lunes, 19 de octubre de 2009

Plumas de fuego 6.3










Por fin estaba acabando ese día eterno. Llevé a Ewan al hospital y lo dejé en la puerta, no quería ver a Iker, cada vez me resultaba más complicado hacerlo. Volví a mi casa, me sentía tan solo carne y huesos, vacía, sin fuerzas…
Al llegar a casa descubrí que mis padres se habían ido, como creía no se habían preocupado de donde estaba y si estaba bien. Noté que cada vez me sentía más pequeña, más vulnerable, más perdida… Todo pesaba demasiado, cada vez mucho mas, y ahora mis hombros no parecían por la labor de sujetar tanto peso.
Me tumbé sobre la cama, tuve la sensación de que hacía una eternidad que no la utilizaba, que nos habíamos convertido en unas extrañas la una para la otra, pero rápidamente me amoldé nuevamente a ella y me dormí.
No sé como ni porqué, fui a revivir todo lo sucedido aquel día con Daniel, pero ahora todo era diferente, la perspectiva no era la misma en todas las imágenes que se devolvían en mi cabeza. En la realidad todo se arrastraba hasta el punto en que existía una conspiración contra Daniel, pero ahora el conspirado era conspirador, ahora las imágenes que circulaban exasperadas de un lado al otro me mostraban tal vez lo que mis ojos vieron pero mi corazón protegiéndome evitó. Veía como era él el que mataba y descuartizaba a aquellas personas, y como lo preparó todo minuciosamente a la perfección para que cuando fuéramos al piso nos detuviese la policía, él la había llamado, era un estratagema perfecta para hacernos creer a mi y sobretodo a la policía que él era inocente, yo era testigo de su coartada, pero había algo que no encajaba, los exámenes preliminares situaban el asesinato entre las veinte cuarenta y cinco y las diez de la noche. Llegué hasta momentos antes de que yo saliese de la comisaría. Las imágenes seguían sacudiéndose violentamente para mostrarme como fue Daniel el que me quitó la carta de Iker. También vi a aquel hombre, al supuesto padre de Daniel, estaba embadurnado en su propia sangre, tirado en la cuneta de alguna carretera secundaria desconocida para mí. Su rostro estaba despellejado, y se podía apreciar el hueso, al que estaban adheridos jirones de carne. Repentinamente se levantó, y comenzó a acercarse incesante, deseoso de violencia, con sed de venganza…Quería huir, salir corriendo de allí, pero mi cuerpo estaba paralizado. Me maldije por tener una pesadilla en la que no podía moverme. Lo curioso es que sabía que soñaba, pero aún así no dejaba de tener miedo, de temblar, incluso de llorar. A cada paso que daba, mi temor aumentaba, y con él las ganas de salir corriendo, de despertar, pero ninguna de las dos cosas ocurría.
-¿Al fina te has dado cuenta de que todo lo ha hecho él?- Me susurraba al oído con una voz mortuoria cuando terminó de acercarse. Varias gotas de sangre cayeron en mi cuello- No te fíes de él.
La melodía del móvil nuevamente me devolvió a la realidad, una realidad en la que ha pesar de lo que decía mi pesadilla, Daniel no era culpable de nada. Los rayos del sol traspasaban los cristales de la ventana. Salté de la cama con un ligero mareo que hizo el camino hasta mi bolso más costoso; lo abrí, y cogí el aparato. La pantalla parpadeaba y me informaba que la identidad del número que me llamaba era desconocida. Normalmente no contestaba a ese tipo de llamadas. ¿Y si era una vez más Daniel y le había pasado algo?
-¿Diga?
-¿Esther González?- dijo la voz de un hombre
-Si, soy yo- contesté rápidamente- ¿Quién pregunta por mí?
-Soy Sergio Esteve- me informó- el padre de Rodolfo- una biga inmensa de unas proporciones y de un tonelaje ilimitado calló en seco sobre mí. ¿Qué hacía aquel desgraciado llamándome a mi? Entonces temí lo peor, algo le había pasado a Daniel. Quería gritarle, insultarle, y si estuviese delante de mi, escupirle en la cara, incluso abofetearle.
-¿Qué quieres? ¿Y Daniel?
-No te puedes fiar de él- respondió repitiéndome lo que hacía un rato me había dicho su parte zombi en la pesadilla- A las diez de la noche en el hospital- y colgó antes de recibir mi negativa.
Caminaba de un lado al otro del pasillo, pisando una y otra vez las huellas imaginarias de las suelas de mis zapatos, estaba decidida a ir, pero no porque desconfiara de Daniel, si no porque necesitaba desenmascarar y finalizar esta ilógica trama en la que ahora, de una forma u otra, me habían incluido como personaje principal.
Las agujas del reloj señalaban varios segundos después de las diez. Me encontraba ya en la puerta del hospital cuando mi mundo volvió a acelerarse. Iker paseaba junto a su madre. Me amagué para que no me viera.
Una sombra minúscula que apareció al final de la calle, comenzó a crecer a medida que se acercaba a mí; tras ella, un hombre con gabardina que la reflectaba, sin duda era él. Me coloqué enfrente de la puerta por sí ocurría algo los usuarios del hospital lo viese.
