e incomodas esposas.
-Tienen derecho a guardar silencio, todo lo que digan puede ser utilizado en su contra en un posible juicio. Tienen derecho a un abogado, si no pueden permitírselo se les ofrecerá uno de oficio- pronunció uno de aquellos hombres uniformados con un tono potente y temido.
Nos requisaron todo lo que poseíamos, incluido las llaves del piso, y por un momento, solo por un momento, suspiré por haber tirado la caja. Uno de los policías cogió las llaves y entró en la casa. Al rato salió con la cara desencajada, y la mirada perdida, asintiendo, acaba de experimentar el mismo trauma que nosotros.
Bajamos las escaleras a trompicones, ya que iban tirando de nosotros por ella, y nos introdujeron con brusquedad a cada uno en un coche patrulla diferente. El vecindario se había echado a la calle, observaban y aplaudían a los policías mientras a nosotros no dedicaban palabras vejatorias.
Mientras nos dirigíamos hacía la comisaría uno de los agentes le decía al otro, que conducía, comentarios irónico e impertinentes en los que claramente me acusaba del homicidio
-Así que ¿no han hecho nada?-sonrío- encima tienen valor de decirlo aún habiéndolos pillado “in fraganti” en la escena del crimen. Gracias a la ayuda que nos ofrecen los vecinos y a la llamada anónima hemos encontrado a los culpables.
-No preconcibas tus ideas- susurré, el otro policía me lanzó una mirada de advertimiento por el retrovisor central
-¿Qué has dicho? Repítelo si tienes ovarios.
Estaba intentando provocarme para que dijese algo que luego podría ser perfectamente utilizado en mi contra, así que no emití ningún sonido a pesar que lo de la llamada anónima me intrigaba, y sabía que había sido un error enorme enfrentarme al agente y responderle, pero a veces me es difícil controlar mi naturaleza contestataria.
Posiblemente Daniel, en el otro coche estaría viviendo algo parecido, y sentía pena por él, por todo lo que estaba pasando.
Al llegar a comisaría, miré a través de la ventanilla, había una nube de periodistas. Me aconsejaron taparme la cabeza con una chaqueta, pero yo me negué en rotundo, no tenía nada que ocultar. Al salir del coche patrulla comencé a caminar con paso tranquilo, y una avalancha de flashes, micrófonos y preguntas se abalanzaron sobre mí. No escuché nada, con todo ese barullo era imposible. Agradecí no hacerlo.
Me metieron en un oscuro, frío y angosto calabozo, con la sola compañía de la soledad. Olía tímidamente a orín y a humedad. Ante aquella situación donde el tiempo permanecía para mí muerto, aunque supiera que seguía corriendo de la misma manera, decidí pensar, tenía demasiado tiempo para ello, y esos pensamientos se iban entrelazando entre sí. Debía analizar todo lo ocurrido desde aquel momento, como mi vida había cambiado desde aquel beso. Ahora todo era más excitante, más misterioso, pero sobretodo más peligroso. Me parecía estar en una película independiente donde la realidad no llegaba a tocar lo que estaba viviendo, era demasiado extremo. Entre ellos aparecían adjuntas fotografías sobre la escena repulsiva y violenta del piso de la calle Joan Maragall. Y esas fotografías en cambio, las veía verídicas, reales, y estaba teniendo más ímpetu en asimilarlos y aceptarlos.
-Por favor ¿La señorita Esther González?- gritaban desde el pasillo
-Si, aquí- saqué la mano por la reja para indicarle mi posición. El agente abrió la celda y nuevamente me esposó, está vez con las muñecas delante.
-Hágame el favor de acompañarme- ¿Es que tengo opción? pensé recriminarle, pero las cosas ya estaban lo suficientemente peliagudas para complicarlas mucho más.
-Esther ¿Estás bien?- la voz de Daniel surgió de uno de los calabozos, seguí andando hasta que logré ponerme paralelamente a la celda, me giré y asentí
-¿Y tú?- tenía la cara demacrada, y se le palpaba el nerviosismo.
-¡Oye! Que no podéis mantener ninguna conversación- gritó acelerado el agente tirando de mí.
-Si- gritó Daniel
Entramos en una sala vacía a excepción de una mesa grande de madera y de color marrón, y de dos sillas. En uno de los extremos de la mesa había un cajón, y encima de esta, un cenicero, una cajetilla de tabaco y un mechero, un teléfono fijo y un vaso de plástico lleno de agua. Me senté en una de las sillas, evidentemente en la menos cómoda, que era de plástico.
-Puede hacer una llamada, le recomiendo que sea a su abogado- pronunció el policía- ¿A quién llamaba ahora? No me había detenido a pensarlo. No tenía abogado, así que debía pensar en otra alternativa.
¿A mis padres? Acababan de llegar, pero nunca le importó realmente lo que hacía o dejaba de hacer, ahora no sería diferente.
¿A Iker? No, acababa de despertar y estaría débil para molestarlo, además estaría confuso por el beso, y haría preguntas que ni siquiera yo sabría contestarlas. Había mucho más que eso, un motivo de peso que me impedía acercarme a él y que intentaba superar, pero no podía. Estaba aquella mujer del sueño, todo lo que salió de su boca, y tenía miedo a lo que sentía, pero sobretodo tenía miedo a la intensidad de su amor.
¿A Carmen? Sería una vez más causarle molestias, pero no tenía opción, no quedaba nadie más, cogí el aparato y marqué el número de teléfono.
-El número al que llama está apagado o fuera de cobertura en estos momentos, inténtelo de nuevo más tarde- repetía una operadora con voz robotizada
Me puse nerviosa, ¿Ahora a quién llamaba? El agente me observaba detenidamente. Maldita sea, todo se me escapaba de las manos, y no había nada a lo que sujetarme, pero entonces en ese momento desesperado encontré aquello a lo que aferrarme, una última bala.
-Hospital de Barcelona ¿Dígame?
CONTINUARÁ...