-Hola Esther- dijo cuando llegó a mi altura, su rostro estaba lleno de moratones y magulladuras.- Encantado de volver a verte.
-¿Qué quieres?- pregunté con frialdad-¿Para que me has llamado?
-Bueno, si has venido es porque no te fías de Rodolfo- ironizó. Tenía la sensación que nos encontrábamos en medio de una batalla psicológica, de poder a poder, en la que él ya me había asestado el primer golpe.
-No tiene nada que ver, si he venido hasta aquí es porque tienes algo que no te pertenece.
-¿Esto?-preguntó mientras sacaba de uno de los bolsillos de la gabardina marrón un sobre, me lo entregó y lo abrí, era efectivamente la carta
-¿Para que querías una carta personal?- ya tenía en mis manos lo que quería, pero me atraía escuchar cual sería la tremenda patraña que me soltaría como excusa.
-Sinceramente- me miró fijamente a los ojos, con una mirada segura, fría, implacable…- ¿Para que quería yo una cosa así?- esperó varios segundos mi respuesta.- Exacto, para nada- se contestó así mismo- por eso mismo yo no la cogí.- No me sorprendió la respuesta, era justo la que esperaba, aún así le hice un ademán con la mirada para que me explicara- Ayer cuando llegué al hospital el doctor me comentó que no recordaba nada, y entonces vi un atisbo de luz para una nueva oportunidad de ayudarlo, por eso quise llevármelo de aquí, para empezar de nuevo, pero al llegar al parking su personalidad cambió, y reconocí en él al Rodolfo que conocía, parecía que estaba poseído por el mismísimo diablo. Entró en cólera y comenzó a insultarme y a propinarme cuantiosas patadas y puñetazos por todo el cuerpo mientras me giraba una y otra vez “Hijo de la gran puta ¿Hasta que no acabe contigo no dejarás de meterte en mi camino jodiendo todos mis planes? Pues tendremos que comenzar ya”. Después de darme una paliza que me dejó semiinconsciente, me metió violentamente en los asientos traseros del coche y condució hasta Gavá, donde contactó con un camello que le proporcionó una pequeña caja con drogas. Sé su contenido porque lo miró extasiado. De un compartimento sacó las llaves, ni siquiera yo sabía que allí estaban hasta que las vi en sus manos, él utilizaba a menudo ese coche. Nos detuvimos en una gasolinera y me ordenó que cogiera el coche y me largara, al negarme, me abofeteó y me partió el labio. Hoy me llamó para que fuera a buscarlo a la comisaría o sería lo último que haría con vida, así que fui. Y sí, podía haberlo denunciado al llegar allí, pero sea como sea él sigue siendo mi hijo. Al llegar a la comisaría me estaba esperando con eso en la mano, y esta tarde me pidió que te la entregase, estaba conmigo cuando te llamé, incluso no dudaría en poner la mano en el fuego y no me quemaría, en que él está escondido en algún lugar cercano observándonos. Supongo que habrá visto algo en ti, e intenta por todos los medios acercarse más y más a ti. Al ver que tenía toda tu confianza al aparecer yo la vio peligrada, y ahora intenta por todos los métodos volver a ese punto, es lo que tienen los adictos, la cabeza cada vez les va peor.
-¿Y si eso fuera cierto, porque la robó y ahora me la entrega?- Todavía asimilaba su explicación, que a primera vista me pareció bastante convincente, pero seguía sin creérmela, y mientras el hablaba yo buscaba los hilos sueltos que no había tejido bien en esa mentira.
-Supongo que lo que leyó no le interesó
-¿Y las llaves de donde eran?-pregunté-¿Quiénes eran aquellas personas?
-Me sorprendió ver esas llaves en sus manos, hacía años que no las veía. Esas llaves abren la casa- se paró, y dio la impresión de que se estremecía todo su cuerpo- de lo tíos y las primas de Rodolfo.
Me quedé pensativa, y mientras me fijaba en su mirada me maldije por no haber caído en la cuenta de que cuando me llamó se presentó como Sergio Esteve.
-Esther por tu bien, aléjate de él, es un drogadicto y un asesino, y cuando se encapricha con algo o con alguien lo consigue como sea, hasta que le deja de interesar, no le conviene, o lo ha destrozado, entonces, directamente lo hace desaparecer.- susurró mirando hacia todas las direcciones- Yo ya me voy a ir, y tú deberías hacer lo mismo. Ten mucho cuidado

5 volátiles plumas:

Pluma de fuego dijo...

Jejeje, este capítulo es largo eh? Y ahora os digo yo, ¿Ahora que hacemoos? xD. Bueno seguiremos a ver que nos deparan estas plumas de fuego.
Ruth aliméntate...
Noelia falta muy poco para lo tuyo, tan poco que me parece que es al siguiente capítulo

Ruth Carlino dijo...

Pues claro que lo leí ¿a caso lo dudas? No puedo vivir sin mi dosis de metadona, y ésta estaba bien surtidita.

Flipo con tu novela, ya lo sabes, tió genial.

Besos.

SUSURU dijo...

yo leo y leo y luego no sé si sueño o sueño que sueño y hasta un poco de miedito me dan esas imágenes.......

y cómo continuará?

Ruth Carlino dijo...

!VENGO A REIVINDICAR LAS PLUMAS!!!

MUAXXXXXXX

Noelia dijo...

Uyy se complica más he! a quién le creemos al supuesto padre o a Daniel mmmmm voy al otro capi!!

Noe